21-07-12 – PITLOCHRY – ABERDEEN – 220 km
Salgo pronto por la mañana, con intención de visitar el castillo de Blair que está muy cerca de Pitlochry. Es muy extraño, pero parece que he madrugado más que los ingleses por que cuando llego al castillo aún está cerrado y queda un rato para que abran. Decido entonces ir avanzando ruta, rumbo a Stoneheaven, para visitar el castillo de Dunnotar.
Como las autopistas son un rollo elijo una ruta por las montañas, atravesando el parque nacional Cairngorms.
Por esta ruta además me encuentro con el castillo Balmoral, en el que paro a realizar la visita. La parada merece la pena, aunque sólo se puedan visitar los jardines y el exterior del castillo, ya que actualmente sirve de residencia de verano para la familia real británica.
La ruta sigue cruzando las montañas, incluyendo unos cuantos kilómetros de pista de grava. En buen estado, pero no deja de ser una carretera llena de piedrecitas saltando y rebotando contra los bajos de la moto a pesar de mi baja velocidad. Murphy estaba callado pero tenía una ligera sonrisita pícara…
Lleva un rato que chispea, luego llueve, luego para, vuelve a llover…en una zona que aprieta un poco decido parar a hacer tiempo en una gasolinera. Hace lo mismo otro motero a lomos de una GSXR-750 que se interesa por mi moto y mi viaje. Charlamos un rato y me cuenta que con su moto ha viajado por varios países de Europa. Y yo pienso que voy encogido en la mia… Por cierto, vaya acentito que empiezan a tener los escoceses por esas alturas…
El cielo se despeja y consigo llegar al castillo de Dunnotar sin mojarme. Este castillo se encuentra en un lugar idílico, rodeado de verdes colinas y colgado al borde del acantilado sobre el mar del Norte. A esta imagen tenéis que añadirle el sonido de una gaita escocesa tocada por su correspondiente gaitero a las puertas del castillo. Sin duda, la estampa merecía unos minutos de relax y de disfrute para los sentidos.
Es cierto que el castillo se encuentra prácticamente en ruinas, pero a mi fue el que más me gustó. Se puede pasear por todo su interior, que está formado por diferentes edificaciones. Más que un castillo como tal parece un pequeño pueblecito dentro de una muralla. Durante años fue aquí donde se guardaron las joyas de la corona inglesa, pero también fue aquí donde William Wallace encerró en la capilla a un grupo de soldados ingleses y los quemó vivos.
Tremendamente contento por la visita vuelvo a la moto y siguiendo la costa pongo rumbo a Fraseburg, con intención de visitar el faro más antiguo de Escocia.
Un domingo de playa en Escocia...
Cruzando la ciudad de Aberdeen por su bonita vía principal decorada con cientos de banderitas ocurrió una de las cosas que un conductor no desea ver nunca: una luz roja en el cuadro de mandos. En esta caso era la luz de sobretemperatura. Automáticamente me echo a un lado y paro el motor a 121 ºC. Bajo de la moto, miro al suelo y gotea líquido refrigerante. No me lo puedo creer. Tiene que ocurrir aquí, a 2.800 km de casa y solo. Y como no podía ser de otra forma en sábado. Miro fijamente a Murphy, y me mosque no verle riendose a carcajadas, sinó con la misma sonrisita pícara de antes, lo cual me mosquea.
Me relajo un par de minutos y empiezo a razonar: Viajando en moto hay que asumir que estas cosas pueden pasar. Ahora hay que buscar soluciones. Dadas mis experiencias con el coche imagino que será algún manguito o incluso la bomba del agua. La verdad es que no tengo mucha idea. 121 grados no son demasiados, no tiene por que haber pasado nada en el motor. Al menos me ha ocurrido en una ciudad de tamaño medio. Puedo dedicar el domingo a visitar la ciudad y el lunes llevarla al taller. Seguro que es un manguito y lo arreglan en el día y el lunes estoy de nuevo en ruta. Aunque pierda dos días me daría tiempo a llegar a las HighLands. Voy a llamar al seguro.
Llamo al seguro y la maquinaria de “rescate” empieza a funcionar. Mientras espero a que el de la grúa me llame me siento al lado de la moto, indefenso, pequeñito, con un nudo en la garganta. Siento que me han cortado las alas, no puedo volar, no puedo viajar.
Por la calle pasa una moto negra, montada por un hombre vestido de negro, con casco negro y visera negra. Me mira y me levanta el pulgar ¿ok?, le devuelvo el gesto con el pulgar hacia abajo. Inmediatamente da la vuelta y para a mi lado preguntandome cual es el problema. Se lo cuento y sonríe. Empieza a canturrear mientras toquetea su móvil. Para colmo habla raro, rarísimo. Apenas le entiendo lo poco que habla sin cantar. El único que para a ayudarme y está loco. Estoy de muy mal humor. Realmente quiero que se marche. Me molesta. Dice que hay un taller suzuki en la ciudad, que me está buscando el número. A ver si me lo da y se marcha, es en lo único en lo que pienso. Llama el de la grúa. Acento raro y se oye fatal. Intento explicarle donde estoy pero no me entiende. Le paso el teléfono al buen samaritano y le pido por favor que le explique al de la grúa donde estamos. Cuelga y me dice que el de la grúa viene de no se que ciudad situada a 50 millas y que tardará más de una hora. Dice que deja un momento sus cosas aquí y que va a comprar una cosa. Aparece con dos refrescos y unas chocolatinas y se empeña en hacerme compañía el rato que tarde la grúa, sea una hora o tres.
Empezamos a charlar entendiendonos más o menos y me relajo. Dentro de mí me siento fatal por haberle juzgado así en los primeros momentos. Tomo nota para evitar que me vuelva a ocurrir. Alan es un tipo peculiar. Sus vacaciones siempre son viajando sobre su moto, y su moto siempre es una Hayabusa. Es la cuarta que tiene. Y siempre de negro.
La moto dormirá hasta el lunes en el garage de la grúa. Yo en el hotel que me pone el seguro.
23-07-12- ABERDEEN – 0 km
Ayer domingo pasé la mañana descansando y por la tarde quedé con Alan para cenar y ver las carreras de Formula 1.
Hoy a primera hora me he pasado por el taller y he dedicado media mañana a pelearme por teléfono con unos y con otros para que me llevasen la moto al taller. Parece ser que faltaba una autorización. En fin… Paso la mañana por los alrededores del taller hasta que aparece la moto. Me siento aliviado al verla. La doy unas palmaditas en el depósito mientras la susurro algo cariñoso.
El jefe del taller es muy amable y se ponen a investigar cual ha sido el problema inmediatamente. Cuando vuelvo al cabo de un par de horas, me recibe muy serio y me explica que la moto ha muerto. Escucho atentamente sus explicaciones llegando a la conclusión de que los cilindros no dan compresión y que ellos allí en temporada de verano no pueden arreglarlo por que estan a tope, y que de hacerlo la factura sería de más de tres mil libras, ya que allí esa moto casi no se vende por lo que tendrían que traer todas las piezas nuevas,que el precio de la mano de obra es de 65 libras/hora y que les llevaría un mes.
Salgo a la calle, me siento en un portal y rompo a llorar. No puedo creerlo. Aquí no. Así no. ¿Cómo puede una persona cogerle tanto cariño a una máquina? Hablo por teléfono con Rocío y con mi amigo Jako, las únicas personas que creo que pueden entender mis sentimientos en estos momentos.
Después de las conversaciones telefónicas me encuentro un poquito más animado. He de asumir que el viaje ha terminado y que ahora empieza la batalla de qué hacer.
26-07-12 – ABERDEEN – MADRID – 0 km
He pasado estos últimos días en Aberdeen, tratando de solucionar la papeleta con ayuda de Alan. Tanto él como sus padres me están tratando como uno más de su familia. Me han invitado a cenar todos los días, me llevan y me traen a todos los sitios y me han ofrecido alojarme en su casa, aunque sólo lo he necesitado un día ya que el resto de noches me las cubría el seguro en el hotel.
Lo primero ha sido decidir el camino a seguir. Éste ha sido el de conseguir llevar la moto hasta Madrid como sea. Sólo la idea de dejarla aquí en un desguace me rompe el corazón. No pienso dejarla aquí. Luego veremos lo que se puede hacer una vez en España.
Lo de transportarla no es fácil, y el estar en una isla no ayuda tampoco. Hay dos opciones, o encargarme yo o intentar que se encargue el seguro. En el seguro me dicen que la póliza no me lo cubre, aunque sigo insistiendo y hablando con todo tipo de jefes de departamentos de la aseguradora. Para enviarla yo, recurro a pedir ayuda al foro de viajes de www.bmwmotos.com, donde siempre se intenta ayudar y aconsejar a los demás. Muchos de los foreros aportaron sus ideas, ¡muchísimas gracias!. Pero no resultaba fácil y sobretodo sale caro. Mientras Jako, en Madrid, me encontró un motor de desguace completo, con pocos kilómetros y a buen precio. ¿Trasplante de corazón? De momento era la mejor idea una vez que consiguiera que la moto llegase a Madrid.
Mientras todo esto se iba cociendo, Alan y sus padres me iban enseñando la ciudad y me llevaban de excursión por los alrededores. Una noche, después de cenar en su casa, su padre me montó en su coche y, sabiendo la afición que tengo a los aviones, me llevó a lo alto de una colina desde donde se podía ver como despegaban y aterrizaban los aviones. Hacía una noche despejada, con buena temperatura. Y fue allí, donde con el motor apagado y las ventanillas bajadas, observando en silencio el ir y venir de los aviones bajo un cielo estrellado, me di cuenta de que a pesar de todo estaba disfrutando del viaje, que estaba cumpliendo los objetivos de abrirme con la gente y de practicar inglés, y que todas estas situaciones son experiencias que forman parte del viaje.
¡Thanks! |
Ha llegado el momento de volver a casa, ya que aquí ya no me queda nada por hacer que no pueda hacer desde Madrid. De momento la moto se queda aquí, en el taller, y en unos días la llevaran al garage de Alan donde esperará pacientemente a que llegue la hora de su regreso a casa.
Por la mañana temprano cojo un tren que bordeando la costa me llevará hasta Edimburgo. Paso las horas con la mirada perdida en el horizonte a través de la ventanilla del tren, reflexionando. Un rato antes de llegar a Edimburgo veo que cruzamos un canal paralelos a otro puente de color blanco por el que circulan los coches. Me fijo en que el tren lo está cruzando por un puente ROJO. Sonrío.
Al llegar a Edimburgo aún me queda coger el bus hasta el aeropuerto. Un avión hasta Barcelona y luego otro hasta Madrid. Después de 20 horas de agotador viaje caigo profundamente dormido sobre mi cama, a 2.800 km de la moto.
UNAS SEMANAS DESPUES….EN MADRID.
Finalmente y después de muchas negociaciones la compañía de seguros decide hacerse cargo del transporte de la moto. ¡Una gran noticia!
Al cabo de unas tres semanas recibo una llamada de mi mecánico informándome de que la moto acaba de llegar al taller y que en cuanto pueda le echa un vistazo. Al día siguiente me vuelve a llamar para preguntarme que qué era lo que le pasaba a la moto, que la moto arranca y funciona perfectamente. Me quedo perplejo al teléfono y le vuelvo a contar toda la historia. Me dice que va a investigar más detenidamente y que ya me dirá cosas. Al siguiente día vuelve a llamarme y me dice que ya ha dado con el problema y que ya está arreglado. ¿¡Como!? Me cuenta que el problema es tan simple como que una piedrecita se ha metido en el ventilador, con la mala suerte de quedarse haciendo cuña y obstruyendo el movimiento de las aspas. Por lo tanto cuando tenía que saltar el ventilador, éste no rodaba y por eso subía la temperatura. Pero…¿y la compresión de los cilindros? Pues resulta que dan buena compresión.
Me quedo contento pero totalmente alucinado. ¿Qué compresión midieron en Escocia? ¿No fueron capaces de ver que el motivo del calentamiento era porque no funcionaba el ventilador por que estaba obstruido por una piedrecita? ¿¿Una piedrecita?? Hago memoria y recuerdo aquel tramo de pista con grava suelta antes de llegar al castillo… Ahora entiendo la sonrisita pícara que lucía Murphy. ¡¡Él lo sabia y ahora estará riendo a carcajadas!!