01-03-2012 – AGADIR – MARRAKECH – 243 km
Nos levantamos con tranquilidad tras
descubrir que entre Agadir y Marrakech existe una autopista. Tanto en el mapa
como en el gps nos aparecía una carretera nacional, por lo que la etapa que
pensabamos que iba a resultar bastante larga no lo fue tanto. Antes de
abandonar Agadir buscamos una farmacia, ya que tengo la nariz como un pimiento
de rodar con la visera levantada. En una guía leí una frase que me encantó:
“Marruecos es un país frío donde el sol es abrasador”. Comprobado.
La autopista parece nueva y esta en
perfecto estado. Tenemos que parar a abrigarnos, ya que cruzando el Anti Atlas
circulamos a unos 1.300 mts de altitud, y eso se nota. Como vamos bien de
tiempo y la autopista es monótona y aburrida, al ver el divertido nombre de la
localidad de Chichaua decidimos continuar por carretera convencional.
Esta carretera resulta estar llena de
vida. Infinidad de puestos, bicis, carros y sobre todo gente que va y viene nos
acompañan en la infinita recta que nos llevará hasta Marrakech. Rocío, como los
demás días, se lo pasa pipa saludando a todo el que ve por la carretera cual
princesita en su carroza, saludando a izquierda y derecha.
En cada cruce que atravesamos le doy las
gracias a mi amigo Jako por las horas que me dedicó delante de su ordenador
tratando de encontrar y meter una cartografía de Marruecos al gps. Gracias a
este esfuerzo conseguimos llegar hasta la mismísima puerta del riad que
teníamos reservado en el corazón de la medina.
Después del numerito que supone circular
en una moto cargada hasta los topes por las callejuelas de la medina y del
espectáculo que genera negociar un aparcamiento para la moto tocamos el timbre
del riad. Allí nos esperaba Antoine, el amabilísimo propietatrio de esta casa
de huespedes (así la considera él, más que un riad o un hotel). Antoine es un
hombre francés, de unos 40 años, que lo dejó todo por irse a Marrakech con el
sueño de montar su propia casa de huespedes. El trato que nos da es exquisito,
haciendonos sentir como en nuestra propia casa. Aquí pasaremos los próximos
días.
02-03-2012 y 03-03-2012 – MARRAKECK – 0 km
Cambiamos el disfraz de motoristas por
el de turistas y tras un majestuoso desayuno en casa de Antoine salimos a la
ciudad a hacer el “guiri” cámara en mano.
Como en todas las ciudades del país el
punto fuerte es el centro de la medina, y en Marrakech concretamente la plaza Jamaa
el Fna, famosa en todo el mundo por sus diversos puestos y su increible ambiente.
Tristemente ahora también es recordada por el atentado que sufrió en uno de sus
cafés en el año 2011 y que causó la muerte a 16 personas
En esta plaza hay puestos para todos los
gustos, desde dulcísimos zumos de narajanja recien exprimidos, hasta encantadores
de serpientes con flauta, pasando por especies, frutos secos, tatuajes de hena,
souvenirs, plantas, gorritos….
Llaman la atención la cantidad de
puestos de naranjas perfectamente ordenadas que hay por la plaza. Todos iguales
y numerados, ofreciendo zumos de naranja o pomelo recien exprimidos. Decidimos
probar uno, y elegimos el nº 14, por
la simpatía del vendedor y por ser nuestro número favorito. Oh my god!
(como dicen los yankis). Tengo que repetir, ¡está buenísimo!
Si durante el día esta plaza está llena
de vida, al caer los rayos de sol se convierte en un hervidero de gente,
puestos, cuentacuentos y juegos de habilidad.
Además, como si de un riguroso ritual
se tratase, dedican cada tarde a montar unos puestos de comida para cenar, los
cuales desmontan cada mañana para que durante el día la plaza quede libre. A la
hora de la cena estos puestos toman todo el protagonismo de la plaza, ya que
las diferentes parrillas no dan tregua y el humo de todas ellas invade la zona,
creando un ambiente singular.
Al acercarte a los puestos serás
invitado por “Abdul Arguiñano” a
sentarte en una de sus mesas, a cenar “más bueno que Carrefour” y “más barato
que Ryanair”. He de decir que aunque no es la mejor calidad-precio de la
ciudad, cenar en uno de estos puestos es toda una experiencia positiva.
http://www.youtube.com/watch?v=8Z2TfI2bHoc&feature=plcp
El otro punto fuerte que visitar en
Marrakech es su zoco. Todo un laberinto de callejones y callejuelas repletas de
todo tipo de artilujios. Nos llama mucho la atención que, en comparación con
anteriores visitas a Marruecos o con otros países del estilo, los vendedores
“casi” no resultan pesados e incluso encontramos algunos puestos con carteles
de precio fijo. Parece que el arte del regateo está perdiendo su efecto, aunque
no para Rocío, que consigue sacar los pendientes y las pulseras a un precio
infinidad de veces inferior al original, llegando a acabar con la paciencia de
los vendedores. ¡Gracias a Dios que viajamos en moto y que sólo puede comprar
cosas que apenas ocupen espacio!
Pero a parte de esto Marrakech ofrece
mucho más al visitante. Tumbas, palacios, jardines o preciosas “medersas” (casa
de estudiantes) son una parte de la oferta cultural de la ciudad.
Y, aunque no aparezca en las guías de
viaje, el viajero occidental disfrutará de un simple paseo por la ciudad,
esquivando ruidosas motillos y formando parte de ese ajetreo que caracteriza a
la ciudad.
04-03-12 – MARRAKECH – OUZOUD – 210 km
Después de recuperar la moto del
aparcamiento donde ha estado descansando estos días, nos disponemos a abandonar
Marrakech, pero no sin antes hacer la última visita turística al Jardín
Majorelle. Se trata de un bonito jardín mantenido por la asociación “Yves Saint
Laurent”, en el que se supone que está uno de los árboles más antiguos del
mundo, aunque nosotros no vimos nada que se pareciese a un longevo árbol.
De nuevo con el casco puesto y con el
trasero renovado volvemos a deslizar el asfalto bajo las ruedas y ponemos rumbo
a las cascadas de Ouzoud. Hay una carretera principal que da un pequeño rodeo,
y otra comarcal que va algo más directa. Tomamos esta segunda opción ya que no
tenemos prisa y queremos disfrutar de los paisajes y de los pueblos. Pero poco
duramos en esta ruta, ya que el asfalto esta muy bacheado y vamos pegando botes
continuamente. La moto va muy cargada, y al no ser una moto pensada para viajar
a duo temo por el amortiguador trasero y los soportes de las maletas, y como ya
tenemos la espalda como un sonajero decidimos volver a la ruta principal.
Desde la carretera principal hasta las
cascadas hay como 32 km, pero tardamos como 2h en recorrerlos, ya que discurren
por una maltrecha carretera de alta montaña.
Ouzoud realmente no es un pueblo. No
puede considerarse así. Simplemente está formado por un par de campings, 3 ó 4
hoteles, un paseo con puestecillos y varias zonas de aparcamiento. Todo gira en
torno a la cascada, y tiene pinta de ser el típico lugar donde los lugareños
vienen a pasar el domingo.
Gracias al wifi de Antoine tenemos ya un
hotel mirado. El acceso al hotel es por el paseo peatonal lleno de puestos, y
como tiene escaleras me indican que deje la moto fuera del “pueblo” en una de
las zonas de aparcamiento. Examino el camino y veo una rampita al lado de los
escalones, por la que puedo pasar con la moto.
En el hotel nos reciben con mucha
amabilidad, y tras invitarnos a un té, uno de los chicos nos acompaña a ver la
cascada. Tiene un buen nivel de castellano, así como de otros idiomas, fruto de
hacer de guía a los turistas. Dice ser bereber, y que le gustaría visitar Europa algun día, pero sólo una semana de vacaciones. No cambiaría su vida a
los pies de la cascada por nada del mundo, donde el estrés no existe.
La cascada es impresionante. Tiene unos
130m de caída, y según nos cuenta es el salto de agua más alto del norte de
África.
La habitación del hotel es bastante
humilde, pero la amabilidad del personal lo compensa. Preparan la cena en
exclusiva para nosotros, ya que somos los únicos comensales. Mientras la
preparan disfrutamos de otro té en un precioso salón tan sólo iluminado por la tenue
luz de una vela. Se genera un ambiente muy especial, pero pronto el frío hace
acto de presencia. Hay una chimenea, pero no la quieren encender ya que una
gata con recien nacidos la ha convertido en su hogar. Nos deleitan con una sopa
de verduras bereber y unas brochetas de pollo con patatas. La sopa está fuerte,
consistente y buenísima. Según nos cuentan es la sopa que usan ellos en el
ramadán para cargarse de energía.
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