16-01-10 - LANNION – QUIMPER – 325 KM
Comenzamos pegándonos un buen desayuno buffet en el hotel, ¡qué lujo!
Arrancamos en dirección a Perros-Guirec, con intención de recorrer la costa desde allí hacia el oeste y ver lo que llaman “La costa del granito rosa”.
Pasado Perros-Guirec me echo a un lado de la carretera, noto que algo no va bien. Me echo la mano al pecho… oohhh… ¿un infarto?...no…mucho peor… ¡No está el iphone en el bolsillo! Me cagüen…
Deshacemos el recorrido hasta el hotel, blasfemando dentro del casco y repitiéndome a mi mismo que trate a la oreja de la burra con cariño y seguridad. Subo a la habitación y me encuentro a la señora de la limpieza. Consigo explicarle mi problema por gestos, y por los suyos deduzco que allí no estaba. Bajo y registro el equipaje de la moto y nada. Recuerdo que el móvil y yo sólo llevábamos juntos 4 días, y me cabreo, mucho. Vuelvo a revisar todos los bolsillos de la chaqueta y… ¡bingo!, aparece. Moraleja: no busquéis nunca cosas con los guantes de la moto puestos. Mis disculpas a Jako y reemprendemos la ruta.
Dudamos un rato en que hacer con los chubasqueros, pero como a estas alturas ya no nos fiamos ni un pelo del colega Murphy decidimos ponérnoslos. Acertamos. Antes de salir del pueblo ya jarrea de lo lindo.
Nuestro siguiente objetivo fue el faro de Petit Minou, cerca de Brest. Jako es muy aficionado a los libros de navíos y cañonazos, por lo que me lió para visitar este faro que salía en uno de sus libros, y la verdad es que no me arrepentí en absoluto. Se trata de un bonito faro unido a tierra firme a través de un puente y defendido por dos baterías y un puesto de observación alemán. El faro sigue actualmente en uso y como llegamos a última hora de la tarde tuvimos la oportunidad de verlo encendido, que junto con las condiciones tormentosa que había en el momento creó una atmósfera de película.
Llegamos a Brest y damos una vuelta sin apenas bajarnos de la moto. Llovía a cántaros, era de noche y estaba todo en obras. Tapas metálicas sobre el suelo, arena, raíles de tranvía, charcos… todo ello brillando con la lluvia a través de la sucia pantalla del casco. Muy incómodo y peligroso. Abandonamos Brest y planeamos dormir en Quimper, que está camino del objetivo del día siguente y además hay un F1.
17-01-10 – QUIMPER – LA ROCHE SUR YONG – 375 KM
Los kilómetros y el cansancio se acumulan, pero hacemos un esfuerzo y nos levantamos pronto para abordar el objetivo del día: los alineamientos de monolitos de Carnac.
Se trata de un montón de piedras clavadas en el suelo formando líneas paralelas. Hay miles de piedras alineadas durante varios kilómetros. Las hay de todos los tamaños, desde las pequeñas que bien pueden servir de taburete para tomarse el bocata, hasta las más grandes que harían sentirse liliputiense hasta al mismísimo Pau Gasol.
No hay datos muy concretos sobre estos alineamientos, que por lo visto son los mayores del mundo. Los ubican en la era prehistórica, pero parece que no está muy claro el motivo o el significado que tienen. Me intento poner en la situación de un cavernícola de la zona, donde la mayoría de los días llueve, no hay futbol, ni motos, y las mujeres no se depilan y llego a la conclusión de que clavar piedras en el suelo un día soleado puede ser una actividad incluso interesante.
Los monolitos están distribuidos a lo largo de varios campos, dada su extensión. Separando dos de ellos se encuentra un viejo molino que ha sido habilitado como mirador, desde donde se puede apreciar una bonita vista del alineamiento.
Desde ahí nos vamos a visitar el “Túmulo de Kercado” que es un dolmen pero bajo tierra, a modo de tumba. Se entra por un pequeño túnel de aproximadamente un metro de alto, por lo que tocaba agachar los otros 90cm. El lugar era curioso, pero perdía mucho encanto cuando en la entrada del túnel tenías que pulsar una llave de la luz como la que podemos tener cualquiera de nosotros en el dormitorio. También es cierto que si no hubiese esa bombilla no se vería un carajo. Pero podían haberla algo más “rural”, creo yo.
Según el mapa de monolitos había un monolito gigante, el primo de zumosol de todos los demás monolitos, así que nos fuimos en su busca. Éste no estaba tan accesible como los demás y tuvimos que pistear en su busca (para aquellos que no lo sepan, mi GSR es una GSR-Adventure…jajaja) pero como no le había montado las ruedas de tacos llegó un momento que hubo que seguir a pie.
Después de un bonito paseo por el barro llegamos al supermonolito, que no resultó ser tan súper. Aunque quizá sólo Obelix pueda alzarlo.
Al lado encontramos unos monolitos formando un rectángulo con césped en medio. ¿Los orígenes del fútbol quizá?
Finalizado el tema de las piedras nos vamos a visitar la península de Quiberon, que está unida a “tierra firme” por una carreterita en la que hay playa a ambos lados. Podríamos compararlo con la Manga del mar Menor, pero sin casas. Damos un paseíto hasta el último pico y nos volvemos al pueblo a buscar algo de comer. Es el típico pueblo playero y lógicamente no hay nada abierto. Finalmente conseguimos unas cocacolas y me saco el as de la manga que tenía guardado hasta ahora: el paquete de jamón y lomo salmantino que llevaba embasado al vacío. Así que nos hacemos fuertes en un banco y le metemos mano a dicho manjar. La gente nos mira raro, alguno incluso duda si echarnos una moneda, pero yo se que lo que tienen es envidia de mi jamón.
Y así llegó el triste momento de ir poniendo rumbo Sur. Enfilamos la autopista hacia casa para ir ganando terreno, ya que al día siguiente queríamos hacer una última visita antes de cruzar los pirineos.
Rodamos bajo el frío y la niebla hasta La Roche, donde como era habitual nos dirigimos al F1, pero esta vez no hay sitio. Hemos llegado algo más tarde de lo habitual y ya está lleno de furgonetas y transportistas. Como es habitual en los polígonos franceses donde hay este tipo de hoteles, suele haber más de uno, por lo que esa noche acabamos en un Premier Class, que por 5e más tenía baño en la habitación. La verdad es que estaba más viajo y más sucio que los F1, y el baño podría ser el de un submarino a algún petrolero ruso.
18-01-11 - LA ROCHE SUR YON – BAYONA – 552 KM
Salimos del hotel pudiendo ser acusados de doble asesinato arácnido y lo primero que hacemos es ir a lavar las motos. La noche anterior descubrimos que a la Varadero le rozaba el disco trasero. Tras una pequeña inspección vemos que las pastillas traseras están llegando al límite, pero llegamos a la conclusión de que el roce posiblemente sea producido por un cúmulo de barrillo y mierda. Después de un minucioso lavado parece que se soluciona.
Enfilamos la autopista dirección sur hacia Burdeos. Con poco tráfico, poco viento y buen asfalto rodamos a unos 140-145 km/h, lo que provoca que la autonomíaa de mi moto se reduzca drásticamente. Recorridos unos 150 km ya estaba saliendo el aviso de la reserva. Llevar semejantes maletones en este tipo de motos es lo que tiene.
Al llegar a la altura de Burdeos, el cielo a pasado de tener unas simpáticas nubes tipo Simpsons y cielo azul, a convertirse en una mancha grisácea que una vez más nos hace dudar si enfundarnos el chubasquero o no. Ya empezamos a tener callo en este tema, asíque decidimos ponérnoslo, y una vez más acertamos.
Nos desviamos de la autopista para visitar la duna de Pyla (o Pilat) situada en la bahía de Arcachon.
El único acceso es por el parking, que aunque estaba vacío, es de pago. La duna es bastante grande, no llega a ser como las de Merzuga (Marruecos), pero sí es bastante considerable.
Comenzamos a treparla, vestidos de “romano”, con el chubasquero puesto y el paraguas en la mano.
Una vez arriba la vista es espectacular. Por un lado la duna termina (o empieza) en el Atlántico, como si fuese una playa gigante. Y por el otro encontramos un bosque enorme del cual nuestra vista no llega a alcanzar el final. Me resulta muy extraña la localización de esta duna. Parece como si hubiesen estado barriendo el país y hubiesen acumulado aquí toda la arenilla en un montoncito antes de pasarle el recogedor.
Este bosque resulta que es artificial. Fue plantado aquí hace 2 ó 3 siglos para frenar el avance de la duna. Actualmente sigue avanzando unos pocos metros cada año. Por el lado del bosque se puede ver perfectamente como algunos árboles han sido o están siendo fagocitados por la duna.
Bajamos la duna dando saltos y tratando de empujarnos. Parecemos unos niños, pero nos lo pasamos pipa. Me he prometido a mi mismo que si algún día vuelvo a esta duna, en verano y sin ropa de moto, bajaré por el lado del mar haciendo la “croqueta” hasta llegar al agua.
No hay nadie más en el parking, sólo nuestras motos, por lo que nos da mucha rabia tener que pagar el parking cuando está vacío todo el día (en enero y entre semana). Decidimos entonces hacer una pirulilla y salir por el pasillo de peatones. La rueda delantera se pegó un resbalón de narices con unas hojas mojadas, y no acabé en el suelo de milagro. Hubiera sido muy cómico que nos pillasen así… menos mal que conseguí (no se como) controlarla y nos largamos de allí a toda pastilla.
Vuelta a la autopista para recorrer los 177km que nos separaban del F1 que habíamos localizado. Llueve, diluvia, hay millones de camiones y es de noche. El tramo se hace muy incómodo y peligroso, por lo que decidimos parar en una gasolinera a hacer tiempo para que los camioneros vayan parando a cenar y descansar. Y parece que funciona, cuando reanudamos la marcha hay menos tráfico.
Ésta sería ya nuestra última noche en Francia.
19-01-2011 – BAYONA – MADRID – 502 KM
Nos levantamos con tranquilidad y nos disponemos a recorrer la que sería la última etapa del viaje, todo por autopista.
Al cruzar la frontera ya se nota una forma de conducir mucho más agresiva. Coches circulando libremente por el carril izquierdo, gente que te pita en el peaje por que tardas en guardar la tarjeta y una velocidad media de la gente más elevada que en Francia. También observo un cambio en el tipo de coches; menos Peugeot y Citroen y más BMW y Mercedes.
Entre Vitoria y Burgos llueve bastante y aparece el frío. Hemos pasado más frío cruzando España, tanto de subida como de bajada, que por el norte de Francia, ¡quien nos lo iba a decir!
A la entrada de Madrid atasco, como siempre. Decidimos tomárnoslo con tranquilidad ya que después de tantos kilómetros no queremos un incidente en la llegada a casa.
Llego a casa con la espalda como un sonajero, pero con una sonrisa de oreja a oreja.
Los kilómetros totales del viaje han sido: 3843 km.
te ha quedado muy chulo!!! vamos a llenarlo con todos nuestros viajes!!!
ResponderEliminarpato
Estupendo relato.Gracias por compartirlo.
ResponderEliminarVs