martes, 23 de diciembre de 2014

ISLANDIA -2-



08-09-13

He de confesar que soy un sentimental, y que le cojo cariño a las cosas, por lo que me levanto muy contento de poder seguir el viaje con nuestro Jeepo.


Pensando que habíamos dejado a Murphy en Akureyri salimos sonrientes a visitar otra de las famosas cascadas de esta magnífica isla, Godafoss. En una de las reuniones que antiguamente se celebraban en Pingvellir, se debatió sobre la religión del país, y se decidió que la nación sería cristiana. El ordador de leyes del momento decidió entonces tirar todas sus esculturas de dioses por esta cascada, dando así nombre a esta cascada, Godafoss, que significa cascada de los dioses.






A pocos kilómetros de allí se encuentra el lago Mytvan. Se trata de un bonito lago del que sobresalen pequeños cráteres volcánicos.





El cráter más alto de la zona es el llamado Hverfell. Se eleva unos 460m y como desde su cima las vistas son impresionantes, decidimos subirlo. En cuanto subimos unos metros empieza a soplar el viento. Entre lo empinado del camino y el viento acabamos sudando lo suyo. Una vez arriba las vistas son espectaculares, pero apenas conseguimos mantenernos en pie para realizar las fotos. Nunca había tenido tanta sensación de volarme.








Desde la carretera vemos un lago extremadamente azul, un azul turquesa que dejaría en ridículo a cualquier playa tropical, que haciendo contraste con el marrón del paisaje volcánico parece más azul todavía.




Nos desviamos hasta el lago y al llegar encontramos un cartel que indica la prohibición de bañarse ya que el agua está demasiado caliente. Nos jijamos y en uno de los lados hay dos focos de humo que salen del agua. Nos acercamos y resulta que el agua en ese punto está hirbiendo con toda la mala leche del mundo. Uno de los focos de calor está pegado a una roca, lo que provoca un efecto chorro con un sonido la mar de intimidante. Esta isla da la sensación de que en cualquier momento va a estallar.







Y es que esta parte de la isla es geolócicamente muy activa, y a tan solo unos kilómetros nos encontramos con otra zona de fumarolas y charcos hirbiendo.








Como el sol empieza a caer hay que buscar un bonito lugar para ver la puesta de sol. ¿Qué tal desde una piscina natural caliente entre volcanes?  :)





Se trata de los Jarobodin Nature Baths. Es como la Blue Lagoon, aunque más pequeña y con menos gente.

Habíamos fichado un alberge en Kopasker, pero la carretera que aparece en el mapa no resulta ser carretera, sino una pista de tierra. Afortunadamente está en buen estado y se puede circular por ella de noche sin complicaciones. El albergue resulta ser la casa de un islandés que alquila habitaciones. Pone toda su casa a nuestra disposición, con una sola condición, que reciclemos la basura. Por nosotros no hay problema, ya que solemos hacerlo en casa, asique nos cocinamos unos espaguetis que nos sientan de maravilla. A la hora de tirar la basura llega el problema. El propietario es un superfriki del reciclado. Tiene como 8 recipientes diferentes para los diferentes tipos de basura, con su cartelito correspondiente. Papel, plástico, metal, metal con plástico pegado, orgánico, orgánico pero menos orgánico…. Y ademas  cada recipiente es un brick de leche cortado por la parte superior. Es decir, son mini cubos de basura. Intentamos cumplir lo mejor posible para que el señor no combulsione a la mañana siguiente si ve que hemos mezclado residuos, pero por mucho que lo intentamos no conseguimos meter el bote de tomate y la botella de agua dentro de la caja de leche. Lo siento.


09-09-13

Para llegar a las cascadas de Dettifoss hay que cruzar el parque natural de Jokulsargljofur (os prometo que no aporreo el teclado cuando escribo nombres islandeses) por la pista F862, que resulta estar recortada entre arbustos, estrechita y fácil. Toda una preciosidad.




Esta cascada, una vez más, resulta impresionante. Es un salto de agua no muy alto, 44 metros, pero es la cascada con más caudal de europa. Me llama la atención que el río viene prácticamente sin pendiente aparente hasta el salto, y desde ese punto el río ha ido erosionando la roca hasta formar un increible cañón. La naturaleza es impresionante.







Merece la pena una pequeña excursión a pie por la zona para disfrutar de estos maravillosos paisajes.










Nos está gustando mucho esta zona, por lo que decidimos dejar la excursión de ir a ver ballenas (o intentar encontrarlas) para otra ocasión y hacer alguna excursión más por este parque natural.





Esto es lo más al oeste de la isla que vamos a ir. Necesitaríamos unos días más para ir hasta los fiordos del oeste. Una pena, porque esa zona, al ser la más alejada y con menos puntos turísticos, está más virgen y con menos turismo, pero no hay tiempo material, asique empezamos a ir hacia el este.
Anoche como el hotel tenía wifi encontramos una preciosa guesthouse a buen precio, y decidimos reservar. Está en la localidad de Siglufjordur, y tenemos unos 260 km de carretera, aunque los últimos 40 según el mapa son de pista.

Al salir del parque natural paramos en una gasolinera y al volver al coche resulta que no arranca!! Miro por el retrovisor interior y solo vero dientes, los dientes de la enorme sonrisa que tiene Murphy.
Delante de la cafetería de la gasolinera hay aparcada una camioneta gigante. Entramos dentro y hay un grupo de turistas con su conductor. Pedimos ayuda al conductor que muy amablemente saca una cuerda y nos remolca para arrancarlo. Una vez en marcha, y cabreados como monos, llamo a la empresa de alquiler. Esta vez no aceptamos arreglos, queremos otro coche. Quedamos en que vamos a hacer lo del otro día, voy a intentar llegar hasta el sitio del hotel sin parar el coche, y allí nos lo cambiarán. Esta vez es fácil, ya que casi todo es asfalto, y por suerte nos ha pasado con el depósito lleno. Lo que nos intriga un poco son esos 40 km de pista del final, ya que se habrá echado la noche encima. A mitad de camino empieza a llover. Disfrutamos de la carretera y de los paisajes, aunque tememos los 40 km de pista.
Llegamos a Olafsfjordur, en donde acaba la carretera y empieza la pista que bordea el montañoso fiordo. Para nuestra sorpresa descubrimos que hay un túnel. Un túnel que nos ahorra esos 40 km de pista y que va directo a nuestro destino. Menuda alegría, y menudo fallo del mapa, ya que el túnel no es nuevo. Se trata de un túnel estrecho, de un solo carril, pero de dos sentidos. Cada cierto tiempo hay un remetido en la pared para cuando nos cruzamos con alguien. Pero no os creais que está todo bien pintado e iluminado, es un agujero en la montaña, oscuro y embarrado. Cuando ves el reflejo de las luces de un coche que viene de frente hay que llegar al refugio lo antes posible. En cada refugio caben 3 coches. Estupendo, porque voy a la cabeza de un grupo de 3 coches. Cada vez que viene alguien nos metemos los 3 en el refugio. Hasta que llego a un refugio y hay una excavadora aparcada. Solo cabemos dos. El tercero mete un sprint hasta el siguiente agujero. Solo hay refujios en la derecha, los que vienen de frente tienen preferencia. El túnel es largo, unos 15 km. El juego del escondite resulta adrenalínico e interesante.




10-09-13

El chico del alquiler se ha tirado toda la tarde y parte de la noche conduciendo, ha dormido 3 horas en un hotel del pueblo y a primera hora tiene un coche de repuesto en nuestro hotel.
Se trata de un Opel Antara, automático, con asistente electrónico para las bajadas y cosas de esas. No es tan molón como Jeepo pero cumple sus funciones. Lo hemos bautizado como Anty.





Hoy es un día de mucha carretera, de transición, con intención de dormir en Borganes. La carretera bordea el fiordo de Skagaljordur, ofreciendonos unos paisajes preciosos.







Vamos bien de tiempo y decidimos abandonar la carretera y desviarnos por una pista que bordea la península de Vatnsnes en busca de un arco de piedra y de focas.    





El arco lo encontramos fácilmente, y no resulta tan atractivo como decía la guía. De focas ni rastro.





Era muy curioso por que a pesar del oleaje, el viento, el frío y la lluvia había un montón de patos en el mar. Debí de sacar 200 fotos de patos nadando pensando que eran una foca. Como nos engañaban los jodíos patos.

El tramo de pista que quedaba hasta la carretera asfaltada lo hicimos bajo una fuerte lluvia. La pista estaba toda embarrada, en cambio el Opel iba como si fuese sobre raíles. No patinaba nada. Las siguientes jornadas tuve la misma sensación. Yo creo que llevaba unos neumáticos mixtos bastante decentes, quizá ya le habrían montado los de invierno, no lo se, el caso es que iba de maravilla.

Llegamos a Borganes con un vendaval y una lluvia del carajo. Pasamos por una zona de acampada y me alegro de no ser yo quien está metido en esa tienda zarandeada por el viento. En cambio el albergue no es gran cosa, aunque sí lo es su precio. 50 euros por una habitación con baño compartido y sin sábanas. Habíamos leído que esto era habitual, por lo que veníamos preparados con sacos de dormir. No nos importa dormir en los sacos, ni compartir el baño, pero si pagasemos 10 euros por dormir, no 50!

Este es el punto negativo de Islandia. El precio del alojamiento y de la comida. Una simple pizza o una hamburguesa no bajaba de 20 euros. La mayoría de los restaurantes eran de este tipo de comida, para extranjeros. Si encuentras un restaurante normal, con comida local, preparate para pagar 50 euros por un plato de salmón. El alojamiento es caro por que no hay mucha oferta. La acampada libre esta permitida, y hay zonas cerca de los lugares turísticos para acampar, por lo que mucha gente es lo que hace. No es que los hoteles sean muy caros por noche, sino que son caros para lo que ofrecen.



11-09-13

Amanece un día con los cielos totalmente encapotados y de color gris plomizo. Nos dirigimos hacia el norte, hacia la península de Snaefellsnes.

La primera parada la realizamos en Ytritunga, una zona costera donde suele haber focas. Hace muchísimo viento y frío, y el mar esta llenos de patos bañandose, que muchas veces nos confunden dandonos una alegría pensando que son focas. Sí, aunque parezca mentira entre las olas se puede confundir un pato con una foca. Al cabo de un rato pudimos finalmente ver una foca, de lejos y sólo la cabeza, pero lo damos por visto y nos vamos corriendo dentro del coche a poner la calefacción. Que curioso es el mundo, ahora estamos congelados en Islandia, dentro de 5 días estaremos cocidos como pollos bronceándonos en las bonitas playas del Algarve portugués.





Seguimos recorriendo el lado Sur de esta pequeña península, disfrutando de sus volcánicos paisajes, en dirección al cráter de Snaefellsjokull, en cuya cima hay un glaciar permanente. Este cráter fue el escenario que eligió Julio Verne para las aventuras de su famoso libro “Viaje el centro de la tierra”. Lectura altamente recomendada dicho sea de paso.

Parados en un remetido de la carretera, bolsa de patatas en mano, estabamos Rocío y yo descansando disfrutando de las bonitas vistas del volcán cuando a lo lejos vemos que una manchita plateada se mueve por su ladera. Es un coche! Se puede subir allí! En unos minutos habíamos encontrado una maravillosa pista que se adentra en el parque natural del cráter de Snaefellsjokull.






La pista es preciosa y no es complicada, hasta que llegamos a un trozo que está totalmente roto, tiene una brecha de varios metros, como si una riada de agua se hubiese llevado un trozo de pista. Al otro lado aparece un Dacia Duster, otro de los 4x4 típicos de alquiler. Retrocedo unos metros como animándole a que lo intentase él primero, pero no cuela y tampoco se atreve, la brecha es muy gorda. Me bajo a investigar, ya que parece que hay una zona por fuera de la pista por la que se podría intentar pasar. El otro conductor hace lo mismo y empezados a comentar la jugada. Al poco de estar hablando en inglés nos damos cuenta de que somos todos españoles! Quien lo iba a decir! Llegamos a la conclusión de que por ese lado se podría llegar a pasar, pero el tío me dice que lo intente yo primero. Pues allá que voy. Despacito y con buena letra vamos sorteando las piedras hasta que los bajos del coche se atascan en una. Retrocedo unos metros y como la piedra se había enganchado en los bajos, al dar para atrás la saco de la tierra, por lo que entre todos podemos apartarla del camino y podemos llegar de nuevo a la pista, pasada la brecha. El compañero del Duster sigue el mismo camino y ambos coches continuamos el viaje.

Al llegar a lo alto el glaciar no se ve mucho, ya que el día esta muy cubierto, pero continuamos por la pista hasta cruzar al lado norte de la península, ya que la pista y los paisajes son espectaculares.








Recorremos ahora el extremos de la península, en sentido antihorario, y nos desviamos de la carretera para ver el faro de Ondverdornes. De aquí sale una pista facilona que lleva hasta otro faro, transcurriendo por un río de lava y recorriendo bonitos acantilados de lava negra. Curiosamente aquí hay una playa de arena dorada y aguas turquesa.







Terminamos la jornada en Akranes, en una bonita guesthouse.



12-09-13

Esta noche sale el vuelo de vuelta a España, pero aún tenemos todo un día por delante. Hemos puesto rumbo a Reikiavik, pero no por el túnel de peaje, sino recorriendo todo el fiordo mientras disfrutabamos de sus paisajes.

Hemos pasado el día en Reikiavik hasta que llegó la hora de ir a devolver el coche.





Al ir a devolver el coche hemos visto que tenían allí a Jeepo, aún con todo nuestro barro sobre su chapa. El de la empresa nos contó que el fallo se repitió porque el mecánico que lo arregló olvidó poner un tornillo y el contacto se soltó. Nos da mucha rabia, porque nos hubiese encantado poder terminar el viaje con Jeepo, pero me alegro de que vuelva a rugir de nuevo y esté listo para volver a llevar a quien se acerque a disfrutar de esta impresionante isla.







lunes, 22 de diciembre de 2014

ISLANDIA -1-



INTRODUCCIÓN.

¿Islandia? Esa era la contestación del 80% de la gente a la que le comentaba que me iba a ir de viaje allí. Y es que, aunque este país esta muy de moda entre viajeros y amantes de la naturaleza, para los que no lo son tanto resulta bastante desconocido.

Tenía este destino en mente desde hacía tiempo, pero la verdad es que este viaje ha sido el resultado de un plan B, ya que tenía pensado irme más lejos y más tiempo, pero a uno de mis mejores amigos se le ocurrió la genial idea de casarse en el fin de semana que pillaba justo en medio de mis vacaciones, por lo que tuve que  dividir las vacaciones en dos viajes más pequeños.
10 días. ¿Dónde ir en 10 días que parezca que te vas lejos pero sin perder mucho tiempo en el transporte? ¿Dónde ir que te aporte algo diferente a lo que estamos acostumbrados en la Europa más urbanita? Y es aquí cuando emerge la idea de Islandia. Pero… ¿Se puede ver Islandia en sólo 10 días? Todo no, pero mucho sí.

Y aprovechando que allí vuela mi aerolínea favorita, decidimos lanzarnos y comenzar los preparativos. Bueno, los que me conocéis ya sabeis como son mis preparativos. Compré un mapa y una guía,  alquilé un 4x4 por internet y allá que fuimos.


03-09-13

El avión nos deposita suavemente en Kefliavik, ciudad cercana a la capital en donde se encuentra el aeropuerto, a las tantas de la madrugada. Con todo el sueño del mundo realizamos el papeleo correspondiente del alquiler del coche (www.faircar.is) y nos vamos a un hotelito a 5 minutos del aeropuerto para  descansar sin ser muy conscientes de donde estamos.

Al cabo de unas pocas horas, cuando salimos del hotel la cosa cambia. Nos recibe un día soleado, con un cielo muy azul trufado de esponjosas nubes que sobrevuelan nuestras cabezas a gran velocidad empujadas por el viento. Y allí nos estaba esperando “Jeepo”, el impecable Jeep Patriot negro que nos llevará a través de los impactantes paisajes de esta isla.

Siguiendo los consejos de una amiga de Rocío que estuvo por aquí, lo primero que hacemos es ir al supermercado y llenar el maletero de comida. Aquí empieza lo típico cuando viajas fuera de la zona Euro, intentar inventarte una regla mental para realizar el cambio de la moneda local a euros de una manera rápida y fácil. Pues bien, aquía además de ser rápido y fácil es divertido, ya que el cambio estaba más o menos con la misma relacion que entre euros y pesetas, por lo que nos pasamos todo el viaje pensando en pesetas. ¡Qué recuerdos!

Como ya nos habíamos comido parte de la mañana, decidimos ir a la famosa Blue Lagoon, que está a pocos kilómetros y desde allí seguir hacia el sur para recorrer la costa.


La Blue Lagoon es la atracción turística por excelencia del país. Por aquí pasamos todos los extranjeros que visitamos la isla, que no somos pocos la verdad. Aunque es un sitio muy “guiri” y la entrada es muy cara (la más barata 35e), yo recomiendo su visita, ya que es un lugar único en el mundo. Se trata de una gran piscina termal natural, situada entre rocas volcánicas negras, cargada de minerales (sílice) que le dan al agua un aspecto lechoso y un color azulado muy característico. La temperatura del agua ronda los 38 grados, pero no es constante, sino que hay una especie de corrientes que varían la temperatura. Justo al lado se puede ver una central geotérmica que aprovecha este calor emergido de la tierra. El paisaje resulta de lo más llamativo, casi marciano.









El barro blanco de sílice que se forma tiene propiedades exfoliantes para la piel, por lo que es muy normal encontrarse a gente embadurnada con este barro.








A parte de la laguna el complejo dispone de sauna, baño turco, zona de relax… lo típico de un spa.





CONSEJO PARA LAS CHICAS: Si no quereis tener que incinerar vuestro pelo después de una jornada en la Blue Lagoon, llevaros un bote entero de suavizante y un buen cepillo :)


Ralajaditos y exfoliados tomamos la carretera que sigue la costa sur, hacia el este. Nos salimos del asfalto para ir probando el coche por alguna pistilla fácil, hasta que a lo lejos veo un faro amarillo, impoluto, desafiante, y claro, tengo que llegar hasta él. Pero la pista se complica y para evitar meternos en líos el primer día decidimos dar la vuelta y continuar nuestra ruta hacia Laugarvatn, lugar donde haremos noche.




Pero antes de llegar nos encontramos con el Kerid. Se trata de un cráter que tiene un lago verde en su interior.






04-09-13

El primer objetivo del día era el parque natural de Pingvellir. Para llegar a él debíamos recorrer 16 km de pista, los cuales deberiamos deshacer de nuevo para continuar la ruta. Pero resultó que esos 16 km no eran una pista, sino una bonita carreterita perfectamente asfaltada.

Pingvellir significa “los Campos del Parlamento”, y es que fue aquí donde se fundó el primer parlamento islandés, un montón de años antes de que naciese Cristo. Se trata de una gran llanura hasta donde se desplazaban los vikingos para debatir leyes, pactar matrimonios y cosas del estilo. Apenas quedan restos de los vikingos, pero este lugar resulta impresionante por su situación, ya que aquí se separan las placas Norteamericana y Euroasiática.









Un pequeño desvío, indicado con un oxidado número llama mi atención al poco de abandonar Pinvellir. Investigamos un poco y resulta ser el desvío a la pista por la que debíamos haber llegado. Sin dudarlo decididimos deshacer el camino por la pista, que está en buenas condiciones y atravesamos nuestro primer río con el coche. Bueno, está bien, era un riachuelo de un palmo de profundidad, pero hacía ilusión.






Disfrutando del paisaje llegamos a Geysir, otro punto de gran interés turístico y otra maravilla de la naturaleza. En este país no encontrareis monumentos, ni arte, ni lugares fashion, pero exhibiciones de naturaleza todas las que quieras.
Se trata de una zona donde la tierra está caliente, haciendo hervir el agua que por ella pasa y creando los famosos géiseres, cuyo nombre viene de Geysir, ya que éste es el original chorro de agua caliente que da nombre a todos los demás. Cuando escupe el agua, lo hace hasta una altura de casi 80 metros, pero lamentablemente sólo lo hace dos o tres veces al día.






Pero la Madre Tierra quería ofrecer un mejor servicio a los turistas, ya que tenerles esperando 12h para ver el Geysir en acción durante unos segundos no era buen negocio, y decidió poner justo al lado a Strokkur, el géisir mas regular del mundo. Strokkur escupe el agua cada 5 minutos, a veces 4 y a veces 6, para que estes atento. Eso sí, el pobre tiene menos fuerza que su amigo y escupe sólo a 20-30m de altura.

Estar a los pies de Strokkur es como jugar al escondite inglés. Él escupe el agua, y nosotros, los espectadores, tomamos tiempo y preparamos nuestras cámaras para inmortalizar el momento, que dura un solo segundo. En el momento en el que desvías la mirada del visor de la cámara o bajas los brazos para relajarlos un momento, ése será el momento en el que Strokkur escupa, no lo dudes, pillándote desprevenido y haciendote repetir la misma operación durante otros 5 minutos, a veces 4 y a veces 6, para que estes atento.









A escasos 10 kilómetros se encuentra la cascada de Gulfoss, que junto con Pingvellir y Geysir forma el llamado Circulo Dorado.
Desde el aparcamiento de Gulfoss no se ve la cascada. Pero se siente. Se siente la humedad que desprende, pero sobretodo, se oye. La finísima lluvia y el ronco estruendo que provocan su caída de 32 m sobre un barranco te acompañan mientras desciendes el sendero, haciendote sentir que aunque ya hayas visto fotos de ella nada tiene que ver con estar aquí, hasta que allí aparece, fuerte, bruta, provocando una gran pared de rocío y diversos arcoirirs en cuanto algun rayo de sol despistado consigue colarse hasta este lugar.










Imagino que a todo el mundo que se plante delante de una cascada de este tamaño, y ya no os digo nada de quien lo haga en Iguazú, Niagara o las Victoria, se le ocurrirá pensar en cuantos litros por hora, minuto o segundo caen por ella.  La verdad es que no tengo ni idea, y tampo me voy a poner a investigarlo, pero hubo unos inversores en la decada de 1920 que sí que lo hicieron, y llegaron a la misma conclusión que yo: son un huevo de litros. El caso es que ellos fueron más lejos que yo, y se les ocurrió la genial idea de embalsar el río, para aprovecharlo en un proyecto hidrológico, aunque para ello tuvieran que cargarse la cascada y cambiar ese huevo de litros por un huevo de billetes. Afortunadamente el propietario de los terrenos tenía muchos huevos, no de litros ni de billetes, sino de los de verdad, y se negó a vender esos terrenos, evitando así la destrucción de la cascada.
Nuestro siguiente objetivo eran las cascadas de Haifoss, de las que teníamos pocas referencias ya que se encuentran apartadas del itinerario típico turista. Para llegar allí desde Gulfoss hay dos opciones, una directa recorriendo unos 30km de pista y otra dando un rodeo de unos 80km más otros 10 de pista. ¿A que no adivináis cual escogimos?

La pista, aunque algo pedregosa, no suponía ningun problema para Jeepo, y todos disfrutabamos del camino.



Hasta que nos encontramos una barrera que cortaba el camino. Y por aquel camino perdido por las montañas del país más deshabitado de Europa apareció un lugareño con su todoterreno. Y ya que en este país hasta el cabrero vikingo más anciano habla un perfecto inglés, aprovechamos a preguntarle por el camino y la barrera. Nos dice que se puede pasar, pero que la ponen como indicación de que los ríos ya estan crecidos, y nos dice que con nuestro “little Jeep” de alquiler no podremos cruzarlos. Él dice que lo va a intentar, pero nosotros decidimos hacerle caso y, aunque un poco ofendidos por haber llamado pequeñajo a nuestro super Jeepo, damos la vuelta, deshacemos el camino y decidimos ir por la ruta larga.

Un pequeño matiz del que todavía no habíamos hablado es el concepto de todoterreno que tienen por aquí. Quizá unas imágenes os ayuden a entender por que él pudo seguir y nosotros no…









Después del rodeo por carretera llegamos a los pocos kilómetros de pista que nos separan de Haifoss. Resulta un tramo bastante más complicado que el anterior, lleno de piedras y baches, pero sin ríos que corten nuestro camino. El camino termina en una llanura verde, a los pies de las siempre nevadas montañas, desde donde se ven las cascadas, las segundas más altas de Islandia con sus 122m de caída. La cascada en sí no resulta tan espectacular como la de Gulfoss, pero el lugar, el paisaje y la ausencia de turista alguno compensa con creces el camino recorrido hasta aquí. Sería un sitio perfecto para acampar si no fuese por el frío que hace.






La noche ha caído, y nosotros avanzamos por carretera asfaltada hasta el pueblo donde la noche anterior habíamos reservado una guesthouse. En un cruce en medio de la nada, a una media hora del siguiente pueblo y a otro tanto del anterior, vemos a unos mochileros haciendo autostop. Parecen jóvenes, y no se poque, la manera de mirarnos uno de ellos hace que por primera vez en mi vida me plantee la posibilidad de recoger a unos autoestopistas, pero ante la duda no paro. Pero hay algo dentro de mi que me dice que tenía que haber parado. Me planteo la situación con Rocío, lo hablamos, y finalmente mis argumentos de que son unos jóvenes viajeros aventureros, con poco dinero, en medio de la nada, en plena noche y a 5ºC ganan a que puedan ser unos ladrones, asesinos o violadores, y decidimos arriesgarnos y damos la vuelta a por ellos. Cuando nos ven aparecer nos brindan una gran sonrisa, y la tensión del momento se diluye inmediatamente cuando de cerca podemos ver sus rostros. Los aceptamos a bordo y mis sospechas se confirman. Se trata de una pareja de belgas, un chico y una chica, de 21 años, que andan viajando por Islandia haciendo autostop por falta de presupuesto. Resultaron ser la mar de majetes y al final se quedaron en la misma guesthouse que nosotros, cenamos juntos en la casa y como muestra de agradecimiento por haberles recogido nos regalaron unas chocolatinas de chocolate belga que compraron en la gasolinera. Un pequeño detalle que significa mucho.

La verdad es que no recuerdo sus nombres, posiblemente ellos tampoco recuerden los nuestros, ni tenemos una foto juntos, pero no podré olvidar ese encuentro fácilmente, ya que vencimos esos temores implantados por la sociedad en la que vivimos y pudimos comprobar de primera mano lo que he oído decir miles de veces a los grandes viajeros: que el mundo es un lugar mucho más apacible de lo que creemos y que está lleno de buenas personas, de gente normal, como tú o como yo.



05-09-13


El cielo aquí es más grande. Quizá sea un efecto óptico provocado por el achatamiento de los polos debido a la latitud del país, no lo se, pero es la sensación que te da cuando puedes disfrutar de una mañana con una ausencia total de nubes. 




Impresionados por tanto cielo decidimos desviarnos de la carretera principal e ir a cobijarnos a las montañas, hacia el valle de Posmork. Según nuestra guía es uno de los lugares más hermosos de Islandia. Por lo visto se trata de un valle en el que conviven en plena armonía los glaciares, formaciones, rocosas, flores de montaña, gélidos arroyos… vamos que no me extrañaría encontrarme con un perezoso, un mamut y un tigre, ya que debe ser lo más parecido al idílico paisaje de la película Ice Age. Pero amigos, tendreis que venir a verlo con vuestros propios ojos, por que nosotros no conseguimos llegar. La pista era transitable, pero al ser septiembre nos volvemos a encontrar con el tema de los ríos crecidos. Cruzamos dos sin muchas dificultades, pero con tercero no nos atrevimos. Y como tenemos mucho por ver todavía, la sensatez venció al atrevimiento y decidimos darnos la vuelta, y visitar la cascada de Seljalandsfoss que se encuentra en esta misma pista.




Seljalandsfoss no es una gran cascada, pero tiene el pequeño aliciente de que se puede caminar por detrás siguiendo un resbaladizo sendero.







En unos sitios definen a Islandia como la tierra del fuego, en otros como la tierra del hielo, pero para mí es la tierra del agua. Porque allá donde mires verás un riachuelo, un lago o una cascada. Y como hay tantas pues decidimos parar a comer en una de las de renombre del país, Skogarfoss. No hay mucho que decir sobre esta cascada ya que una imagen vale más que mil palabras, pero cuenta la leyenda que un colono llamado Prasi escondió un cofre de oro detrás de ella…









Continuamos hacia Dyrholaey, en donde nos desviamos para intentar encontrar algún frailecillo, pero no debeis pensar en una especie de monaguillo, sino en una simpática ave genuina de esta isla. Pero los frailecillos debian de estar en misa, por que no vimos ninguno. En cambio nos encontramos con una impresionante playa de arena negra, presidida por un enorme arco de piedra negra, ambos vigilados por la incesante mirada un pequeño faro que parecía de juguete. Me encantan los faros.







Seguimos costeando hacia el oeste, por la carretera principal, atravesando un desierto de rocas volcánicas, que han sido cubiertas por una capa de musgo de tres dedos de espesor.






Y a pesar del musgo, para que quede bien claro que no estamos en el parque natural de Timanfaya (en Lanzarote), pues los islandeses le han añadido un glaciar, no siendo que te confundas.





Siguiendo el suave asfalto de la carretera número 1, llegamos a Skaftafell. Desde aquí sale un sendero que en menos de una hora a pie te lleva a la cascada de Svartifoss. Sin prisa pero sin pausa, que el sol ya empieza a caer, recorremos el bonito camino que nos separa de esta nueva cascada. Svartifoss es otra de las cascadas que puedes encontrar en las postales de las tiendas de souvenirs, ya que se encuentra rodeada de una pared semicircular de brillantes columbas de basalto negro, creando una imagen muy particular.






De vuelta a la carretera ponemos rumbo a Hofn, “ciudad” principal de esta zona, donde hemos encontrado el único sitio donde alojarnos. Pero de camino, en un remetido de la carretera vemos aparcados varios coches a los pies de una pequeña colina. Se me enciende el sentido arácnido viajero y decidimos parar a ver que se cuece al otro lado de esa pequeña colina. Hace mucho viento y los rayos de sol empiezan a abandonarnos, por lo que el frío aparece. Llegamos a la cima de la pequeña colina y me vino. Así, de repente, totalmente inesperado, como cuando muerdes un chicle Bubbaloo o explota un tomatito cherry entre tus muelas, me vino un orgasmo visual.





Se trata de la laguna de Jokulsarlón, una laguna en donde se desprenden los icebergs del glaciar quedando flotando sobre ella durante meses, incluso años, hasta que se van derritiendo y la ligera corriente los va arrastrando hasta el mar.






Hace una noche totalmente despejada y fría. Según nos dicen en el hotel de Hofn esta noche se podrían ver auroras boreales. Nunca hemos visto una, y ante la posibilidad de ver una hacemos guardia en la ventana durante un tiempo. Pero finalmente el sueño puede con nosotros y como Aurora se está retrasando pues le damos calabazas y nos vamos con la almohada.

06-09-13

Por la mañana volvemos a Jokulsarlón, donde nos embarcamos en un barco anfibio, de esos con ruedas, con un montón de alemanes para hacer una excursión por los icebergs. Resulta impresionante verlos de cerca. En un par de ocasiones hemos tenido la suerte de poder ver como se desprendía un trozo al mar, realizando un gran estruendo y provocando un cambio en el centro de gravedad del iceberg que le hace bascular sobre el agua, quedando a la vista la parte que antes estaba sumergida, que es de un azul impactante.
Durante la excursión los guías recogen un trozo de hielo, que resulta ser milenario, ya que desde que se forma en la parte alta del glaciar hasta que la lengua avanza hasta la laguna pasar varios miles de años. Se trata de un hielo totalmente puro y muy compacto. Después de que pase por las manos de todos nosotros para la correspondiente foto, lo trocean y nos dan un trocito para que lo probemos. Ya puedo decir que he tomado hielo puro milenario, lo que me purificará por dentro, me estirará la piel, hará que parezca 15 años más joven y que viva hasta los 150 años.
Bromas aparte, la excursión y el lugar son totalmente recomendables.















Según nuestra guía no queda lejos Solheimajokull, que es la lengua glaciar más fácil de alcanzar. Según la guía es “un camino con baches de 5 km”, por lo que no suena dificil, así que allá que fuimos. Nos desviamos de la carretera principal y enfilamos la pista. No tiene mala pinta, pero se va complicando poco a poco, hasta convertirse en un pedregal de piedras sueltas del tamaño de balones de fútbol. Cuando nos embalamos debemos coger los 2 km/h, puede que no tanto, y aún así vamos dando unos botes del carajo. Empezamos a temer por el coche, este camino es demasiado para un coche de alquiler. Debemos de llevar 15km y no hay rastro del glaciar todavía, por lo que decidimos abandonar la misión. Hemos tenido que darnos la vuelta en varias ocasiones en lo que va de viaje. Posiblemente sea mi inexperiencia a los mandos de un 4x4, o a que los caminos que escogemos son demasiado complicados para el pequeño Jeepo. Seguramente sea una combinación de ambos factores. El caso es que no sienta nada bien quedarse sin llegar al sitio que te habías planteado. Aunque sepamos que es la decisión más sensata en ese momento nos jode, y mucho. Pero los viajes son así. Se me viene a la cabeza una frase que leí en algún sitio: “Cuanto más loca es la aventura, más cuerdo debe ser el aventurero”.


Bonitas vistas antes del pedregal



07-09-13


El día de hoy lo vamos a dedicar a cruzar al norte de la isla por las HighLands, es decir, por el centro de la isla. Principalmente hay dos rutas para hacerlo, la F35 y la F26. Cuando planificaba un poco el itinerario desde casa mi intención era cruzar por la F26, ya que la F35 es la más tipica, la más transitada y la más fácil. Pero viendo el panorama estuvimos preguntando e informandonos del estado y de las diferencias entre ambas rutas, y llegamos a la conclusión de que la principal diferencia entre ambas es que una tiene puentes sobre los ríos y la otra no. Nos recomiendan claramente la F35, ya que por la F26 nos encontraríamos una vez más con los ríos crecidos e iba a ser imposible cruzarlos.

La F35 es una pista que en principio es fácil, aunque al ser bastante transitada está bastante bacheada y con bastantes agujeros provocados por el paso de los vehículos. Son unos 220 kilómetros, en los que no hay nada, un desierto de lava y rocas que discurre entre volvanes y campos de hielo.



Menos mal que elegimos la ruta con puentes






Cuando llevábamos unos 80 ó 90 kilómetros nos cruzamos con otro todoterreno de alquiler que nos da luces y nos hace gesto para que paremos. Resulta ser una familia de chinos que nos preguntan si queda mucho hasta el pueblo, que no tienen mapa. Le digo que unos 90 kilómetros y el tipo pone cara de susto. Entre gestos y las 4 palabras que su hija de unos 12 años sabe de inglés nos cuentan que están justos de combustible y que no llegarán hasta el pueblo. Saco nuesto mapa y le indico que justo en la mitad de la ruta hay una zona de aguas geotermales, en la que nos han dicho que hay un bar y que en ese lugar en el mapa aparece un icono de un surtidor, por lo que posiblemente allí tuviesen combustible para estos casos. Les digo que han tenido que pasarlo hace unos 15 km, y que lo mejor sería ir allí que seguro que lo solucionan. El tipo algo indignado me dice que no ha visto nada, y que para eso tiene que volver para atrás, y que él va en la otra dirección. Tranquilamente les vuelvo a explicar la situación, haciendoles ver que es mejor retroceder 15 km, repostar y seguir, que quedarse tirado a 60 km del pueblo más cercano. Pues nada, el tío sigue diciendo que no quiere volver para atrás, que él va en la otra dirección. Es más, parece que le molesta que le recomiende que vuelva. Saca su teléfono móvil, hace una foto a nuestro mapa, se suben todos al coche y siguen su ruta. Les deseo mucha suerte, y creo que la pueden necesitar.

No me entra en la cabeza que un padre de familia, con su mujer y 3 hijos, se adentren a cruzar un país, que está en la otra punta del mundo de su casa, por una pista de más de 200 km en la que solo hay desierto y baches, sin mapa y sin llenar el depósito.

Al poco rato llegamos al pequeño bar. La verdad es que está un pelín apartado de la ruta, hay que coger un desvío y recorrer unos 200m. Quizá por eso los chinos no lo vieron. Hace muchísimo viento, y frío, pero damos un paseo por la zona de aguas geotermales.








El bar es un lugar muy acogedor, y calentito. Reponemos fuerzas con un par de crepes que estaban la mar de buenas.
Cuando volvemos al coche vemos que en el asiento de atrás hay algo que no habíamos visto hasta ahora, bueno, mejor dicho a alguien. Es nuestro amigo Murphy, que siempre viene de viaje con nosotros. Decidimos ignorarle y continuar el viaje como si no estuviese, pero al ir a arrancar el coche no arranca! Vuelvo a intentarlo y nada. Otra vez… nada. Oímos una risita desde el asiento trasero…

Tenemos la mala suerte de tener más de 100 km de pista en cualquiera de los sentidos, pero hemos tenido la buena suerte de que haya ocurrido aquí, donde al menos hay gente.
Volvemos al bar y le comentamos la jugada al dueño. Le preguntamos si tiene unos cables de batería y dice sí.  Se va a buscarlos a la cocina, al almacen, al trastero, a la cabaña, a su coche, por todas partes, pero no aparecen. Es un hombre muy amable y nos dice que no nos preocupemos, que por allí cerca estan trabajando en algo y que hay obreros, que seguro que ellos tienen. Coge su coche y se va a buscarles. Mientras nos quedamos en el bar con su compañera, que muy amablemente nos deja su teléfono para ir llamando a la empresa de alquiler a comentarles la situación. Al cabo de media hora aparece el hombre del bar, sguido de un todoterreno de esos grandes. El obrero dice que tiene unos cables en su coche. Empieza a buscarlos y a sacar trastos de ese coche tan enorme. Finalmente los encuentra, los conectamos a las baterías e intentamos arrancarlo, pero tampoco arranca. Descartada la batería deducimos que el fallo está en el motor de arranque. Saca una super cuerda, la atamos al morrillo de Jeepo y nos remolca para poder arrancarlo a capón. Consigo que arranque y Jeepo vuelve a rugir. Suelto una carcajada dirigida hacia el asiento de atrás.
Vuelvo al bar a llamar de nuevo a la empresa de alquiler, sin parar el coche claro. Quedo con ellos en que voy a intentar llegar hasta Akureyri, que es un pueblo grande donde anoche habíamos reservado noche en un albergue, y que allí me cambiasen el coche. Para ello tenemos el reto de hacer 110 km de pista, más otros 120 km de carretera asfaltada. Autonomía tenemos, además ahora la mayor parte es cuesta abajo, pero hay que conseguir que no se cale el coche ni una vez, que no sería ni la primera ni la segunda vez que se nos cala en este viaje.Cuando llegamos al asfalto casi me bajo a besarlo como el Papa. ¡Qué tensión coño!

Conseguimos llegar al albergue. Al final nos mandan un mecánico que asegura poder arreglar el coche esta misma noche, aunque sea sábado, y sino la empresa mañana por la mañana nos trae uno nuevo. A las 23.30 el mecánico vuelve montado en Jeepo. Lo ha conseguido arreglar. Efectivamente era el motor de arranque. Lo ha desmontado, limpiado, cambiado no se qué y listo. Lo arranca tres o cuatro veces delante de mí para demostrarme que funciona correctamente. Todo un profesional. Me estan cayendo bien estos islandeses.

Viajar por carretera por uno mismo es la mejor forma de conocer un país, pero tiene dos riesgos importantes, el primero los accidentes, y el segundo las averías. Accidentes de momento nunca he tenido, y seguiré haciendo lo posible por evitarlos. En cambio últimamente no estoy teniendo mucha suerte con las averías. En el anterior viaje se me estropeó la moto en Escocia, y ahora el problema en Islandia. Lógicamente no es algo agradable que te pase, pero no deja de ser una experiencia. Por un lado aprendes a sacarte las castañas del fuego, y por otro te involucras con otra gente y siempre aparecerá alguien para echarte una mano. Como decía Fabián Barrio, mi escritor de viajes favorito (si no has leido su libro “Salí a dar una vuelta” ya estas tardando), siempre aparece un tío. Sea cual sea el lugar donde te encuentres y sea cual sea el problema que tengas, aparece un tío. Es la magia de viajar.


                                               CONTINUA >>>>>>>>>>>>>>