viernes, 4 de noviembre de 2011

Normandía y Bretaña en moto -3-


14-01-11 – CAEN – ST. MALÓ – 341 KM

Después de la agotadora jornada del día anterior se nos pegan un poco las sábanas, pero conseguimos salir a una hora más o menos buena para afrontar nuestra segunda jornada de historia.
Nuestro primer objetivo del día es el “Pointe du Hoc”. Se trata de un acantilado entre las playas de Omaha y Utah, donde se encontraban unas fuertes baterías alemanas. Éste punto era clave ya que con esas baterías de cañones tenían cubiertas ambas playas.

En la mañana del 6 de Junio de 1944 un grupo especializado de Rangers americanos debía ser desembarcado con total discreción al pie del acantilado. Dadas las condiciones que había en la zona fueron desembarcados a unas 3 millas del lugar. Estos Rangers iban más ligeros de equipaje que los que desembarcaron en las playas, por lo que pudieron recorrer esa distancia de roca en roca. Su equipo básicamente constaba de dos ametralladoras de mano, unas cuerdas, ganchos y granadas de mano. Tuvieron bastantes problemas para trepar hasta la cima, ya que los dispositivos “lanza ganchos” que llevaban no alcanzaban la altura suficiente para engancharse, debido al peso de las cuerdas mojadas. Cuando consiguieron trepar los 30 metros de acantilado se llevaron una gran sorpresa: los cañones que iban a destruir ya no se encontraban allí, aunque la zona estaba fuertemente defendida. Allí permanecieron durante dos días defendiéndose de los ataques alemanes hasta que fueron relevados, aunque finalmente lograron encontrar los cañones que buscaban. Habían sido ocultos tierra adentro.

Actualmente se pueden ver los restos de los emplazamientos donde se encontraban los cañones y las baterías.





El suelo está todavía lleno de cráteres de las bombas. Es espectacular pasear por ellos. Apenas hay un puñado de metros lisos. Podría servir perfectamente de circuito de motocross.





Desde allí la playa de Utah está a sólo 14 km pero hay que dar un rodeo para llegar. De camino nos paramos a visitar el cementerio alemán de La Cambe. Aquí hay enterrados más de 20.000 soldados alemanes. En cada lugar hay enterrados dos o tres soldados, en algunas incluso cuatro en el mismo nicho. Está abierto, sin ningún tipo de vigilancia y, al igual que el de Omaha, está perfectamente conservado, aunque la diferencia estética entre ambos salta a la vista.
 





El día había comenzado nublado, pero poco amenazante. Ahora ya empieza a amenazarnos. Se ha levantado un fuerte viento y las nubes se están cargando de agua.

Ponemos rumbo hacia la última de las playas del desembarco, denominada Utah.

En esta playa desembarcaron también las tropas del ejército americano. Fueron desembarcadas a 1 km al sur de su objetivo debido a la cantidad de humo que estaba generando el bombardeo naval y la salvaje batalla en Omaha, pero aún así consiguieron hacerse con la playa con relativa facilidad. De las 5 playas, la de Utah es la que menos víctimas se cobró. 




A nosotros nos pareció una playa inmensa, ya que la marea estaba muy baja. La arena estaba muy compactada y dura, asíque nos acercamos hasta la orilla para ver a unos jinetes que estaban haciendo unas carreras de carros.




Al ver a estos jinetes disfrutando de la playa me paro a pensar en como habrá sido la transición de playas de masacres a playas de ocio. ¿Quién sería la primera persona en tumbarse a tomar el sol en Omaha dónde antes hubo miles de cuerpos sin vida? ¿Qué pensaría el dueño del primer perro que lo sacó a pasear por los matorrales donde antes sólo había minas?



Lógicamente cuando estábamos en el punto más lejano a las motos comenzó a llover. Estábamos en medio de una playa inmensa, vacía, con cielos oscuros, vestidos de romano y con el casco puesto (como os imagináis el paraguas y los chubasqueros estaban en las motos). Por un momento me sentí como Neil Armstrong andando por la luna, solo que con 10g de diferencia.



Al estar sólo a unos 10 ó 12 kilómetros de St. Mere Eglise decidimos ir del tirón sin parar a sacar los chubasqueros, ya que en ese momento había más viento que lluvia. Grave error. El señor Garmin nos engaña metiéndonos por carreteruchas totalmente embarradas y el señor Murphy al ver la situación decide descargar todo el agua que tenía en la cocina sobre nosotros. El resultado fue llegar a St. Mere Eglise al cabo de 40 minutos y totalmente empapados.


 En ese estado lo primero que hicimos al llegar al pueblo fue buscar cobijo en algún bar, para de paso comer. Tuvimos suerte, ya que el bar que había justo enfrente de la iglesia estaba abierto, así que allá que fuimos. Entramos literalmente chorreando. En el bar estaba la camarera y una pareja de jubilados tomándose un café en una de las mesas. Mientras Jako le dice a la camarera si podemos tomar algo, yo observo el charco que estaba dejando en el suelo. Directamente cae un chorrito por mis mangas hasta el suelo. Los abueletes me miran con los ojos como platos. La camarera con ojos de odio. Nos dice que lo único que puede ofrecernos es un bocata de jamón y queso o de paté. Aceptamos. No le hace ni pizca de gracia, claro. Me quito la chaqueta y la cuelgo sobre el respaldo de una silla. Al minuto hay un charquito debajo. Me siento en la silla y según lo hago se oye un “Choff”, lo que va acompañado de otro charquito al momento. Al otro lado de la mesa Jako también genera sus charquitos a imagen y semejanza. La camarera nos odia. El abuelete me sonríe. Le devuelvo la sonrisa. Cuando nos traen los bocatas le explicamos a la camarera que no se preocupe, que después si nos deja una fregona se lo limpiamos todo. No se si no nos entiende o es que no quiere entendernos 


El bocata estaba rico, y nos dura más bien poco, por lo que decidimos pedir el de paté a ver que tal. La nada sonriente camarera nos dice que no hay de paté. Vaya… somos los único clientes y alguien se ha terminado el paté en cinco minutos… ¡No importa! ¡Pues otro de jamón y queso! La camarera nos odia x2. Habían entrado un par de amigos de la camarera. Imagino que les contaría lo mucho que nos odia mientras nos zampamos el segundo bocata. Le pedimos la cuenta y nos ignora unos 15 minutos. Paciencia, mientras nos secamos un poco. Se la volvimos a pedir y tras otros 15 minutos decidimos empezar a vestirnos, a ver si se da por aludida. Funciona. Dada su amabilidad decidimos olvidar la fregona y nos marchamos. Nos ponemos la ropa mojada, aarrrggg, y encima los chubasqueros, aaarrrrgggg….personalmente me resulta incómodo y asqueroso. Arrancamos las motos y salimos de ese pueblo.



La parada en St. Mere Eglise no fue solo fruto de la lluvia, sino algo planeado, ya que tiene su historia. Ésta localidad fue la primera en ser conquistada por los aliados. De ello se encargaron las brigadas paracaidistas americanas, que cogieron por sorpresa a los alemanes. Durante esa noche el pueblo fue un auténtico caos. A la llegada de los paracaidistas había que añadirle que había un edificio del pueblo que estaba en llamas, y todos los civiles franceses estaban organizados formando una gran cadena humana con la que transportaban los cubos de agua. Se produjo entonces un fuerte fuego cruzado entre los dos ejércitos, con los civiles en medio. Hubo un paracaidista al que se le enganchó el paracaídas en la torre de la iglesia. Era un blanco fácil, y como no podía soltarse se quedo allí haciéndose el muerto y rezando para que nadie le descubriese hasta que el pueblo fue dominado. Como recuerdo a este paracaidista en la torre de la iglesia permanece hoy en día colgado un muñeco con su paracaídas y todo.





La finalidad de visitar esta localidad no era otra que conseguir ver el muñeco ese y aquí está.




Nuestra intención era coger la autopista directamente hasta St. Maló y dormir allí, pero de camino, una bonita silueta del Mont Saint Michel sobre un cielo al atardecer nos hizo desviarnos. Nuestra intención era visitar el Mont a la mañana siguiente, pero ya que las vistas desde la autopista eran espectaculares decidimos acercarnos. ¡Y que decisión más acertada! No sólo pudimos disfrutar de un atardecer en el Mont Saint Michel, sino que además ¡no había turistas! Tuvimos el Mont para nosotros solitos, una autentica gozada.








 
Esta iglesia tenia pinta de club de carretera. A pesar de estar a mediados de enero seguía puesta la iluminación navideña.













 
Fue espectacular.



 Al poner en marcha la moto se me desequilibró y se me venció llegando a posar su maleta derecha sobre el asfalto. Aunque no pude sostenerla pude frenar la caída, por lo que se quedó en una simple anécdota y un pequeño rasguño en la maleta. Menos mal.



Anochece y decidimos ir a cenar y a dormir a St. Maló. Como siempre, directos al F1 y después a cenar al centro. Esa noche tocó darnos un homenaje: foundie de queso, crepe y mejillones de la zona. Para bajar la cena dimos un paseo nocturno por el pueblo. Es un pueblo muy bonito, aunque apenas pudimos dedicarle tiempo. Paseando por la muralla estuvimos recordando una vieja historia, que sin ánimo de resultar pesado, os relataré muy brevemente: Jako y yo éramos compañeros de clase en el colegio, uno de curas. Cuando teníamos como 13 años Jako y yo estuvimos en St. Maló por que resulta que el padre fundador del colegio al que íbamos nació allí y los curas nos llevaron de peregrinación. A los pocos años, con 16, yo me cambié de colegio y Jako y yo con el tiempo perdimos el contacto. 10 años después, en unos cines de Madrid nos encontramos. Apenas pudimos hablar dos minutos, pero lo suficiente para

intercambiar móviles (la última vez que nos habíamos visto no existían) y quedar al día siguiente para dar una vuelta en moto. Y allí apareció Jako al día siguiente, con la R100 del 83 de su padre. Desde ese día han pasado miles de kilómetros, miles de aventuras y unas cuantas fronteras.



Siento mucho ese rollo que os he soltado, pero no sólo fue un momento clave en mi vida personal, sino también en mi vida como motero y viajero.

¡Asíque para celebrarlo volvimos hasta las motos cantando a pleno pulmón el himno del colegio!



Ya en el hotel retomamos la batalla musical, y esta vez Raphael fue derrotado por el “Banana Phone”





15-01-11 – ST. MALÓ – LANNION – 284 KM



Salimos del hotel por la ventana, sí, por la ventana. Una cosa que tienen los F1 en invierno es que están a medio gas, por lo que siempre te toca habitación en la planta baja. El parking está justo en frente, así que, ¿por qué cargar con los trastos por la recepción?


Y cuando salimos del hotel, ¿a que no adivináis quien apareció? ¡Nuestras sombras! ¡Qué alegría! Si ya lo decía la postal, riesgo de claros…


 
Deshacemos el camino y volvemos al Mont St. Michel para ver la iglesia por dentro (el día anterior ya estaba cerrada) y ver el paisaje que lo rodea con luz y algo de sol.





La visita al interior, aunque al precio de 9e, me pareció interesante. En una de las salas había esta rueda, que unida a una cuerda hacía de polea para subir cosas a través de una ventana. 


Lo más curioso es que para tirar de la cuerda había que hacer girar la rueda, pero para ello no se utilizaba la típica manivela, sino que uno de los curas que vivían allí se metía dentro a modo de hámster y andaba sobre la rueda para hacerla girar. Aquel invento lo bautizamos como “La rueda cura-hámster”.


 
La abadía todavía sigue regentada por monjes. Tuvimos la oportunidad de “pillar” a dos por un pasillo. Vestían muy al estilo medieval, con una larga túnica marrón con capucha (lo de la capucha no podría jurarlo ya que fue un encuentro muy fugaz, pero me lo pareció). Según tengo entendido los monjes del Mont St. Michel fueron los inventores de la tortilla francesa.

Era sábado, por lo que volvemos a encontrarnos con las gasolineras automáticas. Esta vez no había más remedio que conseguirlo, sino tendríamos que mendigar a ver si alguien pagaba con su tarjeta y nosotros dárselo en efectivo. Y como todos los normando fuesen como la del paracaídas estaríamos apañados. El caso es que probando y probando, la quinta VISA sí funcionó. Asunto resuelto y abandonamos Normandía para entrar en Bretaña.



 Aprovechando que el asfalto está seco, nos vamos  Dinan a ritmo de Raphael y Banana Phone por carreteritas secundarias. Dinan es un pueblo muy medieval, todo adoquinado con un bonito puertecito en el río, como muy de cuento. 







Después de una vuelta por Dinan decidimos aprovechar la luz y el asfalto seco para avanzar por secundarias. El recorrido es prácticamente llano, atravesando pueblecitos llenos de tejados de pizarra negra, calles adoquinadas y casitas de piedra. Durante este tramo pudimos comprobar en varias ocasiones el modo trampa del GPS: ruta más corta = camino de granja con un palmo de barro.



Según me habían dicho la Bretaña francesa se parecía mucho a nuestra Galicia, pero yo no le encuentro tanta similitud. Galicia tiene un terreno mucho más escarpado, con aldeas más pequeñas y más desperdigadas. El clima lluvioso y el color verde predominando sobre el paisaje sí son elementos comunes entre ambas regiones.



Un tironcito de autopista y llegamos a dormir a Lannion, donde nos damos un homenaje y vamos a un Ibis (éste aunque no os lo creáis no era un clon de los demás) y nos pegamos una grasienta cena en un Buffalo Grill.  





1 comentario:

  1. ¡¡ESPECTACULAR!!
    Me hubiera gustado oíros cantar el himno del colegio.
    ¡¡Que postales!! Bonito de verdad.

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