domingo, 15 de julio de 2012

5.000 Kms por Marruecos -4-


09-03-12 – MERZOUGA – MIDELT – 260 km
El despertador suena a las 5.30 de la mañana. Queremos subir a lo alto de la duna para ver el amanecer desde allí. Vuelve a ser agotador y además hace mucho frío y viento, pero nos motiva el espectáculo que esperamos ver. Llegamos casi hasta la cima, y esperamos impacientes a que salga el sol. Suele ser típico subir aquí a ver el amanecer, pero hoy somos los únicos. El viento y el frío han acobardado al resto de visitantes. No me esperaba este frío, y como el resto de la ropa está en el alberque llevo puesto el pijama debajo de la ropa de calle. Un viejo truco que me enseñó un buen amigo cuando iba a ver los partidos al Bernabeu en invierno.
El paisaje va ganando luz con el paso de los minutos, y finalmente el sol se asoma por encima de las dunas, iluminando las crestas de éstas, y poco a poco va ganando terreno. Es una maravilla el contemplar como una línea horizontal sobre el paisaje va avanzando cambiandolo de color. Sin duda ha merecido la pena el esfuerzo.




Ahora toca bajar la duna, y esta vez lo hacemos por el lado más vertical, lanzandonos, empujandonos y jugando como niños. Divertidísimo.






Una vez abajo, cogemos las riendas de nuestros amigos García y Aladín y volvemos al albergue. De nuevo sobre la moto ponemos rumbo hacia Midelt. Esto significa rodar hacia el norte, recortando terreno hacia casa. Es una sensación extraña.
De camino a Midelt recorremos el valle del río Ziz. Tiene un palmeral al estilo de el del Draa, pero más pequeño.


Midelt es un pueblo situado en la llanura donde el Anti Atlas deja paso al Alto Atlas,  y cuya actividad principal son las piedras y los fósiles. Nos dirigimos directamente a un hotel que nos recomendaron en Alí el cojo, situado a las afueras. Es de cuatro estrellas y se nos escapa de presupuesto, pero tras largas negociaciones con el personal del hotel conseguimos un buen precio con cena y desayuno incluidos.


10-03-12 – MIDELT – MEKNES – 238 km

Salimos de Midelt rumbo a Azrou. Cruzamos el Atlas hacia el norte, pero por este lado no hay un puerto de montaña definido como el Tizi-n-Ticha, sino que lo atravesamos por un valle que transcurre a más de 2.000m de altitud durante bastantes kilómetros. El frío vuelve a ser considerable y tenemos que parar a abrigarnos.
Antes de llegar a Azrou nos desviamos por una pequeña carretera en bastante mal estado que recorre el parque natural de Ifrane. Nos adentramos en busca del famoso bosque de cedros y los monos salvajes.
A los pocos minutos aparecen los monos salvajes. Paramos la moto y nos quedamos quietos observando como realizan las tareas típicas de los monos. Saltan por las ramas, corretean unos detrás de otros, se despiojan la espalda… Me encantan estos animales.




Seguimos avanzando y la carretera es cada vez más estrecha. En algunos tramos aparece la nieve. El gps se da por vencido y sólo es capaz de indicarnos que vamos por en medio de la nada. No tenemos ni idea de donde nos llevará esta carreterita. Tenemos hambre y no hay nada a nuestro alrededor. Comemos un plátano que cogimos del hotel. Podría ser una situación agobiante, pero como tenemos el depósito casi lleno disfrutamos del momento y de estos kilómetros perdidos por Marruecos.





En uno de los tramos rodeados de bosque nos cruzamos con un coche. Como la carretera es muy estrecha me detengo para facilitarle el paso. Justo cuando nos rebasa veo que el coche da un frenazo. Miro por el retroviso para ver que ocurre y veo que ha frenado por que se le ha cruzado un animal bastante grande. El coche reemprende la marcha rápidamente y desaparece. El animal sigue ahí, observandonos. Está entre unos arbustos y sólo le vemos la cabeza. Quizá sea una gilipollez como la copa de un pino lo que voy a decir, pero a mi me parece un oso, más bien una cría de oso ya que no es muy grande.  No se si por estas tierras es posible que haya algun oso, imagino que no por que hay ovejas sueltas en fincas cercanas, pero tenía pinta de osito. Fuese lo que fuese nos largamos por si acaso.
Tras muchos baches llegamos de nuevo a la suave carretera principal. Rodamos directos a Meknes, donde ya habíamos fichado por internet un hotel. Llegamos al hotel y el precio no coincide con el que habíamos visto en internet. Es más caro. Salimos de recepción, me conecto a su wifi con el móvil y hago la reserva por internet. Entramos de nuevo con la reserva hecha a menor precio. El recepcionista alucina con nuestra jugada.
Hartos de tajin y cuscús nos vamos a cenar a un Pizza Hut que hay cerca del hotel.


11-03-12 – MEKNES – CHAOUEN – 200km
Dedicamos gran parte de la mañana a visitar la ciudad. Meknés es una de las cuatro ciudades imperiales de Marruecos, junto con Marrakech, Fez y Rabat.
Visitamos su maravillosa puerta, la plaza, el zoco y una madrasa.





 
Continuamos ruta y paramos a comer en un bar que está justo enfrente de las ruinas romanas de Volubilis. Estas ruinas merecen una visita con tranquilidad, pero como no queremos que se haga tarde y ya las concíamos, decidimos continuar hacia Chaouen.


Llegamos a Chaouen, también llamada Chefchaouen, y damos vueltas con la moto en busca de alojamiento. Todos los hoteles que vemos nos parecen demasiado cutres, y eso que nuestro listón está bastante bajo y adaptado a un viaje de estas características. Veo un grupo de motos matrícula española, y me lanzo a preguntarles. Son de Ceuta, y se están poniendo las botas a jamón… ¡Jamón! Que envidia. Nos recomiendan un hotel, Casa Hassam. Éste ya lo habíamos visto por internet, pero se iba de presupuesto, más de 80 euros y sin desayuno. Nos dicen que ni hablar, que le metamos caña al recepcionista, que ellos estuvieron por 50 euros con cena y desayuno hace no mucho. ¡Lo intentaremos!
Casa Hasam está en la parte peatonal de la ciudad. Paramos en un parking a dejarla moto para ir a preguntar al hotel. Se genera un revuelo increible a nuestra llegada. Nos rodean personas ofreciendonos parking, hoteles, porros y no se que más historias. Dejamos la moto en el parking y nos acercamos al hotel. La habitación está muy bien y nos dice que son 80e. Le decimos que no, que nos han dicho unos amigos que 50e, con desayuno y cena. La respuesta del chico es: “Ok, no te voy a decir que no”. Así de facil y sencillo.
Damos un pequeño paseito y cenamos en el hotel. Tienen pastilla, el plato que nos quedaba por probar. Yo la pido de pollo, Rocío de verduras. La mía está buenísima, con un toque dulzón. La de Rocío es fuego puro. No puede picar más. Se lo decimos al camarero y se la cambian sin problema por una de pollo. Desde la cocina se oyen risitas de las cocineras. Vuelve el camarero y nos comenta que efectivamente se les había ido la mano con las especias.


12-03-12 – CHAOUEN – TARIFA – 110 km

Dedicamos la mañana a pasear por las calles de Chaouen. Lo primero que llama la atención de esta ciudad es que sus calles son de color azul, y cuanto más altas están, más intenso es el azul. Lo segundo es que aquí todo el mundo habla español. La gente en Marruecos cambia mucho del norte al sur, al igual que el té. El té es más dulce al norte, y más amargo al sur. Con la gente ocurre más bien lo contrario. Además, en Chaouen se mueve mucho jachís, y prácticamente te lo ofrecen en cada esquina. Esto provoca que se vean muchos “macarrillas”. Aún así, esta ciudad tiene un encanto especial, y paseando por sus azules calles puedes llegar a sentirte partícipe de un empalagoso cuento de princesas.





La princesa del cuento



Puerta típica de Chaouen

Volvemos al hotel a recoger nuestras pertenencias. Hoy abandonaremos África. Nos da mucha pena. Volvemos al parking a por la moto, cargamos todo y…¡la moto no arranca! No me lo puedo creer. ¡El último día!. Ayer con el follón que se creó con lo del hotel en el parking al final se creó un poco de mal ambiente, por lo que me imagino que algo me habrán hecho a la moto. Blasfemo en cristiano todo lo alto que puedo. Deduzco que es algo eléctrico y me pongo a revisar el cableado de la moto, en busca de algun corte mal intencionado. Estoy muy cabreado. Hablo con el tipo del parking, dice que no ha visto nada. Mientras reviso todo lo que se me ocurre oigo una vocecilla femenina que me dice: oye, ¿este botón rojo no estaba antes para el otro lado?... ¡jooooooooder! ¡Alguien ha pulsado el maldito cortacorrientes! Menos mal que Rocío se dió cuenta, por que yo me veía desmontando media moto y terminando de liarla.
Finalmente arrancamos y emprendemos nuestros últimos kilómetros sobre Marruecos. Como es habitual por las carreteras del norte atraesamos varios controles policiales. A lo largo del viaje habremos atravesado decenas de controles rutinarios, en el que sólo nos dieron el alto en uno, y fue para preguntarnos por la marca de la moto. 


Finalmente llegamos al puerto de Tánger, donde cambiamos el dinero que nos ha sobrado. Hemos gastado menos de lo que habíamos pensado, fundamentalmente por que la gasolina está más barata de lo que habíamos calculado. Habíamos cometido un error de principiantes, cambiar todo el dinero al comienzo del viaje, por lo que ahora al volverlo a cambiar a euros perdemos dinero. Tomamos nota para futuros viajes.
Con la moto en la panza del barco comenzamos a navegar dejando la costa africana a nuestras espaldas, cada vez más lejos. ¡Volveremos África, no lo dudes!
Cuando rodabamos a la altura de Tetuán me fijé en que hacía bastante viento, y que venía del levante, por lo que supuse que el barco se movería. Rocío pregunta a un miembro de la tripulación por el estado del mar, y si había previsiones de que se moviese para ir a por la biodramina a la maleta de la moto. El tripulante contesta que no hay problema, que el mar está muy tranquilo hoy. Se fía de su criterio y no baja a por las pastillas. A los pocos minutos el barco se mueve más que el barco pirata del parque de atracciones y en la sala de pasajeros se oye todo un  concierto de vómitos. Las señoras de la limpieza del barco no paran de repartir bolsas de mareo y de limpiar lo que pueden. Hay una mujer embarazada que no puede más. El tripulante al que preguntamos no aparece por la sala en ningun momento. Rocío consigue aguantar como una jabata a base de concentración, y a mí que no me suelen afectar mucho estos movimientos se me hace un trayecto infinito.
Salimos de la panza del barco ya en Tarifa. Cenamos ensalada, jamón y croquetas. Vamos al hostal de siempre donde nos reciben haciéndonos la ola.
Aún tenemos unos días por delante, donde pararemos a visitar a unos amigos en Sevilla y visitaremos Córdoba, pero eso ya es otra historia.
Ha sido un viaje estupendo. Ya podemos atrevernos a decir que conocemos Marruecos. Lo hemos recorrido de norte a sur, y de este a oeste. Para descubrir un país hay que recorrerlo por carretera, y mejor en moto, ya que es la única manera de sentirlo palmo a palmo, de ser partícipe del paisaje y de integrarse en la sociedad, y si además lo haces en pareja, lo vivirás de una forma más intensa y especial.





5.000 Kms por Marruecos -3-


05-03-12 – OUZOUD – OUARZAZATE – 354 km

No se si en el hotel se han dado cuenta de que somos sólo dos personas, por que nos ponen un desayuno para por lo menos ocho. Con aceitunas incluidas. No es la primera vez que nos ponen aceitunas en el desayuno. Desconozco si es una costumbre marroquí, pero a mi con el té y la mermelada dulce no me pegan mucho la verdad.
Aunque en el hotel nos aseguran que la carretera para cruzar  el Atlas de Azilal a Ouarzazate está asfaltada y que hay una gasolinera, decidimos no arriesgarnos y deshacer parte del camino para cruzar la cordillera por el puerto principal, el Tizi-n-Tictika.
De camino a este puerto nos damos uno de los mayores sustos de todo el viaje. En una carretera de doble sentido, un “grand taxi” se pone a adelantar a otro coche. Viene hacia nosotros por nuestro carril, y no para de darnos las largas para que nos quitemos. Quizás una motillo pequeña de las que hay por aquí se pueda echar a un lado y quepan todos, pero con una moto grande con maletas es imposible, además no hay arcen donde poder desplazarme. Viene hacia nosotros a toda leche, dando ráfagas sin parar. No puedo hacer otra cosa que frenar y devolverle todas las ráfagas con intención de que entienda que no tengo donde meterme. Siento a Rocío agarrada fuertemente a mi pecho. Nos cruzamos con el taxi a poca distancia y afortunadamente todo queda en un susto.
Los taxis en Marruecos se dividen en “petit taxi” (taxi pequeño), sólo para las ciudades, y los “grand taxi”, para trayectos interurbanos. Estos últimos son los reyes de la carretera. El 95% son Mercedes destartalados de los años 80, suelen llevar 6 o 7 personas con su equipaje en su interior, y al conocerse la carretera al dedillo llevan un ritmo endiablado. 


Comenzamos el ascenso al puerto, hasta sus 2.260m de altitud. Al coronar el puerto paramos a hacernos la típica foto con el cartel y se vuelve a dar la extraña situación que viví un par de años antes en el mismo lugar. En la cima, rodeando el cartel que indica la altitud del puerto hay una serie de tiendecitas de “souvenirs”, que por estas tierras son piedras del lugar. El caso es que al estar haciendo las fotos en el cartel los dependientes intentan llamar tu atención para que entres en su tienda, pero no se acercan a tí. Todos se quedan como a dos metros de la puerta de su tienda, como si estuviesen sujetos por una invisible correa o hubiese una pared imaginaria que les impide acercarse más. Se estiran todo lo que pueden, alargan los brazos, gritan, pero ninguno traspasa esa línea invisible. Me resulta muy curioso ese comportamiento. Imagino que su explicación tendrá.


Bajando el puerto, cruzando uno de los pueblecitos que hay en la carretera casi atropello a un hombre. Se trataba del tipico guiri de color rosa, de unos 60 años, con cámara en mano y sandalias con calcetines. Paré la moto a un palmo escaso de su cuerpo, llevándome un buen susto. En cambio él ni se inmuta, de hecho dudo que se enterase de lo ocurrido. Un marroquí sentado en una silla viendo pasar la vida a pie de calle me mira y alucina igual que yo con el comportamiento del guiri. Rocío explota a reir. No puede parar. Llora de la risa. Unas curvas más adelante tengo que detener la moto por miedo a perderla por el camino por que no puede controlar el ataque de risa. Ha sido un descenso muy divertido.

Antes de llegar a Ouarzazate nos desviamos de la carretera para visitar Ait Ben Haddou. Se trata de una pequeña ciudad fortificada o “ksar” que es Patrimonio de la Humanidad, en la que se han grabado varias películas, entre ellas “Lawrence de arabia” y “Gladiator”. Como ya se estaba metiendo el sol Rocío prefiere ir avanzando hacia Ouarzazate, así que como yo ya lo conocía de otro viaje hicimos la foto desde fuera y seguimos ruta.

En Ouarzazate encontramos un hotelito nuevo, limpio, con wifi gratis y muy barato, 20e los dos con desayuno. Además cenamos en un sitio totalmente auténtico que nos indican en el hotel. Decidimos quedarnos dos noches y mañana después de la ruta hasta Zagora volver a dormir aquí.

06-03-12 – OUARZAZATE – ZAGORA – OUARZAZATE – 312 km

Arrancamos la moto ligeros de equipaje, sin las maletas, ya que volvemos a dormir al mismo lugar. ¡Que gozada! ¡Cómo se nota el peso y el volumen! Vuelvo a disfrutar de su bonita y estilizada figura. De la moto, digo.
El plan de hoy es bajar hasta Zagora, el punto más al sur del viaje, y al que jamás haya llegado en moto (de momento), y deshacer el camino de vuelta hasta el hotel.
El primer tramo es una zona montañosa, desértica, en la que sólo hay rocas y piedras. Rodar por Marte debe ser algo parecido, solo que sin oxígeno. 




Unos kilómetroa más adelante el río se une al curso de la carretera, o al revés. El paso del río provoca uno de los mayores palmerales del país. Hemos pasado de un paisaje marciano, sin una pizca de verde, a estar rodeados de palmeras. Desde las zonas algo elevadas se puede apreciar un auténtico mar de palmeras del que no se divisa el final. 





 
Llegamos a Zagora y el calor aprieta. Vamos literalmete cocidos como pollos. La bolsa sobredepósito va cargada con los forros y las sudaderas, ya que al amanecer en Ouarzazate hacia bastante fresco. Cosas del desierto.


Comemos y nos vamos en busca del famoso cartel que indica que estamos a 52 días en camello de Tombuctú. 


Deshacemos la ruta rumbo al hotel, esta vez con el sol de cara, haciendo el camino bastante incómodo. Tras el éxito de ayer volvimos a cenar al mismo sitio.
Vuelvo a tener la nariz incandescente.

07-03-12 – OUARZAZATE – TINERHIR – 282 km
Lo primero que hacemos antes de abandonar la ciudad es buscar una crema factor infinito para mi nariz.
Después ponemos rumbo a la garganta del Dadés. La carretera ofrece unas vistas espectaculares, con el desierto a nuestra derecha y el Atlas con sus cimas nevadas a la izquierda. En este tramo alcanzamos a un grupito de 8 motos con matrículas españolas, nos ponemos a rueda para disfrutar de la conducción en grupo.
Ya en la carretera que se dirige al Dadés pasamos por una zona en la que las rocas de las montañas tienen unas formas muy peculiares. En un viaje anterior ya me llamaron la atención, pero ahora gracias a las traducciones de Rocío me entero de que son llamadas “dedos de mono”. El nombre me encanta.
Paramos a tomar algo y charlamos con un guia de 4x4 que estaba en el bar. Me confirma lo que ya me suponía. El tramo que une las gargantas del Dadés y del Todra por la parte de la montaña es solo apta para motos de enduro, ya que es una pista muy rota. Eso significa que una vez arriba habrá que deshacer el camino para bajar.
Remontamos el curso del río por una carreterita paralela al mismo. En algunos tramos se retuerce muchísimo, creando curvas imposibles con grandes pendientes y penoso asfalto. Maravillosa. 




Es en una de estas curvas imposibles donde por culpa de una autocaravana holandesa casi nos vamos al suelo. En una paella a izquierdas la caravana se abre a la derecha, yo me supongo que para ganar radio de giro, pero no, se para a contemplar el paisaje. Me hace parar en plena curva, la moto va muy cargada y hay mucha pendiente positiva. Controlo la moto como puedo, y mantenemos la verticalidad. Meto primera e intento continuar con la curva, pero al de la caravana no se le ocurre otra cosa que arrancar la marcha tambien. Me distrae y se me cala. Otra vez lucho contra la física por mantener la moto en pie, y si no llega a ser por que Rocío saca el pie y me ayuda a levantarla no lo hubiese conseguido. Por si fuera poco el maldito holandés protesta y me mete prisa para que arranque. Si no fuese por que estaba asfixiado dentro del casco por el esfuerzo realizado le hubiera gritado de todo.
Una vez conseguido el efecto giroscópico rodamos hasta la garganta, donde en esta ocasión el río no estaba desbordado y no cortaba la carretera.



 
Deshacemos el camino y enfilamos la garganta del Todra. Es algo parecido a la anterior pero más profunda. La carretera de acceso está muy bacheada y encontramos algun pueblo metido entre dos paredes de piedra, en los que imagino que sólo les llegará el sol cuando éste esté en la vertical. 


Llegamos a la garganta y nos encontramos un grupito de moteros catalanes. Se agradece un ratito de charla después de una semana perdidos por aquí abajo. 


Deshacemos el camino y vamos buscando una pensión que nos recomendó el guia del 4x4, a la que incluso llamó para reservarnos un hueco. Pero no somos capaces de encontrarla por muchas vueltas que damos. El sol se mete y aparece la noche, y no conseguimos alojamiento. Al organizar el viaje acordamos que tendriamos que haber conseguido alojamiento antes de que se hiciese de noche, ya que estar sin alojamiento y que se haga tarde por estos lares es algo que a Rocío le inquieta y pone de los nervios. Y así ocurre. Finalmente conseguimos una habitación que no tiene muy mala pinta. El recepcionista es agradable, y como no dispone de garage no pone inconveniente en que meta la moto dentro del bar, haciendome un hueco entre las mesas, algunas ocupadas. Los clientes del bar alucinan con mis maniobras para meter la moto hasta la cocina, nunca mejor dicho.



08-03-12 – TINERHIR – MERZOUGA – 201 km

Hoy es un día especial dentro del viaje. Hoy dormiremos en pleno desierto, en las dunas. Yo tuve la ocasión de disfrutarlo en un viaje anterior, pero me hace mucha ilusión volver a vivir esa experiencia con Rocío, y ella ya está impaciente por llegar.
Con muchas ganas emprendemos la marcha dirección a Erfoud. En esta carretera secundaria aparecen los primeros camellos, bueno, más bien dromedarios.






Con éstos aparecen tambien las primeras dunitas en los márgenes de la carretera, ¡que ilusión!



Llegamos a Rissani, cruzando su bonita puerte de entrada… 


Esta pequeña localidad es un poco caótica, y tiene el asfalto mas pulido sobre el que jamás haya rodado. Paramos a comer en una terraza unas brochetas de pollo que estaban la mar de malas pero acompañadas de unas fabulosas patatas fritas, y durante la comida vinieron a darnos la brasa varios “locos-mendigos”. Abandonamos el pueblo con una mala impresión del lugar, a ver si en la próxima visita cambia la cosa.
Enfilamos el último tramo hacia Merzouga, concretamente hacia el famoso albergue de “Alí el cojo”. Han puesto una gasolinera nueva (cosa que se agradece) justo antes del desvío de la pista que sale hacia Alí el cojo, por lo que ahora es sencillo encontrarla, si llegas a la gasolinera es que te has pasado.



Llegamos al albergue y nos reciben con una sonrisa, como siempre. Nos damos una ducha, cojemos lo imprescindible y nos subimos a los camellos con intención de pasar la noche en el campamento que tienen montado en las dunas.
Bautizo a mi camello como “García”, y Rocío al suyo como “Aladín”. Una vez sobre su joroba emprendemos el camino hacia el interior de las dunas. El trayecto dura como una hora y media, y el paisaje es espectacular. Quizá sea por el contraste con la dorada arena, pero veo el cielo super azul. Precioso.





¿¿Erección de García??

Llegamos a los pies de la gran duna, donde está situado el campamento con las jaimas. Nos disponemos a subir a lo alto de la duna, para desde allí disfrutar del espectáculo que supone un atardecer en el desierto. Rocío hace caso omiso a  mis consejos y comienza a un ritmo muy rápido. Parece que no, pero trepar por una duna cansa un huevo. A los pocos minutos Rocío necesita un respiro. Esta vez soy yo quien puede decir eso de… ¡te lo dije! 



Una vez casi en la cima nos sentamos a disfrutar del mágico momento. 



 
Bajamos a las jaimas, donde nuestro guía nos está preparando la cena, no sin antes vaciar los zapatos de arena. Es increible la cantidad de arena que cabe en un zapato. Llegas a andar sobre una plantilla de arena dentro del zapato. Impresionante.




Después de cenar el guía nos lleva a dar un paseo por el desierto. Hay luna llena. No hace falta linterna, de hecho hay tanta luz que se puede leer. Cuando nos alejamos y perdemos la referencia del campamento parece que estamos andando sobre un mar grisáceo, cuyas olas son de finisima arena. Nos acercamos hasta otro campamento, donde rompen el silencio del desierto cantando y tocando los tambores alrededor de una hoguera. Aunque hace frío, la noche es mágica.