miércoles, 28 de marzo de 2018

Vietnam





VIETNAM


Asia. Por fin llegó el momento de visitar el continente del arroz, de los ojos rasgados, de las imitaciones, de las letras imposibles, de la comida extraña. Porque hay que ser realista, aunque una visita por el canal del Bósforo nos situó geográficamente en Asia anteriormente, no debería contar como que has estado en ese continente.
Pero Asia es muy grande, con muchos países y con todo tipo de climas en el mes de noviembre, desde el frío Japón hasta las cálidas islas de Filipinas. Descartamos lugares fríos, y también Tailandia, demasiado masificada en noviembre y finalmente nos decidimos por Vietnam.
La primera gran diferencia con la que me encuentro durante los preparativos respecto a otros viajes es que en Vietnam no es viable eso de alquilar un coche dos semanas y recorrer el país a tu bola. Se podría hacer, pero con conductor local, lo que dispara el presupuesto ya que tienes que hacerte cargo de los gastos de manutención del conductor, a parte de quitarle gracia al asunto. Cambiamos el chip y asumimos que hay que moverse en transporte público. Reservamos un vuelo de ida hasta Hanoi, en el norte, y el vuelo de vuelta desde Ho Chi Min, en el sur, con la idea de recorrer el país de norte a sur.

7-11-14. – LLEGADA A HANOI

Teníamos muchas ganas de llegar, tantas que las tres horas de escala en el aeropuerto de Frankfurt nos la pasamos preguntándonos cada vez que veíamos a un pasajero con rasgos asiáticos si sería vietnamita, si iría en nuestro vuelo. Finalmente llegó la hora de tomar asiento en la cola del abarrotadísimo y enorme Boeing 777 de Vietnam Airlines, y ese sería nuestro lugar durante las próximas diez horas y media.
Nuestro primer contacto con los vietnamitas fue con la tripulación. No faltaron sonrisas ni amabilidades, en parte lógico ya que es parte de su trabajo, pero aquí apareció la primera muestra de hospitalidad, cuando una de las auxiliares nos dio su email y su teléfono y se ofreció para enseñarnos Saigón, la actual Ho Chi Min, cuando llegásemos a ella. Fue una pena que antes de llegar al hotel ya hubiese perdido el papelito donde me lo apuntó, ya que hubiera sido una experiencia la mar de interesante.
Miles y miles de motillos. Bebés en la moto. Hasta cuatro personas en la moto. Casi todos con mascarilla. El centro de Hanoi, con sus estrechas callejuelas, es como estar en un enjambre de abejas en el que cada abeja, en lugar de tener aguijón, tiene tubo de escape.




El tráfico es lo que más nos impactó al principio. A todo ese caos hay que añadirle que se pita por todo. Es una auténtica feria.








Aunque estábamos bastante cansados por el jetlag, ya que habíamos aterrizado por la mañana temprano, aprovechamos todo el día para andurrear por las calles de la ciudad.
El centro antiguo de Hanoi está formado por edificios de escasa altura, ya que antiguamente estaban regidas por una ley feudal que las limitaba a dos plantas y por respeto al rey no podían ser más altas que el palacio real. Las calles están llenas de una actividad frenética, no sólo en la calzada, donde cruzar una calle tiene su técnica y supone un salto de fe, sino también sobre las aceras. Las aceras no son aceras, tienen pinta de aceras con sus baldosines y su escalón, pero no son aceras. Al menos lo que nosotros consideramos como acera, y copio textualmente la definición que da la Real Academia:
“Orilla de la calle o de otra vía pública, generalmente enlosada, sita junto al paramento de las casas, y particularmente destinada para el tránsito de la gente que va a pie.”
Y es que en Hanoi no esta destinada para el tránsito de la gente, más bien está destinada a aparcar motillos, a terrazas de pequeños taburetitos de plástico azul, a improvisados talleres, mercadillos, cocinas o cualquier otra actividad que requiera algo de espacio adicional.







Ya sabéis, los que tengáis un piso minúsculo o los que no queráis que os huela a fritanga toda la casa, bajaros a la acera.
Entre todo este jaleo andamos patosamente los turistas, que no pasamos físicamente desapercibidos entre los vietnamitas, pero sorprendentemente nadie se acerca en plan pesado, como ocurre en otros países, intentando vendernos algo o llevarnos a su hotel. En una ocasión se me acercó un limpiabotas, me hizo un gesto como ofreciéndose a limpiar mis zapatos, yo me miré los pies, vi mis viejas zapatillas de trekking y le devolví la mirada como diciendo: no hace falta que me limpies las zapatillas que es el primer día y les quedan mucho tute. Pero en cambio no se marchó, sino que se acercó. Yo imaginé lo típico, el primer pesado que quiere sacarme algún dólar. Mi sorpresa fue cuando en un sigiloso y rápido movimiento Ninja sacó un botecito de pegamento, se agachó, me sujetó el pie y me pegó un trocito de goma que tenía suelta. Apenas me dio tiempo a reaccionar cuando ya se estaba marchando con una sonrisa en la boca. Todo un ejemplo de lo agradable que es la gente en esta ciudad del norte de Vietnam. Ni que decir tiene que el trocito que pegó sigue en perfecto estado, y seguramente el día en que la zapatilla se desintegre lo seguirá estando. 


Los clásicos postes de cableado











8-11-14. HANOI – BAHÍA DE HALONG.
Bien prontito por la mañana nos recoge un pequeño autobús que nos llevaría hasta el puerto de Halong,  de donde sale el crucero que habíamos contratado desde casa por la famosa Bahía de Halong. Esta bahía es la atracción turística por excelencia del norte de Vietnam, y para muchos lo mejor de todo el país. Al ser tan popular hay muchísima oferta de circuitos para visitarlo. Lo normal es hacer un crucero de una o dos noches en la bahía (yo recomiendo dos). Los que habéis sido valientes y os habéis leído alguno de mis otros viajes, os habréis dado cuenta que rara vez recomiendo un hotel o un restaurante en concreto, ya que soy de la opinión de que merece la pena que cada uno se las apañe en ese sentido, que considero parte de la gracia de viajar. Pero en este caso, ya que hay que pasar por el aro de una agencia de viajes que organice el crucero y, por lo que leí en algunos foros, se dan algunos casos de engaño, me atreveré a recomendar la agencia en donde lo reservamos nosotros, ya que funcionó perfectamente y recibimos un trato extraordinario. www.classytravelvietnam.com
De Hanoi a Halong hay aproximadamente 160 kilómetros. Viajamos en un pequeño autobús de unas 20 plazas, que tras pasar por diferentes hoteles a recoger turistas enfila la “autopista”, es decir, esa línea que es de un rojo más grueso que las demás en el mapa, pero que de autopista tiene poco. El tráfico es de locos también fuera de la urbe, vale todo. Un pelo. Esa es la medida que separaba nuestro autobús de bicis y motos, después de haberles fundido los tímpanos a pitidos para decirles que se echaran ese pelo a un lado. Rocío intentó echar algún sueñecillo apoyada contra la ventanilla, pero cada pocos minutos era sobresaltada por algún pitido loco o alguna maniobra brusca. La verdad es que las 4 horas que duró el trayecto fueron la mar de entretenidas. 





Durante la primera hora del viaje la guía, una chavalita de escasos veinte años con una incombustible sonrisa profident nos soltó una chapa de mucho cuidado. Hasta el punto de tener que irnos presentando uno por uno a los demás, como si de un tratamiento de terapia grupal se tratase. Pero cualquiera le llevaba la contraria, menudo genio tenía, nos mantuvo a raya todo el viaje. En cambio, la tontería de presentarnos nos sirvió para saber que había otra pareja de españoles.
En el puerto había un follón de narices. Cientos de pequeños buses Hyundai, todos de color arena, de las diferentes agencias se aglomeraban en el aparcamiento del puerto. En el agua otra aglomeración parecida de pequeñas barquitas, que nos transportarían a otra aglomeración similar de viejos barcos de madera.
Una vez en el barco, mientras navegamos hacia la zona interesante, llegó la hora de comer. Aprovechamos para sentarnos junto a los españoles y poco a poco nos fuimos conociendo y descubriendo que teníamos muchas cosas en común. Se trataba de una pareja de malagueños, Laura y David, más majos que las pesetas, de edad similar a la nuestra y con gustos similares. No tardamos en hacer amistad y al final acabamos viajando juntos varios días, aportando mucho a nuestro viaje, sobretodo diversión.

Laura y David


Prácticamente cada noche sigo dando gracias al cielo por decirle a la guía cuando preguntó nuestras preferencias que no me molaba el pescado, porque ¡menudo pescado asqueroso que pusieron para comer! Los vegetarianos (debe estar de moda porque había mogollón) y los que pasábamos del pescado nos estuvimos riendo un buen rato de los que tenían semejante bicho encima del plato.
Aunque el día estaba nublado y brumoso disfrutábamos del impresionante paisaje mientras navegábamos por la bahía, que está formada por más de 2.000 islas.




La primera parada fue para visitar una cueva. El lugar donde está situada es una maravilla, y la cueva en sí resulta bastante curiosa. A mi me recuerda a la Cueva de Los Verdes en Lanzarote, pero más grande.







Para terminar la tarde nos dejaron unos kayaks, así que allá que fuimos los cuatro españoles a disfrutar de semejante paisaje digno de cualquier película de piratas. Eso sí, con cuidadín de no perdernos que todas estas islas son iguales y hay muchas.






Una vez de vuelta al barco por fin tocó una ducha y un ratito de relax en nuestro súper camarote de madera con terraza.





Durante la cena nos cebaron, literalmente, ya que nos trajeron como 10 platos diferentes. Una vez que tuvimos la panza llena, el personal del barco intentó organizar una sesión de karaoke, pero la idea no triunfó y decidimos salir a la cubierta a disfrutar de la noche. El lugar en el que nos encontrábamos atracados era una maravilla, por lo que todos los barcos de los tours atracaron ahí también. En ese trozo de bahía había más barcos que coches en el parking del Corte Inglés en Navidad. En cambio, como había luna llena, se podían distinguir perfectamente las siluetas de las islas, que junto con la verbena luminosa de los barcos, creaban una atmósfera con cierto toque mágico.






09-11-14. BAHÍA DE HALONG.
Bien prontito por la mañana, nuestra guía, cuyo nombre es Seven (siete en inglés), nos pone rumbo a un museo/cultivo flotante de perlas. Allí nos enseñan los cultivos, las diferentes tipos de ostras y con la ayuda de algunos operarios nos hacen alguna demostración de cómo se sacan las perlas de las ostras. Ha resultado algo muy curioso e interesante.



Cambiamos de barco a uno más pequeño y sin camarotes para navegar por la preciosa bahía y su brumoso ambiente hacia el lugar donde pasaremos la noche, una pequeña isla privada donde han montado unos cuantos bungalows al borde de una bonita playita de arena blanca.






La verdad es que las vistas desde nuestra cabaña eran estupendas, y se respiraba una tranquilidad absoluta.




Un ratito de relax, una buena comida y de nuevo al mar, esta vez en un barquito aún más pequeño, rumbo a la isla de Catba, una de las habitadas, para hacer una excursión en bici.







Fue una excursión de lo más divertida, y eso que nos llovió un ratillo, pero ¿acaso eso importa cuándo te lo estás pasando como un enano?
Una vez de vuelta en la isla de las cabañas, como los que en lugar de bici habían escogida kayak ya habían vuelto, decidimos aprovechar el último rato de luz y salir a remar un rato por la zona.





Como veis la calidad de estas últimas fotos es bastante pobre. El motivo no es otro que la falta de luz, porque al final ocurrió lo que no debía ocurrir, que se nos echó la noche encima. En parte fue culpa de unos lugareños que aparecieron en una micro isla con la intención de transportar un generador gigante en un kayak para cambiarlo de isla, y David y yo nos quedamos cotilleando a ver si lo conseguían, mientras las chicas se quedaron en los kayak dispuestas a salir remando a velocidad de molinillo por si esos lugareños resultaban ser unos troceadores de personas o algo similar. El caso es que se hizo de noche muy rápido. Pero habíamos sido previsores y nos movimos por la zona de tal manera que siempre tuviésemos las luces de los bungalow a la vista, ya que sino era muy fácil perderse y eso ya no sería gracioso.
Peeeeeeero con lo que no habíamos contado, y eso que nos advirtieron de ello, es con que la marea baja muchísimo en cuanto cae la noche. Enseguida empezamos a dar con los remos en las rocas. En pocos minutos empezamos a rascar el kayak con el fondo. Y al final tuvimos que bajarnos y arrastrar el kayak por las rocas.
El día finaliza con una buena cena y con un buen rato dedicado a la instalación de la agujereada mosquitera sobre la cama.

10-11-14. BAHÍA DE HALONG – HOIAN.

Comienza el camino de vuelta a Hanoi, es decir, de nuevo al barco pequeño, luego al grande, y luego al autobus.
Durante el viaje en el barco grande, los cocineros nos han deleitado con una exhibición y clase de cocina, y hemos acabado haciendo los típicos rollitos vietnamitas. Me ha recordado mucho a la clase de manualidades del cole, y estoy seguro de que mi rollito habría aprobado el examen.



Hemos congeniado muy bien con los malagueños, y teníamos intención de viajar juntos, pero ellos tenían comprado un vuelo a Hoian, y nosotros un tren a Hue. Fuimos de nuevo a la agencia de viajes a intentar cambiar billetes para poder acoplarnos unos a otros, pero al final no pudo ser.

Pasamos un rato en lo que debe de ser el bar de moda en Hanoi. Un pequeño local que desparrama su terraza de diminutas mesitas y taburetitos azules por media calle, invadiendo medio cruce, sin parecer que eso incomode a nadie.


Mientras nuestros compañeros disfrutaban de una habitación de lujo a precio ridículo, nosotros nos dirijimos a la estación de tren, donde nos esperaban un par de literas, sobre las cuales nos despertaríamos a la mañana siguiente en la ciudad de Hue. Tuvimos suerte y nuestros compañeros de habitación fueron un francés jubilado que viajaba solo y un extraño aunque silencioso vietnamita, el cual sobre las seis de la mañana nos invitó a desayunar una mazorca de maiz caliente.



11-11-14. HANOI – HUE.


La noche en el tren ha sido mejor de lo esperado y hemos podido dormir más o menos comodamente.
Decidimos ir andando desde la estación de tren hasta el hotel que habíamos reservado el día anterior. Al  final resulta un paseo demasiado largo, y aquí ya se nota un buen incremento de temperatura, lo que hace que lleguemos al hotel sudando como pollos.
Al llegar al hotel nos encontramos con la primera gran diferencia respecto a Hanoi. El botones o ayudante de la recpción se pone muy pesado e intenta convencernos para que nos lleve en su moto a comprar los billetes del tren de mañana, pero a un precio de locos. Un tipo muy pesado y que no nos ha gustado nada.
Hue es una pequeña ciudad colonial, imperial, situada a orillas del río Perfume. En seguida nos damos cuenta de que aquí el principal negocio es el turismo, y esto a atraido a numerosos charlatanes y vendedores de baratijas que incomodan levemente al turista.
El primer objetivo del día es visitar la pagoda de Bao Quoc. Para llegar contratamos una barquita que nos llevará por el cauce del Perfume hasta la pagoda. Hay muchímas barquitas de estas, bastante orteras, que intentan mantener una estética clásica y típica del país, pero que han caido en las redes del plástico y el aluminio.



Esta pagoda data del año 1670, esta situada en lo alto de un pequeño montículo, lo que hace que para llegar a ella haya que subir por una bonita escalinata de tres puertas.


Esta pagoda además de ser un templo religioso del budismo, tienen en su recinto una escuela de monjes.





Volvemos a la barquita, con su malhumorada patrona, para que nos lleve de nuevo a la ciudad, para visitar La Ciudad Imperial.

La Ciudad Imperial es una ciudadela dentro de la ciudadela, es decir, lo que antiguamente fue la ciudad, con sus edificios oficiales, la residencia del emperados y algunos palacios, todos ellos resguardados detrás de una muralla.










Viajar sin reservas tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Para mí, sin duda alguna tiene más ventajas, y una de ellas es que puedes cambiar la planificación del viaje sobre la marcha, y eso hacemos esta vez. Decidimos variar el recorrido y coger mañana un tren que nos llevará a Danang, para desde allí ir a Hoian de alguna manera, donde nos encontraremos con nuestros amigos.

Pero para eso hay que ir de nuevo a la estación de tren, y repetir el largo paseo que hicimos por la mañana. Llevamos todo el día andando, así que esta vez negociamos un taxi-bici. Algo muy típico, y también muy guiri he de reconocerlo, para volver desde la Ciudad Imperial. Se trata de una bici que empuja un carrito donde va un pasajero, en teoría. Nosotros acabamos negociando y fuimos los dos en uno. El exceso de peso hace que disminuya nuestro ritmo en la subida del puente, y somos adelantados por la competencia, pero nuestro chófer ciclista aguanta el ritmo como puede y en cuanto llega la bajada nuestros kilos y la gravedad unen fuerzas y recuperamos la primera posición.

Aquí siendo adelantados por la competencia


Y aquí ya de nuevo a la cabeza del pelotón
Hemos cenado en un bonito y delicioso restaurante francés, muy recomendado en las guías, y por lo tanto lleno de franceses. Después hemos dado el típico paseito para bajar la cena y hemos entrado en una tiendecita en la que vendían objetos de bisutería y decoración hechos a mano. Todos muy cucos, aunque algo más caros que el resto de baratijas. Nos viene a atender la dependienta, una chica joven y sonriente, y en seguida nos damos cuenta de que es sordomuda. Rebosa alegría y simpatía, y en seguida nos hacemos entender mientras nos explica que es una tienda de una asociación de gente con discapacidad, y que son ellos mismos los que fabrican todo lo que venden. Resultó ser un lugar estupendo para hacerse con unos regalitos originales y bonitos.
Llevamos pocos días en el país, pero quitando los cuatro cazaturistas que hemos visto aquí, el pueblo vietnamita esta resultando ser encantador. Todo el mundo sonríe, es amable e intenta ayudarte. Incluso con el tráfico tan caótico que hemos visto en Hanoi, no hemos visto a nadie enfadarse con alguien por alguna maniobra loca.
Lo que sí hemos encontrado aquí en Hue por primera vez en el viaje, ha sido una persona con la pierna amputada. Las putas minas. La puta guerra. Esa mujer debía de ser una niña cuando le ocurrió aquello. Hasta ahora ni nos habíamos acordado de la guerra, y es que el pueblo vietnamita ha conseguido recuperarse a una velocidad de vértigo, reconstruyendo el país a base de trabajo duro y calidad humana. Pero aún así no ha pasado el suficiente tiempo para olvidar que aquí, hace apenas 50 años, se desarrollaba la guerra más absurda de toda nuestra historia, una guerra que, a pesar de movilizar medio mundo y de catapultar el movimiento hippie con su lema “paz y amor”, seguía enviando a miles de soldados a morir simplemente porque ningún presidente estadounidense tuvo los cojones de pararla, por el qué dirán.


12-11-15. HUE – HOIAN.

Por la mañana cogemos el tren que siguiendo la abrupta costa nos lleva hasta Da Nang. Tras duras negociaciones con conductores, motoristas y taxistas poemos rumbo a Hoi An subidos en unas motillos sobre las que recorreremos los 45 kilómetros de trayecto de una manera más divertida.





En Hoi An nos volvimos a juntar con los malagueños, con los que pasamos un par de días muy divertidos.

Hoi An es una ciudad muy pintoresca y bastante tranquila. Originalmente tenía uno de los puertos más importantes del país, pero debido a que el río Thun Bon se enceganó impidiendo a los barcos llegar hasta el puerto, la importancia de la ciudad fue decayendo hasta que en la década de los 90 apareció el turismo. Hoi An Fue una ciudad importante en el comercio de China y Japón, lo que ha dejado claras reminiscencias del paso de los comerciantes de dichas culturas. Actualmente es una ciudad muy coqueta, que disfruta de una tranquilidad única en el país, llena de restaurantes cucos, acogedores hotelitos y sastrerías, muchas sastrerías.








Puente japonés, uno de los iconos de la ciudad





Al caer el sol, la ciudad se convierte en un enjambre de lucecillas de colores.





Algunas de esas lucecitas provenían de pequeños puestos de collares y pulseritas, que provocaron el efecto luciérnaga en las chicas y allá que fuimos. Y aquí empezó el juego del regateo, un partido en el que Rocío suele ganar, aunque sea a base de prórrogas.



13-11-14. HOIAN.


El plan para hoy era alquilar un par de motillos y dirigirnos a las ruinas de My Son, que estan a unos 55 km de Hoi An.
David y yo no tardamos en mimetizarnos con el tráfico vietnamita, pero como suelo llevarme a Murphy de viaje allá donde voy, no habíamos ni salido de la ciudad cuando empezó a llover. Paramos a repostar en un surtidor que no es más que un bidón con una bomba manual y aprovechamos a comprarnos unos chuvasqueros de esos tipo bolsa.




Mientras la lluvia pasaba a ser superlluvia y recordábamos el mapa que habíamos memorizado en el hotel, íbamos acercándonos poco a poco a My Son.




My Son es el yacimiento con más restos de templos chams de Vietnam. Aunque el sitio en el que estan es una pasada, la verdad es que los templos en sí estan bastante derruidos, en parte gracias a los bombardeos de los Norteamericanos. Estando allí vuelve a diluviar, lo que es muy incómodo e imposibilita hacer fotos, pero a cambio hay menos gente.








La vuelta a Hoian la hacemos con más viento que lluvia. Una vez en la ciudad es Rocío la que se encarga de pelearse con el tráfico a los mandos de la pequeña Honda, a base de pitidos para llegar hasta la sastrería donde la noche anterior había encargado un abrigo a medida de una calidad-precio inigualable.


A última hora de la tarde cogemos un vuelo de vuelta a Hanoi, en donde nos despedimos de los malagueños, esta vez definitivamente. Bueno, definitivamente en Vietnam, porque compartir parte del viaje con ellos ha sido una experiencia sobresaliente y esperamos poder volver a vernos.
Además, ellos son los culpables de que en lugar de ir hacia el sur como lo habíamos planeado desde casa, ahora vayamos hacia el norte, hacia las montañas de la región de Sapa. Una vez más salen a relucir las ventajas de viajar sin reservas, ya que así podemos seguir las recomendaciones de nuestros amigos. Aquellos que no os atrevéis deberíais probarlo, de verdad, no es tan dificil irse buscando la vida día a día y dará a tu viaje un toque de libertad y os acercará a la gente.

14.11-14. SAPA.
Sapa esta situada en las montañas al noroeste del país. Para llegar hasta allí cogemos un autobús-cama nocturno. El autobús es más o menos moderno y tiene tres filas de dos alturas de asientos cama que no estan mal.
Al poco rato de salir de la ciudad, cuando todos empezabamos a estar medio dormidos el conductor mete un frenazo en seco hasta pararse que provoca que a todos nos de un vuelco al corazón. El conductor se bajó corriendo el autobús y nos temimos lo peor, que hubiese atropellado a alguna bici o motillo. Pero no, todos los pasajeros asustados tuvimos el placer de contemplar como el conductor orinaba en la cuneta antes de volverse a poner al volante.
Las horas van pasando y todos caemos dormidos. Al cabo de unas horas empiezo a notar el vaivén de las curvas, algo normal ya que para llegar a Sapa hay que recorrer carreteras de montaña. Pero se me ocurrió sacar la cabeza de mi pequeño habitáculo y mirar hacia delante por el pasillo, y lo que vi fue que había una niebla del carajo,  que una curva cerrada apareció de repente y que el autobús la tomaba usando los dos carriles a una velocidad endemoniada. Volví a esconderme debajo de la cochambrosa manta y no quise saber más. 
Finalmente llegamos a Sapa como a las cinco de la madrugada, con bastante antelación sobre el horario, por lo que el conductor nos encerró en el autobús y se echó a dormir. Un par de horas estuvimos durmiendo en el autobús aparcado en la plaza del pueblo. Resulta que los conductores tienen que hacer el trayeco de vuelta a las ocho, por lo que el viaje de ida lo hacen a toda velocidad para poder dormir un poco antes del viaje de vuelta.
Cuando somos liberados del autobús la ciudad ya tiene algo de vida. A todos los que bajamos del autobús nos abordan grupitos de niñas campesinas de las aldeas cercanas ofreciéndose para guiarnos en una excursión por las montañas y arrozales y comer en su casa con su familia. Un par de ellas resultan muy majas y nos acompañan hasta que encontramos nuestro hotel. Al final negociamos el precio y aceptamos ir de excursión con ellas al día siguiente. Ellas tan contentas nos ponen una pulserita muy mona que sirve para indicar a las demás que ya estamos cogidos.
Sapa es una pequeña ciudad que actualmente vive del turismo de montaña y que esta en pleno apogeo de la construcción de hoteles. Esta situada en lo alto, dominando un valle plagado de campos de arroz, desde donde se puede disfrutar de unas vistas espectaculares. Eso si se tiene el privilegio de disfrutar de una día soleado, porque parece que Sapa vive dentro de una nube, porque la niebla y la lluvia suelen ser omnipresentes.



 Pasamos el día recorriendo las calles del pueblo, en la que abundan los restaurantes de todo tipo y las tiendas de articulos de Noth Face. Visitamos el mercado, el cual esta lleno de vida.





Mantienen los peces vivos poniendo en cada barreño un tubo con oxígeno




Después de comer nos vamos a visitar la aldea de CatCat. Se trata de una pequeña aldea situada a tan sólo 3 kilómetros de Sapa, que se mantiene muy tradicional y que esta enfocada al turismo, hasta el punto de tener que pagar una entrada. Tiene marcado un sendero circular que recorre sus calles, su río y su cascadita.








15-11-14. SAPA.

Sapa amanece una vez más dentro de la nube. Acudimos a la plaza en donde habíamos quedado con las campesinas para la excursión. Hay decenas de personas entre campesinas y excursionistas. Es todo un negocio. Localizamos a las simpáticas campesinas del día anterior y lo que ayer eran dos chicas alegres e inocentes hoy son dos mujeres de negocios de duro trato. Al final las cosas han cambiado y no llegamos a un acuerdo, por lo que decepcionados por su comportamiento comenzamos a buscar un plan B.


Acudimos a una agencia que organiza trekkings por la zona, pero el grupo ya ha partido. Aún así el encargado nos explica muy amablemente toda la ruta en su mapa, a lo que presto mucha atención. Tanto que llego a memorizar un poco la ruta, con intención de buscar un sitio con wifi y buscarla en Wikiloc (App de rutas por todo el mundo altamente recomendable). Resulta que hay una ruta muy parecida, por lo que la descargo en el móvil y más felices que unas perdices nos vamos de ruta nosotros solos. 

Abandonamos el pueblo por un bonito caminito que discurre por frondosas montañas verdes. El día está brumoso y las vistas de los campos de arroz son más bonitas de lo que consigo sacar de la cámara.






No hace falta comentar que el gps del móvil perdió covertura a los diez minutos de abandonar el pueblo, pero como el camino estaba bien definido decidimos continuar “a ciegas”. Hasta que el camino se difumina y desaparece en el barro. Habría dos opciones, o montaña arriba que no parecía muy probable, o montaña abajo hacia lo que parecía una aldea. Suponemos que la ruta iría hacia abajo, por lo que comenzamos un imposible descenso hacia el poblado. Una vez en él comenzamos a “andar” por sus “calles”. Y lo escribo entre comillas porque aquello ni eran calles ni se podía andar por ellas de lo empinadas y embarradas que estaban.



La aldea no es más que un conjunto laberíntico de cabañitas de madera sobre una densa capa de barro arcilloso por la que las gallinas, los cerdos y los niños chapotean de un lugar a otro. No os podeis hacer una idea de lo difícil que era caminar por los empinados huecos embarrados que quedaban entre las cabañas. Muchas veces teníamos que ir agarrándonos a las paredes en plan Spiderman para poder mantenernos en pie en el resbaladizo barro.
Estuvimos más de una hora buscando la salida de aquel lugar. Cuando conseguíamos llegar al final de una de las calles aparecíamos en el establo, en el comedor o en la cocina de alguna familia. Al final a base de hacer gestos con las manos de mover un volante nos fuimos haciendo entender y nos fueron guiando hacia la carretera más cercana.



La plaza del pueblo



Al final, desde lo alto en la aldea vemos como se acercan desde lo lejos un par de campesinas de las que iban con el traje típico y la cesta típica de vender cosas en el pueblo. Vienen de donde se supone que esta la carretera, pero hay un laberinto de campos de arroz y un rio por medio, por lo que nos quedamos observando por donde cruzan ellas y cuando llegan les preguntamos si vienen del Sapa, Nos dicen que sí y cruzamos por donde han venido ellas hasta que conseguimos llegar hasta la carretera.





Una vez sobre la firme carretera nos relajamos y nos comemos unos sabrosos mini plátanos de esos que venden por allí. Ha sido toda una experiencia la verdad, pero hubo un rato de cierta tensión porque andábamos perdidos y no conseguíamos salir de aquella aldea. Menos mal habíamos salido por la mañana temprano, porque no me quiero imaginar lo que tiene que ser que se te haga de noche en ese lugar.
Después de una larga caminata por la carretera llegamos a Sapa y nos damos un merecido masaje de piernas antes de volver al autobús nocturno que nos dejará a la mañana siguiente en Hanoi.

16 al 19 -11- 14. – HO CHI MIN.

Llegamos a Ho Chi Min (HCM) y nos instalamos en nuestro super hotel de precio super reducido, ventajas de Asia. Pasamos el día paseando por la ciudad y alucinando con la cantidad de motos que hay en esta ciudad. Según nos dijeron esta ciudad tiene como 9 millones de habitantes y 6 millones de motillos, y según Google es la ciudad con más motos del mundo.




Al día siguiente nos vamos de visita a los famosos túneles de Cu Chi. Se trata de una extensa red de túneles, unos 250 kilómetros, que permitió al Vietcong controlar una extensa área rural a escasos kilómetros de la capital survietnamita, HCM. Estos túneles permitían la comunicación entre diferentes enclaves del Vietcong, que estaban aislados en la superficia por las fuerzas estadounidenses y survietnamitas.
Ahora está adaptado como visita turística y un guía disfrazado de soldado te va mostrando diferentes partes, entradas, trampillas, y trampas que se usaban en esa zona.





Una parte de este circo turístico que han montado es un campo de tiro, en el que el turista puede hacer prácticas de tiro con diferentes armas, incluso las genuinas ametrelladoras AK47. Y se paga por bala disparada, y un AK47 dispara muy rápido…
 Personalmente me parece una actividad de mal gusto, sobretodo teniendo en cuenta su situación y lo ocurrido allí apenas hace unas pocas décadas.




También se puede recorrer una porción de los famosos túneles. Éstos son verdaderamente angostos, habiendo zonas en las que para pasar hay que tumbarse y quitarse la mochuila. Y eso que esta parte ha sido ensanchada y provista de una pobre iluminación para el uso turístico.



La tarde la pasamos disfrutando de las calles de la ciudad.













El día siguiente lo pasamos haciendo un tour por el delta del Mekong. Aquí la vida se principalmente en el cultivo de arroz, produciendose anualmente en este delta más arroz que Japón y Corea juntos. Como muchos de los pueblos de esta zona son sólo accesibles por barco a través de sus canales decidimos invertir un poco más de dinero y contratar un tour en barco en lugar de minibus. Todo un acierto, ya que eramos un grupo de unos 8 turistas y en todo el día no nos cruzamos con ningún otro grupo turístico.



La salida de HCM por el río impresiona al ver la parte trasera de las viviendas. Por un lado dan a la calle, teniendo un aspecto normal, pero por el otro se han ido ampliando ganando espacio habitable a base de ir construyendo sobre palillos en el agua.



La primera parada del día es en un mercado tradicional.






Pasamos la mañana navegando por el delta y visitando algunos pueblos y templos.








La comida estaba organizada en un orfanato de un pequeño pueblo, lo cual fue una experiencia bastante interesante.



Por la tarde paseamos por los arrozales, visitamos una familia que tenía una serpierte enorme para disfrute de los turistas y tuvimos la ocasión de tomarnos un coco natural en una granja de unos lugareños la mar de simpáticos.






Y llegó nuestro último día en Asia. Como el vuelo de vuelta sale por la noche pasamos la mañana visitando el Museo de Recuerdos de la Guerra. En la parte exterior se encuentran diversos aviones, helicópteros y tanques. En el interior hay una parte dedicada a recrear como eran las cárceles survietnamitas, armas y bombas. Pero lo que más impresiona es la gran exposición de fotografías realizadas por los mejores fotógrafos de guerra como Capa o Burrows. Después de ver esas imágenes de lo ocurrido allí me parece aún más terrible el mercadillo de balas que tienen montado en el complejo turístico de los túneles de Cu Chi.

Y unas horas después y gracias a la magia de la aviación nos encontramos de nuevo en nuestro salón.