INTRODUCCIÓN.
¿Islandia? Esa era la contestación del 80% de la gente a la
que le comentaba que me iba a ir de viaje allí. Y es que, aunque este país esta
muy de moda entre viajeros y amantes de la naturaleza, para los que no lo son
tanto resulta bastante desconocido.
Tenía este destino en mente desde hacía tiempo, pero la
verdad es que este viaje ha sido el resultado de un plan B, ya que tenía
pensado irme más lejos y más tiempo, pero a uno de mis mejores amigos se le
ocurrió la genial idea de casarse en el fin de semana que pillaba justo en
medio de mis vacaciones, por lo que tuve que dividir las vacaciones en dos viajes más pequeños.
10 días. ¿Dónde ir en 10 días que parezca que te vas lejos
pero sin perder mucho tiempo en el transporte? ¿Dónde ir que te aporte algo
diferente a lo que estamos acostumbrados en la Europa más urbanita? Y es aquí
cuando emerge la idea de Islandia. Pero… ¿Se puede ver Islandia en sólo 10
días? Todo no, pero mucho sí.
Y aprovechando que allí vuela mi aerolínea favorita,
decidimos lanzarnos y comenzar los preparativos. Bueno, los que me conocéis ya
sabeis como son mis preparativos. Compré un mapa y una guía, alquilé un 4x4 por internet y allá que
fuimos.
03-09-13
El avión nos deposita suavemente en Kefliavik, ciudad
cercana a la capital en donde se encuentra el aeropuerto, a las tantas de la
madrugada. Con todo el sueño del mundo realizamos el papeleo correspondiente
del alquiler del coche (www.faircar.is) y
nos vamos a un hotelito a 5 minutos del aeropuerto para descansar sin ser muy conscientes de
donde estamos.
Al cabo de unas pocas horas, cuando salimos del hotel la
cosa cambia. Nos recibe un día soleado, con un cielo muy azul trufado de
esponjosas nubes que sobrevuelan nuestras cabezas a gran velocidad empujadas
por el viento. Y allí nos estaba esperando “Jeepo”, el impecable Jeep Patriot
negro que nos llevará a través de los impactantes paisajes de esta isla.
Siguiendo los consejos de una amiga de Rocío que estuvo por
aquí, lo primero que hacemos es ir al supermercado y llenar el maletero de
comida. Aquí empieza lo típico cuando viajas fuera de la zona Euro, intentar
inventarte una regla mental para realizar el cambio de la moneda local a euros
de una manera rápida y fácil. Pues bien, aquía además de ser rápido y fácil es
divertido, ya que el cambio estaba más o menos con la misma relacion que entre
euros y pesetas, por lo que nos pasamos todo el viaje pensando en pesetas. ¡Qué
recuerdos!
Como ya nos habíamos comido parte de la mañana, decidimos ir
a la famosa Blue Lagoon, que está a pocos kilómetros y desde allí seguir hacia
el sur para recorrer la costa.
La Blue Lagoon es la atracción turística por excelencia del
país. Por aquí pasamos todos los extranjeros que visitamos la isla, que no
somos pocos la verdad. Aunque es un sitio muy “guiri” y la entrada es muy cara
(la más barata 35e), yo recomiendo su visita, ya que es un lugar único en el
mundo. Se trata de una gran piscina termal natural, situada entre rocas
volcánicas negras, cargada de minerales (sílice) que le dan al agua un aspecto
lechoso y un color azulado muy característico. La temperatura del agua ronda
los 38 grados, pero no es constante, sino que hay una especie de corrientes que
varían la temperatura. Justo al lado se puede ver una central geotérmica que
aprovecha este calor emergido de la tierra. El paisaje resulta de lo más
llamativo, casi marciano.
El barro blanco de sílice que se forma tiene propiedades
exfoliantes para la piel, por lo que es muy normal encontrarse a gente
embadurnada con este barro.
A parte de la laguna el complejo dispone de sauna, baño
turco, zona de relax… lo típico de un spa.
CONSEJO PARA LAS CHICAS: Si no quereis tener que incinerar
vuestro pelo después de una jornada en la Blue Lagoon, llevaros un bote entero
de suavizante y un buen cepillo :)
Ralajaditos y exfoliados tomamos la carretera que sigue la
costa sur, hacia el este. Nos salimos del asfalto para ir probando el coche por
alguna pistilla fácil, hasta que a lo lejos veo un faro amarillo, impoluto,
desafiante, y claro, tengo que llegar hasta él. Pero la pista se complica y
para evitar meternos en líos el primer día decidimos dar la vuelta y continuar
nuestra ruta hacia Laugarvatn, lugar donde haremos noche.
Pero antes de llegar nos encontramos con el Kerid. Se trata
de un cráter que tiene un lago verde en su interior.
04-09-13
El primer objetivo del día era el parque natural de
Pingvellir. Para llegar a él debíamos recorrer 16 km de pista, los cuales
deberiamos deshacer de nuevo para continuar la ruta. Pero resultó que esos 16
km no eran una pista, sino una bonita carreterita perfectamente asfaltada.
Pingvellir significa “los Campos del Parlamento”, y es que
fue aquí donde se fundó el primer parlamento islandés, un montón de años antes
de que naciese Cristo. Se trata de una gran llanura hasta donde se desplazaban
los vikingos para debatir leyes, pactar matrimonios y cosas del estilo. Apenas
quedan restos de los vikingos, pero este lugar resulta impresionante por su
situación, ya que aquí se separan las placas Norteamericana y Euroasiática.
Un pequeño desvío, indicado con un oxidado número llama mi
atención al poco de abandonar Pinvellir. Investigamos un poco y resulta ser el
desvío a la pista por la que debíamos haber llegado. Sin dudarlo decididimos
deshacer el camino por la pista, que está en buenas condiciones y atravesamos
nuestro primer río con el coche. Bueno, está bien, era un riachuelo de un palmo
de profundidad, pero hacía ilusión.
Disfrutando del paisaje llegamos a Geysir, otro punto de
gran interés turístico y otra maravilla de la naturaleza. En este país no
encontrareis monumentos, ni arte, ni lugares fashion, pero exhibiciones de
naturaleza todas las que quieras.
Se trata de una zona donde la tierra está caliente, haciendo
hervir el agua que por ella pasa y creando los famosos géiseres, cuyo nombre
viene de Geysir, ya que éste es el original chorro de agua caliente que da
nombre a todos los demás. Cuando escupe el agua, lo hace hasta una altura de
casi 80 metros, pero lamentablemente sólo lo hace dos o tres veces al día.
Pero la Madre Tierra quería ofrecer un mejor servicio a los
turistas, ya que tenerles esperando 12h para ver el Geysir en acción durante
unos segundos no era buen negocio, y decidió poner justo al lado a Strokkur, el
géisir mas regular del mundo. Strokkur escupe el agua cada 5 minutos, a veces 4
y a veces 6, para que estes atento. Eso sí, el pobre tiene menos fuerza que su
amigo y escupe sólo a 20-30m de altura.
Estar a los pies de Strokkur es como jugar al escondite
inglés. Él escupe el agua, y nosotros, los espectadores, tomamos tiempo y
preparamos nuestras cámaras para inmortalizar el momento, que dura un solo
segundo. En el momento en el que desvías la mirada del visor de la cámara o
bajas los brazos para relajarlos un momento, ése será el momento en el que
Strokkur escupa, no lo dudes, pillándote desprevenido y haciendote repetir la
misma operación durante otros 5 minutos, a veces 4 y a veces 6, para que estes
atento.
A escasos 10 kilómetros se encuentra la cascada de Gulfoss, que
junto con Pingvellir y Geysir forma el llamado Circulo Dorado.
Desde el aparcamiento de Gulfoss no se ve la cascada. Pero
se siente. Se siente la humedad que desprende, pero sobretodo, se oye. La
finísima lluvia y el ronco estruendo que provocan su caída de 32 m sobre un
barranco te acompañan mientras desciendes el sendero, haciendote sentir que
aunque ya hayas visto fotos de ella nada tiene que ver con estar aquí, hasta
que allí aparece, fuerte, bruta, provocando una gran pared de rocío y diversos
arcoirirs en cuanto algun rayo de sol despistado consigue colarse hasta este
lugar.
Imagino que a todo el mundo que se plante delante de una
cascada de este tamaño, y ya no os digo nada de quien lo haga en Iguazú,
Niagara o las Victoria, se le ocurrirá pensar en cuantos litros por hora,
minuto o segundo caen por ella. La
verdad es que no tengo ni idea, y tampo me voy a poner a investigarlo, pero
hubo unos inversores en la decada de 1920 que sí que lo hicieron, y llegaron a
la misma conclusión que yo: son un huevo de litros. El caso es que ellos fueron
más lejos que yo, y se les ocurrió la genial idea de embalsar el río, para
aprovecharlo en un proyecto hidrológico, aunque para ello tuvieran que cargarse
la cascada y cambiar ese huevo de litros por un huevo de billetes.
Afortunadamente el propietario de los terrenos tenía muchos huevos, no de
litros ni de billetes, sino de los de verdad, y se negó a vender esos terrenos,
evitando así la destrucción de la cascada.
Nuestro siguiente objetivo eran las cascadas de Haifoss, de
las que teníamos pocas referencias ya que se encuentran apartadas del
itinerario típico turista. Para llegar allí desde Gulfoss hay dos opciones, una
directa recorriendo unos 30km de pista y otra dando un rodeo de unos 80km más
otros 10 de pista. ¿A que no adivináis cual escogimos?
La pista, aunque algo pedregosa, no suponía ningun problema
para Jeepo, y todos disfrutabamos del camino.
Hasta que nos encontramos una barrera que cortaba el camino.
Y por aquel camino perdido por las montañas del país más deshabitado de Europa
apareció un lugareño con su todoterreno. Y ya que en este país hasta el cabrero
vikingo más anciano habla un perfecto inglés, aprovechamos a preguntarle por el
camino y la barrera. Nos dice que se puede pasar, pero que la ponen como
indicación de que los ríos ya estan crecidos, y nos dice que con nuestro
“little Jeep” de alquiler no podremos cruzarlos. Él dice que lo va a intentar,
pero nosotros decidimos hacerle caso y, aunque un poco ofendidos por haber
llamado pequeñajo a nuestro super Jeepo, damos la vuelta, deshacemos el camino
y decidimos ir por la ruta larga.
Un pequeño matiz del que todavía no habíamos hablado es el
concepto de todoterreno que tienen por aquí. Quizá unas imágenes os ayuden a
entender por que él pudo seguir y nosotros no…
Después del rodeo por carretera llegamos a los pocos
kilómetros de pista que nos separan de Haifoss. Resulta un tramo bastante más
complicado que el anterior, lleno de piedras y baches, pero sin ríos que corten
nuestro camino. El camino termina en una llanura verde, a los pies de las
siempre nevadas montañas, desde donde se ven las cascadas, las segundas más
altas de Islandia con sus 122m de caída. La cascada en sí no resulta tan
espectacular como la de Gulfoss, pero el lugar, el paisaje y la ausencia de
turista alguno compensa con creces el camino recorrido hasta aquí. Sería un
sitio perfecto para acampar si no fuese por el frío que hace.
La noche ha caído, y nosotros avanzamos por carretera
asfaltada hasta el pueblo donde la noche anterior habíamos reservado una
guesthouse. En un cruce en medio de la nada, a una media hora del siguiente
pueblo y a otro tanto del anterior, vemos a unos mochileros haciendo autostop.
Parecen jóvenes, y no se poque, la manera de mirarnos uno de ellos hace que por
primera vez en mi vida me plantee la posibilidad de recoger a unos
autoestopistas, pero ante la duda no paro. Pero hay algo dentro de mi que me
dice que tenía que haber parado. Me planteo la situación con Rocío, lo
hablamos, y finalmente mis argumentos de que son unos jóvenes viajeros
aventureros, con poco dinero, en medio de la nada, en plena noche y a 5ºC ganan
a que puedan ser unos ladrones, asesinos o violadores, y decidimos arriesgarnos
y damos la vuelta a por ellos. Cuando nos ven aparecer nos brindan una gran
sonrisa, y la tensión del momento se diluye inmediatamente cuando de cerca
podemos ver sus rostros. Los aceptamos a bordo y mis sospechas se confirman. Se
trata de una pareja de belgas, un chico y una chica, de 21 años, que andan viajando
por Islandia haciendo autostop por falta de presupuesto. Resultaron ser la mar
de majetes y al final se quedaron en la misma guesthouse que nosotros, cenamos
juntos en la casa y como muestra de agradecimiento por haberles recogido nos
regalaron unas chocolatinas de chocolate belga que compraron en la gasolinera.
Un pequeño detalle que significa mucho.
La verdad es que no recuerdo sus nombres, posiblemente ellos
tampoco recuerden los nuestros, ni tenemos una foto juntos, pero no podré
olvidar ese encuentro fácilmente, ya que vencimos esos temores implantados por
la sociedad en la que vivimos y pudimos comprobar de primera mano lo que he
oído decir miles de veces a los grandes viajeros: que el mundo es un lugar
mucho más apacible de lo que creemos y que está lleno de buenas personas, de
gente normal, como tú o como yo.
05-09-13
El cielo aquí es más
grande. Quizá sea un efecto óptico provocado por el achatamiento de los polos
debido a la latitud del país, no lo se, pero es la sensación que te da cuando
puedes disfrutar de una mañana con una ausencia total de nubes.
Impresionados por tanto cielo decidimos desviarnos de la
carretera principal e ir a cobijarnos a las montañas, hacia el valle de
Posmork. Según nuestra guía es uno de los lugares más hermosos de Islandia. Por
lo visto se trata de un valle en el que conviven en plena armonía los
glaciares, formaciones, rocosas, flores de montaña, gélidos arroyos… vamos que
no me extrañaría encontrarme con un perezoso, un mamut y un tigre, ya que debe
ser lo más parecido al idílico paisaje de la película Ice Age. Pero amigos,
tendreis que venir a verlo con vuestros propios ojos, por que nosotros no
conseguimos llegar. La pista era transitable, pero al ser septiembre nos
volvemos a encontrar con el tema de los ríos crecidos. Cruzamos dos sin muchas
dificultades, pero con tercero no nos atrevimos. Y como tenemos mucho por ver
todavía, la sensatez venció al atrevimiento y decidimos darnos la vuelta, y
visitar la cascada de Seljalandsfoss que se encuentra en esta misma pista.
Seljalandsfoss no es una gran cascada, pero tiene el pequeño
aliciente de que se puede caminar por detrás siguiendo un resbaladizo sendero.
En unos sitios definen a Islandia como la tierra del fuego,
en otros como la tierra del hielo, pero para mí es la tierra del agua. Porque
allá donde mires verás un riachuelo, un lago o una cascada. Y como hay tantas
pues decidimos parar a comer en una de las de renombre del país, Skogarfoss. No
hay mucho que decir sobre esta cascada ya que una imagen vale más que mil
palabras, pero cuenta la leyenda que un colono llamado Prasi escondió un cofre de
oro detrás de ella…
Continuamos hacia Dyrholaey, en donde nos desviamos para
intentar encontrar algún frailecillo, pero no debeis pensar en una especie de
monaguillo, sino en una simpática ave genuina de esta isla. Pero los
frailecillos debian de estar en misa, por que no vimos ninguno. En cambio nos
encontramos con una impresionante playa de arena negra, presidida por un enorme
arco de piedra negra, ambos vigilados por la incesante mirada un pequeño faro
que parecía de juguete. Me encantan los faros.
Seguimos costeando hacia el oeste, por la carretera
principal, atravesando un desierto de rocas volcánicas, que han sido cubiertas
por una capa de musgo de tres dedos de espesor.
Y a pesar del musgo, para que quede bien claro que no
estamos en el parque natural de Timanfaya (en Lanzarote), pues los islandeses
le han añadido un glaciar, no siendo que te confundas.
Siguiendo el suave asfalto de la carretera número 1,
llegamos a Skaftafell. Desde aquí sale un sendero que en menos de una hora a
pie te lleva a la cascada de Svartifoss. Sin prisa pero sin pausa, que el sol
ya empieza a caer, recorremos el bonito camino que nos separa de esta nueva
cascada. Svartifoss es otra de las cascadas que puedes encontrar en las
postales de las tiendas de souvenirs, ya que se encuentra rodeada de una pared
semicircular de brillantes columbas de basalto negro, creando una imagen muy
particular.
De vuelta a la carretera ponemos rumbo a Hofn, “ciudad”
principal de esta zona, donde hemos encontrado el único sitio donde alojarnos.
Pero de camino, en un remetido de la carretera vemos aparcados varios coches a
los pies de una pequeña colina. Se me enciende el sentido arácnido viajero y
decidimos parar a ver que se cuece al otro lado de esa pequeña colina. Hace
mucho viento y los rayos de sol empiezan a abandonarnos, por lo que el frío
aparece. Llegamos a la cima de la pequeña colina y me vino. Así, de repente,
totalmente inesperado, como cuando muerdes un chicle Bubbaloo o explota un
tomatito cherry entre tus muelas, me vino un orgasmo visual.
Se trata de la laguna de Jokulsarlón, una laguna en donde se
desprenden los icebergs del glaciar quedando flotando sobre ella durante meses,
incluso años, hasta que se van derritiendo y la ligera corriente los va
arrastrando hasta el mar.
Hace una noche totalmente despejada y fría. Según nos dicen
en el hotel de Hofn esta noche se podrían ver auroras boreales. Nunca hemos
visto una, y ante la posibilidad de ver una hacemos guardia en la ventana
durante un tiempo. Pero finalmente el sueño puede con nosotros y como Aurora se
está retrasando pues le damos calabazas y nos vamos con la almohada.
06-09-13
Por la mañana volvemos a Jokulsarlón, donde nos embarcamos
en un barco anfibio, de esos con ruedas, con un montón de alemanes para hacer
una excursión por los icebergs. Resulta impresionante verlos de cerca. En un
par de ocasiones hemos tenido la suerte de poder ver como se desprendía un
trozo al mar, realizando un gran estruendo y provocando un cambio en el centro
de gravedad del iceberg que le hace bascular sobre el agua, quedando a la vista
la parte que antes estaba sumergida, que es de un azul impactante.
Durante la excursión los guías recogen un trozo de hielo,
que resulta ser milenario, ya que desde que se forma en la parte alta del
glaciar hasta que la lengua avanza hasta la laguna pasar varios miles de años.
Se trata de un hielo totalmente puro y muy compacto. Después de que pase por
las manos de todos nosotros para la correspondiente foto, lo trocean y nos dan
un trocito para que lo probemos. Ya puedo decir que he tomado hielo puro
milenario, lo que me purificará por dentro, me estirará la piel, hará que
parezca 15 años más joven y que viva hasta los 150 años.
Bromas aparte, la excursión y el lugar son totalmente
recomendables.
Según nuestra guía no queda lejos Solheimajokull, que es la
lengua glaciar más fácil de alcanzar. Según la guía es “un camino con baches de
5 km”, por lo que no suena dificil, así que allá que fuimos. Nos desviamos de
la carretera principal y enfilamos la pista. No tiene mala pinta, pero se va
complicando poco a poco, hasta convertirse en un pedregal de piedras sueltas
del tamaño de balones de fútbol. Cuando nos embalamos debemos coger los 2 km/h,
puede que no tanto, y aún así vamos dando unos botes del carajo. Empezamos a
temer por el coche, este camino es demasiado para un coche de alquiler. Debemos
de llevar 15km y no hay rastro del glaciar todavía, por lo que decidimos
abandonar la misión. Hemos tenido que darnos la vuelta en varias ocasiones en
lo que va de viaje. Posiblemente sea mi inexperiencia a los mandos de un 4x4, o
a que los caminos que escogemos son demasiado complicados para el pequeño
Jeepo. Seguramente sea una combinación de ambos factores. El caso es que no
sienta nada bien quedarse sin llegar al sitio que te habías planteado. Aunque
sepamos que es la decisión más sensata en ese momento nos jode, y mucho. Pero
los viajes son así. Se me viene a la cabeza una frase que leí en algún sitio:
“Cuanto más loca es la aventura, más cuerdo debe ser el aventurero”.
Bonitas vistas antes del pedregal |
07-09-13
El día de hoy lo vamos a dedicar a cruzar al norte de la
isla por las HighLands, es decir, por el centro de la isla. Principalmente hay
dos rutas para hacerlo, la F35 y la F26. Cuando planificaba un poco el
itinerario desde casa mi intención era cruzar por la F26, ya que la F35 es la
más tipica, la más transitada y la más fácil. Pero viendo el panorama estuvimos
preguntando e informandonos del estado y de las diferencias entre ambas rutas,
y llegamos a la conclusión de que la principal diferencia entre ambas es que
una tiene puentes sobre los ríos y la otra no. Nos recomiendan claramente la
F35, ya que por la F26 nos encontraríamos una vez más con los ríos crecidos e
iba a ser imposible cruzarlos.
La F35 es una pista que en principio es fácil, aunque al ser
bastante transitada está bastante bacheada y con bastantes agujeros provocados
por el paso de los vehículos. Son unos 220 kilómetros, en los que no hay nada, un
desierto de lava y rocas que discurre entre volvanes y campos de hielo.
Menos mal que elegimos la ruta con puentes |
Cuando llevábamos unos 80 ó 90 kilómetros nos cruzamos con
otro todoterreno de alquiler que nos da luces y nos hace gesto para que
paremos. Resulta ser una familia de chinos que nos preguntan si queda mucho
hasta el pueblo, que no tienen mapa. Le digo que unos 90 kilómetros y el tipo
pone cara de susto. Entre gestos y las 4 palabras que su hija de unos 12 años
sabe de inglés nos cuentan que están justos de combustible y que no llegarán
hasta el pueblo. Saco nuesto mapa y le indico que justo en la mitad de la ruta
hay una zona de aguas geotermales, en la que nos han dicho que hay un bar y que
en ese lugar en el mapa aparece un icono de un surtidor, por lo que
posiblemente allí tuviesen combustible para estos casos. Les digo que han
tenido que pasarlo hace unos 15 km, y que lo mejor sería ir allí que seguro que
lo solucionan. El tipo algo indignado me dice que no ha visto nada, y que para
eso tiene que volver para atrás, y que él va en la otra dirección.
Tranquilamente les vuelvo a explicar la situación, haciendoles ver que es mejor
retroceder 15 km, repostar y seguir, que quedarse tirado a 60 km del pueblo más
cercano. Pues nada, el tío sigue diciendo que no quiere volver para atrás, que
él va en la otra dirección. Es más, parece que le molesta que le recomiende que
vuelva. Saca su teléfono móvil, hace una foto a nuestro mapa, se suben todos al
coche y siguen su ruta. Les deseo mucha suerte, y creo que la pueden necesitar.
No me entra en la cabeza que un padre de familia, con su
mujer y 3 hijos, se adentren a cruzar un país, que está en la otra punta del
mundo de su casa, por una pista de más de 200 km en la que solo hay desierto y
baches, sin mapa y sin llenar el depósito.
Al poco rato llegamos al pequeño bar. La verdad es que está
un pelín apartado de la ruta, hay que coger un desvío y recorrer unos 200m.
Quizá por eso los chinos no lo vieron. Hace muchísimo viento, y frío, pero
damos un paseo por la zona de aguas geotermales.
El bar es un lugar muy acogedor, y calentito. Reponemos
fuerzas con un par de crepes que estaban la mar de buenas.
Cuando volvemos al coche vemos que en el asiento de atrás
hay algo que no habíamos visto hasta ahora, bueno, mejor dicho a alguien. Es
nuestro amigo Murphy, que siempre viene de viaje con nosotros. Decidimos ignorarle
y continuar el viaje como si no estuviese, pero al ir a arrancar el coche no
arranca! Vuelvo a intentarlo y nada. Otra vez… nada. Oímos una risita desde el
asiento trasero…
Tenemos la mala suerte de tener más de 100 km de pista en
cualquiera de los sentidos, pero hemos tenido la buena suerte de que haya
ocurrido aquí, donde al menos hay gente.
Volvemos al bar y le comentamos la jugada al dueño. Le
preguntamos si tiene unos cables de batería y dice sí. Se va a buscarlos a la cocina, al
almacen, al trastero, a la cabaña, a su coche, por todas partes, pero no
aparecen. Es un hombre muy amable y nos dice que no nos preocupemos, que por
allí cerca estan trabajando en algo y que hay obreros, que seguro que ellos
tienen. Coge su coche y se va a buscarles. Mientras nos quedamos en el bar con
su compañera, que muy amablemente nos deja su teléfono para ir llamando a la
empresa de alquiler a comentarles la situación. Al cabo de media hora aparece
el hombre del bar, sguido de un todoterreno de esos grandes. El obrero dice que
tiene unos cables en su coche. Empieza a buscarlos y a sacar trastos de ese
coche tan enorme. Finalmente los encuentra, los conectamos a las baterías e
intentamos arrancarlo, pero tampoco arranca. Descartada la batería deducimos
que el fallo está en el motor de arranque. Saca una super cuerda, la atamos al
morrillo de Jeepo y nos remolca para poder arrancarlo a capón. Consigo que
arranque y Jeepo vuelve a rugir. Suelto una carcajada dirigida hacia el asiento
de atrás.
Vuelvo al bar a llamar de nuevo a la empresa de alquiler,
sin parar el coche claro. Quedo con ellos en que voy a intentar llegar hasta
Akureyri, que es un pueblo grande donde anoche habíamos reservado noche en un
albergue, y que allí me cambiasen el coche. Para ello tenemos el reto de hacer
110 km de pista, más otros 120 km de carretera asfaltada. Autonomía tenemos,
además ahora la mayor parte es cuesta abajo, pero hay que conseguir que no se
cale el coche ni una vez, que no sería ni la primera ni la segunda vez que se
nos cala en este viaje.Cuando llegamos al asfalto casi me bajo a besarlo como el
Papa. ¡Qué tensión coño!
Conseguimos llegar al albergue. Al final nos mandan un
mecánico que asegura poder arreglar el coche esta misma noche, aunque sea
sábado, y sino la empresa mañana por la mañana nos trae uno nuevo. A las 23.30
el mecánico vuelve montado en Jeepo. Lo ha conseguido arreglar. Efectivamente
era el motor de arranque. Lo ha desmontado, limpiado, cambiado no se qué y
listo. Lo arranca tres o cuatro veces delante de mí para demostrarme que
funciona correctamente. Todo un profesional. Me estan cayendo bien estos
islandeses.
Viajar por carretera por uno mismo es la mejor forma de
conocer un país, pero tiene dos riesgos importantes, el primero los accidentes,
y el segundo las averías. Accidentes de momento nunca he tenido, y seguiré
haciendo lo posible por evitarlos. En cambio últimamente no estoy teniendo
mucha suerte con las averías. En el anterior viaje se me estropeó la moto en
Escocia, y ahora el problema en Islandia. Lógicamente no es algo agradable que
te pase, pero no deja de ser una experiencia. Por un lado aprendes a sacarte
las castañas del fuego, y por otro te involucras con otra gente y siempre
aparecerá alguien para echarte una mano. Como decía Fabián Barrio, mi escritor
de viajes favorito (si no has leido su libro “Salí a dar una vuelta” ya estas
tardando), siempre aparece un tío. Sea cual sea el lugar donde te encuentres y
sea cual sea el problema que tengas, aparece un tío. Es la magia de viajar.
CONTINUA >>>>>>>>>>>>>>
Genial, muy bueno, tienes madera. si cuidaras un pelín la redacción sería la "pera limonera"
ResponderEliminarMe gusta. Sencillo, directo y con unas fotografías extraordinarias que acompañan al relato de forma eficiente. Echamos de menos más relatos de tus viajes. Por que has hecho más, ¿verdad?
ResponderEliminarLa cascada de Svartifoss es una delicia. Si pudiera me pondría esa foto, ampliada, en el salón de mi casa. Me encanta, es preciosa. ¡Que buen ojo tienes, Arraulado!
ResponderEliminarMenuda pasada socio, ya me gustaría a mi poder ir hasta allí, me quito el sombrero.
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