lunes, 22 de diciembre de 2014

ISLANDIA -1-



INTRODUCCIÓN.

¿Islandia? Esa era la contestación del 80% de la gente a la que le comentaba que me iba a ir de viaje allí. Y es que, aunque este país esta muy de moda entre viajeros y amantes de la naturaleza, para los que no lo son tanto resulta bastante desconocido.

Tenía este destino en mente desde hacía tiempo, pero la verdad es que este viaje ha sido el resultado de un plan B, ya que tenía pensado irme más lejos y más tiempo, pero a uno de mis mejores amigos se le ocurrió la genial idea de casarse en el fin de semana que pillaba justo en medio de mis vacaciones, por lo que tuve que  dividir las vacaciones en dos viajes más pequeños.
10 días. ¿Dónde ir en 10 días que parezca que te vas lejos pero sin perder mucho tiempo en el transporte? ¿Dónde ir que te aporte algo diferente a lo que estamos acostumbrados en la Europa más urbanita? Y es aquí cuando emerge la idea de Islandia. Pero… ¿Se puede ver Islandia en sólo 10 días? Todo no, pero mucho sí.

Y aprovechando que allí vuela mi aerolínea favorita, decidimos lanzarnos y comenzar los preparativos. Bueno, los que me conocéis ya sabeis como son mis preparativos. Compré un mapa y una guía,  alquilé un 4x4 por internet y allá que fuimos.


03-09-13

El avión nos deposita suavemente en Kefliavik, ciudad cercana a la capital en donde se encuentra el aeropuerto, a las tantas de la madrugada. Con todo el sueño del mundo realizamos el papeleo correspondiente del alquiler del coche (www.faircar.is) y nos vamos a un hotelito a 5 minutos del aeropuerto para  descansar sin ser muy conscientes de donde estamos.

Al cabo de unas pocas horas, cuando salimos del hotel la cosa cambia. Nos recibe un día soleado, con un cielo muy azul trufado de esponjosas nubes que sobrevuelan nuestras cabezas a gran velocidad empujadas por el viento. Y allí nos estaba esperando “Jeepo”, el impecable Jeep Patriot negro que nos llevará a través de los impactantes paisajes de esta isla.

Siguiendo los consejos de una amiga de Rocío que estuvo por aquí, lo primero que hacemos es ir al supermercado y llenar el maletero de comida. Aquí empieza lo típico cuando viajas fuera de la zona Euro, intentar inventarte una regla mental para realizar el cambio de la moneda local a euros de una manera rápida y fácil. Pues bien, aquía además de ser rápido y fácil es divertido, ya que el cambio estaba más o menos con la misma relacion que entre euros y pesetas, por lo que nos pasamos todo el viaje pensando en pesetas. ¡Qué recuerdos!

Como ya nos habíamos comido parte de la mañana, decidimos ir a la famosa Blue Lagoon, que está a pocos kilómetros y desde allí seguir hacia el sur para recorrer la costa.


La Blue Lagoon es la atracción turística por excelencia del país. Por aquí pasamos todos los extranjeros que visitamos la isla, que no somos pocos la verdad. Aunque es un sitio muy “guiri” y la entrada es muy cara (la más barata 35e), yo recomiendo su visita, ya que es un lugar único en el mundo. Se trata de una gran piscina termal natural, situada entre rocas volcánicas negras, cargada de minerales (sílice) que le dan al agua un aspecto lechoso y un color azulado muy característico. La temperatura del agua ronda los 38 grados, pero no es constante, sino que hay una especie de corrientes que varían la temperatura. Justo al lado se puede ver una central geotérmica que aprovecha este calor emergido de la tierra. El paisaje resulta de lo más llamativo, casi marciano.









El barro blanco de sílice que se forma tiene propiedades exfoliantes para la piel, por lo que es muy normal encontrarse a gente embadurnada con este barro.








A parte de la laguna el complejo dispone de sauna, baño turco, zona de relax… lo típico de un spa.





CONSEJO PARA LAS CHICAS: Si no quereis tener que incinerar vuestro pelo después de una jornada en la Blue Lagoon, llevaros un bote entero de suavizante y un buen cepillo :)


Ralajaditos y exfoliados tomamos la carretera que sigue la costa sur, hacia el este. Nos salimos del asfalto para ir probando el coche por alguna pistilla fácil, hasta que a lo lejos veo un faro amarillo, impoluto, desafiante, y claro, tengo que llegar hasta él. Pero la pista se complica y para evitar meternos en líos el primer día decidimos dar la vuelta y continuar nuestra ruta hacia Laugarvatn, lugar donde haremos noche.




Pero antes de llegar nos encontramos con el Kerid. Se trata de un cráter que tiene un lago verde en su interior.






04-09-13

El primer objetivo del día era el parque natural de Pingvellir. Para llegar a él debíamos recorrer 16 km de pista, los cuales deberiamos deshacer de nuevo para continuar la ruta. Pero resultó que esos 16 km no eran una pista, sino una bonita carreterita perfectamente asfaltada.

Pingvellir significa “los Campos del Parlamento”, y es que fue aquí donde se fundó el primer parlamento islandés, un montón de años antes de que naciese Cristo. Se trata de una gran llanura hasta donde se desplazaban los vikingos para debatir leyes, pactar matrimonios y cosas del estilo. Apenas quedan restos de los vikingos, pero este lugar resulta impresionante por su situación, ya que aquí se separan las placas Norteamericana y Euroasiática.









Un pequeño desvío, indicado con un oxidado número llama mi atención al poco de abandonar Pinvellir. Investigamos un poco y resulta ser el desvío a la pista por la que debíamos haber llegado. Sin dudarlo decididimos deshacer el camino por la pista, que está en buenas condiciones y atravesamos nuestro primer río con el coche. Bueno, está bien, era un riachuelo de un palmo de profundidad, pero hacía ilusión.






Disfrutando del paisaje llegamos a Geysir, otro punto de gran interés turístico y otra maravilla de la naturaleza. En este país no encontrareis monumentos, ni arte, ni lugares fashion, pero exhibiciones de naturaleza todas las que quieras.
Se trata de una zona donde la tierra está caliente, haciendo hervir el agua que por ella pasa y creando los famosos géiseres, cuyo nombre viene de Geysir, ya que éste es el original chorro de agua caliente que da nombre a todos los demás. Cuando escupe el agua, lo hace hasta una altura de casi 80 metros, pero lamentablemente sólo lo hace dos o tres veces al día.






Pero la Madre Tierra quería ofrecer un mejor servicio a los turistas, ya que tenerles esperando 12h para ver el Geysir en acción durante unos segundos no era buen negocio, y decidió poner justo al lado a Strokkur, el géisir mas regular del mundo. Strokkur escupe el agua cada 5 minutos, a veces 4 y a veces 6, para que estes atento. Eso sí, el pobre tiene menos fuerza que su amigo y escupe sólo a 20-30m de altura.

Estar a los pies de Strokkur es como jugar al escondite inglés. Él escupe el agua, y nosotros, los espectadores, tomamos tiempo y preparamos nuestras cámaras para inmortalizar el momento, que dura un solo segundo. En el momento en el que desvías la mirada del visor de la cámara o bajas los brazos para relajarlos un momento, ése será el momento en el que Strokkur escupa, no lo dudes, pillándote desprevenido y haciendote repetir la misma operación durante otros 5 minutos, a veces 4 y a veces 6, para que estes atento.









A escasos 10 kilómetros se encuentra la cascada de Gulfoss, que junto con Pingvellir y Geysir forma el llamado Circulo Dorado.
Desde el aparcamiento de Gulfoss no se ve la cascada. Pero se siente. Se siente la humedad que desprende, pero sobretodo, se oye. La finísima lluvia y el ronco estruendo que provocan su caída de 32 m sobre un barranco te acompañan mientras desciendes el sendero, haciendote sentir que aunque ya hayas visto fotos de ella nada tiene que ver con estar aquí, hasta que allí aparece, fuerte, bruta, provocando una gran pared de rocío y diversos arcoirirs en cuanto algun rayo de sol despistado consigue colarse hasta este lugar.










Imagino que a todo el mundo que se plante delante de una cascada de este tamaño, y ya no os digo nada de quien lo haga en Iguazú, Niagara o las Victoria, se le ocurrirá pensar en cuantos litros por hora, minuto o segundo caen por ella.  La verdad es que no tengo ni idea, y tampo me voy a poner a investigarlo, pero hubo unos inversores en la decada de 1920 que sí que lo hicieron, y llegaron a la misma conclusión que yo: son un huevo de litros. El caso es que ellos fueron más lejos que yo, y se les ocurrió la genial idea de embalsar el río, para aprovecharlo en un proyecto hidrológico, aunque para ello tuvieran que cargarse la cascada y cambiar ese huevo de litros por un huevo de billetes. Afortunadamente el propietario de los terrenos tenía muchos huevos, no de litros ni de billetes, sino de los de verdad, y se negó a vender esos terrenos, evitando así la destrucción de la cascada.
Nuestro siguiente objetivo eran las cascadas de Haifoss, de las que teníamos pocas referencias ya que se encuentran apartadas del itinerario típico turista. Para llegar allí desde Gulfoss hay dos opciones, una directa recorriendo unos 30km de pista y otra dando un rodeo de unos 80km más otros 10 de pista. ¿A que no adivináis cual escogimos?

La pista, aunque algo pedregosa, no suponía ningun problema para Jeepo, y todos disfrutabamos del camino.



Hasta que nos encontramos una barrera que cortaba el camino. Y por aquel camino perdido por las montañas del país más deshabitado de Europa apareció un lugareño con su todoterreno. Y ya que en este país hasta el cabrero vikingo más anciano habla un perfecto inglés, aprovechamos a preguntarle por el camino y la barrera. Nos dice que se puede pasar, pero que la ponen como indicación de que los ríos ya estan crecidos, y nos dice que con nuestro “little Jeep” de alquiler no podremos cruzarlos. Él dice que lo va a intentar, pero nosotros decidimos hacerle caso y, aunque un poco ofendidos por haber llamado pequeñajo a nuestro super Jeepo, damos la vuelta, deshacemos el camino y decidimos ir por la ruta larga.

Un pequeño matiz del que todavía no habíamos hablado es el concepto de todoterreno que tienen por aquí. Quizá unas imágenes os ayuden a entender por que él pudo seguir y nosotros no…









Después del rodeo por carretera llegamos a los pocos kilómetros de pista que nos separan de Haifoss. Resulta un tramo bastante más complicado que el anterior, lleno de piedras y baches, pero sin ríos que corten nuestro camino. El camino termina en una llanura verde, a los pies de las siempre nevadas montañas, desde donde se ven las cascadas, las segundas más altas de Islandia con sus 122m de caída. La cascada en sí no resulta tan espectacular como la de Gulfoss, pero el lugar, el paisaje y la ausencia de turista alguno compensa con creces el camino recorrido hasta aquí. Sería un sitio perfecto para acampar si no fuese por el frío que hace.






La noche ha caído, y nosotros avanzamos por carretera asfaltada hasta el pueblo donde la noche anterior habíamos reservado una guesthouse. En un cruce en medio de la nada, a una media hora del siguiente pueblo y a otro tanto del anterior, vemos a unos mochileros haciendo autostop. Parecen jóvenes, y no se poque, la manera de mirarnos uno de ellos hace que por primera vez en mi vida me plantee la posibilidad de recoger a unos autoestopistas, pero ante la duda no paro. Pero hay algo dentro de mi que me dice que tenía que haber parado. Me planteo la situación con Rocío, lo hablamos, y finalmente mis argumentos de que son unos jóvenes viajeros aventureros, con poco dinero, en medio de la nada, en plena noche y a 5ºC ganan a que puedan ser unos ladrones, asesinos o violadores, y decidimos arriesgarnos y damos la vuelta a por ellos. Cuando nos ven aparecer nos brindan una gran sonrisa, y la tensión del momento se diluye inmediatamente cuando de cerca podemos ver sus rostros. Los aceptamos a bordo y mis sospechas se confirman. Se trata de una pareja de belgas, un chico y una chica, de 21 años, que andan viajando por Islandia haciendo autostop por falta de presupuesto. Resultaron ser la mar de majetes y al final se quedaron en la misma guesthouse que nosotros, cenamos juntos en la casa y como muestra de agradecimiento por haberles recogido nos regalaron unas chocolatinas de chocolate belga que compraron en la gasolinera. Un pequeño detalle que significa mucho.

La verdad es que no recuerdo sus nombres, posiblemente ellos tampoco recuerden los nuestros, ni tenemos una foto juntos, pero no podré olvidar ese encuentro fácilmente, ya que vencimos esos temores implantados por la sociedad en la que vivimos y pudimos comprobar de primera mano lo que he oído decir miles de veces a los grandes viajeros: que el mundo es un lugar mucho más apacible de lo que creemos y que está lleno de buenas personas, de gente normal, como tú o como yo.



05-09-13


El cielo aquí es más grande. Quizá sea un efecto óptico provocado por el achatamiento de los polos debido a la latitud del país, no lo se, pero es la sensación que te da cuando puedes disfrutar de una mañana con una ausencia total de nubes. 




Impresionados por tanto cielo decidimos desviarnos de la carretera principal e ir a cobijarnos a las montañas, hacia el valle de Posmork. Según nuestra guía es uno de los lugares más hermosos de Islandia. Por lo visto se trata de un valle en el que conviven en plena armonía los glaciares, formaciones, rocosas, flores de montaña, gélidos arroyos… vamos que no me extrañaría encontrarme con un perezoso, un mamut y un tigre, ya que debe ser lo más parecido al idílico paisaje de la película Ice Age. Pero amigos, tendreis que venir a verlo con vuestros propios ojos, por que nosotros no conseguimos llegar. La pista era transitable, pero al ser septiembre nos volvemos a encontrar con el tema de los ríos crecidos. Cruzamos dos sin muchas dificultades, pero con tercero no nos atrevimos. Y como tenemos mucho por ver todavía, la sensatez venció al atrevimiento y decidimos darnos la vuelta, y visitar la cascada de Seljalandsfoss que se encuentra en esta misma pista.




Seljalandsfoss no es una gran cascada, pero tiene el pequeño aliciente de que se puede caminar por detrás siguiendo un resbaladizo sendero.







En unos sitios definen a Islandia como la tierra del fuego, en otros como la tierra del hielo, pero para mí es la tierra del agua. Porque allá donde mires verás un riachuelo, un lago o una cascada. Y como hay tantas pues decidimos parar a comer en una de las de renombre del país, Skogarfoss. No hay mucho que decir sobre esta cascada ya que una imagen vale más que mil palabras, pero cuenta la leyenda que un colono llamado Prasi escondió un cofre de oro detrás de ella…









Continuamos hacia Dyrholaey, en donde nos desviamos para intentar encontrar algún frailecillo, pero no debeis pensar en una especie de monaguillo, sino en una simpática ave genuina de esta isla. Pero los frailecillos debian de estar en misa, por que no vimos ninguno. En cambio nos encontramos con una impresionante playa de arena negra, presidida por un enorme arco de piedra negra, ambos vigilados por la incesante mirada un pequeño faro que parecía de juguete. Me encantan los faros.







Seguimos costeando hacia el oeste, por la carretera principal, atravesando un desierto de rocas volcánicas, que han sido cubiertas por una capa de musgo de tres dedos de espesor.






Y a pesar del musgo, para que quede bien claro que no estamos en el parque natural de Timanfaya (en Lanzarote), pues los islandeses le han añadido un glaciar, no siendo que te confundas.





Siguiendo el suave asfalto de la carretera número 1, llegamos a Skaftafell. Desde aquí sale un sendero que en menos de una hora a pie te lleva a la cascada de Svartifoss. Sin prisa pero sin pausa, que el sol ya empieza a caer, recorremos el bonito camino que nos separa de esta nueva cascada. Svartifoss es otra de las cascadas que puedes encontrar en las postales de las tiendas de souvenirs, ya que se encuentra rodeada de una pared semicircular de brillantes columbas de basalto negro, creando una imagen muy particular.






De vuelta a la carretera ponemos rumbo a Hofn, “ciudad” principal de esta zona, donde hemos encontrado el único sitio donde alojarnos. Pero de camino, en un remetido de la carretera vemos aparcados varios coches a los pies de una pequeña colina. Se me enciende el sentido arácnido viajero y decidimos parar a ver que se cuece al otro lado de esa pequeña colina. Hace mucho viento y los rayos de sol empiezan a abandonarnos, por lo que el frío aparece. Llegamos a la cima de la pequeña colina y me vino. Así, de repente, totalmente inesperado, como cuando muerdes un chicle Bubbaloo o explota un tomatito cherry entre tus muelas, me vino un orgasmo visual.





Se trata de la laguna de Jokulsarlón, una laguna en donde se desprenden los icebergs del glaciar quedando flotando sobre ella durante meses, incluso años, hasta que se van derritiendo y la ligera corriente los va arrastrando hasta el mar.






Hace una noche totalmente despejada y fría. Según nos dicen en el hotel de Hofn esta noche se podrían ver auroras boreales. Nunca hemos visto una, y ante la posibilidad de ver una hacemos guardia en la ventana durante un tiempo. Pero finalmente el sueño puede con nosotros y como Aurora se está retrasando pues le damos calabazas y nos vamos con la almohada.

06-09-13

Por la mañana volvemos a Jokulsarlón, donde nos embarcamos en un barco anfibio, de esos con ruedas, con un montón de alemanes para hacer una excursión por los icebergs. Resulta impresionante verlos de cerca. En un par de ocasiones hemos tenido la suerte de poder ver como se desprendía un trozo al mar, realizando un gran estruendo y provocando un cambio en el centro de gravedad del iceberg que le hace bascular sobre el agua, quedando a la vista la parte que antes estaba sumergida, que es de un azul impactante.
Durante la excursión los guías recogen un trozo de hielo, que resulta ser milenario, ya que desde que se forma en la parte alta del glaciar hasta que la lengua avanza hasta la laguna pasar varios miles de años. Se trata de un hielo totalmente puro y muy compacto. Después de que pase por las manos de todos nosotros para la correspondiente foto, lo trocean y nos dan un trocito para que lo probemos. Ya puedo decir que he tomado hielo puro milenario, lo que me purificará por dentro, me estirará la piel, hará que parezca 15 años más joven y que viva hasta los 150 años.
Bromas aparte, la excursión y el lugar son totalmente recomendables.















Según nuestra guía no queda lejos Solheimajokull, que es la lengua glaciar más fácil de alcanzar. Según la guía es “un camino con baches de 5 km”, por lo que no suena dificil, así que allá que fuimos. Nos desviamos de la carretera principal y enfilamos la pista. No tiene mala pinta, pero se va complicando poco a poco, hasta convertirse en un pedregal de piedras sueltas del tamaño de balones de fútbol. Cuando nos embalamos debemos coger los 2 km/h, puede que no tanto, y aún así vamos dando unos botes del carajo. Empezamos a temer por el coche, este camino es demasiado para un coche de alquiler. Debemos de llevar 15km y no hay rastro del glaciar todavía, por lo que decidimos abandonar la misión. Hemos tenido que darnos la vuelta en varias ocasiones en lo que va de viaje. Posiblemente sea mi inexperiencia a los mandos de un 4x4, o a que los caminos que escogemos son demasiado complicados para el pequeño Jeepo. Seguramente sea una combinación de ambos factores. El caso es que no sienta nada bien quedarse sin llegar al sitio que te habías planteado. Aunque sepamos que es la decisión más sensata en ese momento nos jode, y mucho. Pero los viajes son así. Se me viene a la cabeza una frase que leí en algún sitio: “Cuanto más loca es la aventura, más cuerdo debe ser el aventurero”.


Bonitas vistas antes del pedregal



07-09-13


El día de hoy lo vamos a dedicar a cruzar al norte de la isla por las HighLands, es decir, por el centro de la isla. Principalmente hay dos rutas para hacerlo, la F35 y la F26. Cuando planificaba un poco el itinerario desde casa mi intención era cruzar por la F26, ya que la F35 es la más tipica, la más transitada y la más fácil. Pero viendo el panorama estuvimos preguntando e informandonos del estado y de las diferencias entre ambas rutas, y llegamos a la conclusión de que la principal diferencia entre ambas es que una tiene puentes sobre los ríos y la otra no. Nos recomiendan claramente la F35, ya que por la F26 nos encontraríamos una vez más con los ríos crecidos e iba a ser imposible cruzarlos.

La F35 es una pista que en principio es fácil, aunque al ser bastante transitada está bastante bacheada y con bastantes agujeros provocados por el paso de los vehículos. Son unos 220 kilómetros, en los que no hay nada, un desierto de lava y rocas que discurre entre volvanes y campos de hielo.



Menos mal que elegimos la ruta con puentes






Cuando llevábamos unos 80 ó 90 kilómetros nos cruzamos con otro todoterreno de alquiler que nos da luces y nos hace gesto para que paremos. Resulta ser una familia de chinos que nos preguntan si queda mucho hasta el pueblo, que no tienen mapa. Le digo que unos 90 kilómetros y el tipo pone cara de susto. Entre gestos y las 4 palabras que su hija de unos 12 años sabe de inglés nos cuentan que están justos de combustible y que no llegarán hasta el pueblo. Saco nuesto mapa y le indico que justo en la mitad de la ruta hay una zona de aguas geotermales, en la que nos han dicho que hay un bar y que en ese lugar en el mapa aparece un icono de un surtidor, por lo que posiblemente allí tuviesen combustible para estos casos. Les digo que han tenido que pasarlo hace unos 15 km, y que lo mejor sería ir allí que seguro que lo solucionan. El tipo algo indignado me dice que no ha visto nada, y que para eso tiene que volver para atrás, y que él va en la otra dirección. Tranquilamente les vuelvo a explicar la situación, haciendoles ver que es mejor retroceder 15 km, repostar y seguir, que quedarse tirado a 60 km del pueblo más cercano. Pues nada, el tío sigue diciendo que no quiere volver para atrás, que él va en la otra dirección. Es más, parece que le molesta que le recomiende que vuelva. Saca su teléfono móvil, hace una foto a nuestro mapa, se suben todos al coche y siguen su ruta. Les deseo mucha suerte, y creo que la pueden necesitar.

No me entra en la cabeza que un padre de familia, con su mujer y 3 hijos, se adentren a cruzar un país, que está en la otra punta del mundo de su casa, por una pista de más de 200 km en la que solo hay desierto y baches, sin mapa y sin llenar el depósito.

Al poco rato llegamos al pequeño bar. La verdad es que está un pelín apartado de la ruta, hay que coger un desvío y recorrer unos 200m. Quizá por eso los chinos no lo vieron. Hace muchísimo viento, y frío, pero damos un paseo por la zona de aguas geotermales.








El bar es un lugar muy acogedor, y calentito. Reponemos fuerzas con un par de crepes que estaban la mar de buenas.
Cuando volvemos al coche vemos que en el asiento de atrás hay algo que no habíamos visto hasta ahora, bueno, mejor dicho a alguien. Es nuestro amigo Murphy, que siempre viene de viaje con nosotros. Decidimos ignorarle y continuar el viaje como si no estuviese, pero al ir a arrancar el coche no arranca! Vuelvo a intentarlo y nada. Otra vez… nada. Oímos una risita desde el asiento trasero…

Tenemos la mala suerte de tener más de 100 km de pista en cualquiera de los sentidos, pero hemos tenido la buena suerte de que haya ocurrido aquí, donde al menos hay gente.
Volvemos al bar y le comentamos la jugada al dueño. Le preguntamos si tiene unos cables de batería y dice sí.  Se va a buscarlos a la cocina, al almacen, al trastero, a la cabaña, a su coche, por todas partes, pero no aparecen. Es un hombre muy amable y nos dice que no nos preocupemos, que por allí cerca estan trabajando en algo y que hay obreros, que seguro que ellos tienen. Coge su coche y se va a buscarles. Mientras nos quedamos en el bar con su compañera, que muy amablemente nos deja su teléfono para ir llamando a la empresa de alquiler a comentarles la situación. Al cabo de media hora aparece el hombre del bar, sguido de un todoterreno de esos grandes. El obrero dice que tiene unos cables en su coche. Empieza a buscarlos y a sacar trastos de ese coche tan enorme. Finalmente los encuentra, los conectamos a las baterías e intentamos arrancarlo, pero tampoco arranca. Descartada la batería deducimos que el fallo está en el motor de arranque. Saca una super cuerda, la atamos al morrillo de Jeepo y nos remolca para poder arrancarlo a capón. Consigo que arranque y Jeepo vuelve a rugir. Suelto una carcajada dirigida hacia el asiento de atrás.
Vuelvo al bar a llamar de nuevo a la empresa de alquiler, sin parar el coche claro. Quedo con ellos en que voy a intentar llegar hasta Akureyri, que es un pueblo grande donde anoche habíamos reservado noche en un albergue, y que allí me cambiasen el coche. Para ello tenemos el reto de hacer 110 km de pista, más otros 120 km de carretera asfaltada. Autonomía tenemos, además ahora la mayor parte es cuesta abajo, pero hay que conseguir que no se cale el coche ni una vez, que no sería ni la primera ni la segunda vez que se nos cala en este viaje.Cuando llegamos al asfalto casi me bajo a besarlo como el Papa. ¡Qué tensión coño!

Conseguimos llegar al albergue. Al final nos mandan un mecánico que asegura poder arreglar el coche esta misma noche, aunque sea sábado, y sino la empresa mañana por la mañana nos trae uno nuevo. A las 23.30 el mecánico vuelve montado en Jeepo. Lo ha conseguido arreglar. Efectivamente era el motor de arranque. Lo ha desmontado, limpiado, cambiado no se qué y listo. Lo arranca tres o cuatro veces delante de mí para demostrarme que funciona correctamente. Todo un profesional. Me estan cayendo bien estos islandeses.

Viajar por carretera por uno mismo es la mejor forma de conocer un país, pero tiene dos riesgos importantes, el primero los accidentes, y el segundo las averías. Accidentes de momento nunca he tenido, y seguiré haciendo lo posible por evitarlos. En cambio últimamente no estoy teniendo mucha suerte con las averías. En el anterior viaje se me estropeó la moto en Escocia, y ahora el problema en Islandia. Lógicamente no es algo agradable que te pase, pero no deja de ser una experiencia. Por un lado aprendes a sacarte las castañas del fuego, y por otro te involucras con otra gente y siempre aparecerá alguien para echarte una mano. Como decía Fabián Barrio, mi escritor de viajes favorito (si no has leido su libro “Salí a dar una vuelta” ya estas tardando), siempre aparece un tío. Sea cual sea el lugar donde te encuentres y sea cual sea el problema que tengas, aparece un tío. Es la magia de viajar.


                                               CONTINUA >>>>>>>>>>>>>>






5 comentarios:

  1. Genial, muy bueno, tienes madera. si cuidaras un pelín la redacción sería la "pera limonera"

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  2. Me gusta. Sencillo, directo y con unas fotografías extraordinarias que acompañan al relato de forma eficiente. Echamos de menos más relatos de tus viajes. Por que has hecho más, ¿verdad?

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  3. La cascada de Svartifoss es una delicia. Si pudiera me pondría esa foto, ampliada, en el salón de mi casa. Me encanta, es preciosa. ¡Que buen ojo tienes, Arraulado!

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  4. Menuda pasada socio, ya me gustaría a mi poder ir hasta allí, me quito el sombrero.

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