VIETNAM
Asia. Por fin llegó el momento de
visitar el continente del arroz, de los ojos rasgados, de las imitaciones, de
las letras imposibles, de la comida extraña. Porque hay que ser realista,
aunque una visita por el canal del Bósforo nos situó geográficamente en Asia
anteriormente, no debería contar como que has estado en ese continente.
Pero Asia es muy grande, con
muchos países y con todo tipo de climas en el mes de noviembre, desde el frío
Japón hasta las cálidas islas de Filipinas. Descartamos lugares fríos, y
también Tailandia, demasiado masificada en noviembre y finalmente nos decidimos
por Vietnam.
La primera gran diferencia con la
que me encuentro durante los preparativos respecto a otros viajes es que en
Vietnam no es viable eso de alquilar un coche dos semanas y recorrer el país a
tu bola. Se podría hacer, pero con conductor local, lo que dispara el
presupuesto ya que tienes que hacerte cargo de los gastos de manutención del
conductor, a parte de quitarle gracia al asunto. Cambiamos el chip y asumimos
que hay que moverse en transporte público. Reservamos un vuelo de ida hasta
Hanoi, en el norte, y el vuelo de vuelta desde Ho Chi Min, en el sur, con la
idea de recorrer el país de norte a sur.
7-11-14. – LLEGADA A HANOI
Teníamos muchas ganas de llegar,
tantas que las tres horas de escala en el aeropuerto de Frankfurt nos la
pasamos preguntándonos cada vez que veíamos a un pasajero con rasgos asiáticos
si sería vietnamita, si iría en nuestro vuelo. Finalmente llegó la hora de
tomar asiento en la cola del abarrotadísimo y enorme Boeing 777 de Vietnam
Airlines, y ese sería nuestro lugar durante las próximas diez horas y media.
Nuestro primer contacto con los
vietnamitas fue con la tripulación. No faltaron sonrisas ni amabilidades, en
parte lógico ya que es parte de su trabajo, pero aquí apareció la primera muestra
de hospitalidad, cuando una de las auxiliares nos dio su email y su teléfono y
se ofreció para enseñarnos Saigón, la actual Ho Chi Min, cuando llegásemos a
ella. Fue una pena que antes de llegar al hotel ya hubiese perdido el papelito
donde me lo apuntó, ya que hubiera sido una experiencia la mar de interesante.
Miles y miles de motillos. Bebés
en la moto. Hasta cuatro personas en la moto. Casi todos con mascarilla. El
centro de Hanoi, con sus estrechas callejuelas, es como estar en un enjambre de
abejas en el que cada abeja, en lugar de tener aguijón, tiene tubo de escape.
El tráfico es lo que más nos impactó al principio. A todo ese caos hay
que añadirle que se pita por todo. Es una auténtica feria.
Aunque estábamos bastante
cansados por el jetlag, ya que habíamos aterrizado por la mañana temprano,
aprovechamos todo el día para andurrear por las calles de la ciudad.
El centro antiguo de Hanoi está
formado por edificios de escasa altura, ya que antiguamente estaban regidas por
una ley feudal que las limitaba a dos plantas y por respeto al rey no podían
ser más altas que el palacio real. Las calles están llenas de una actividad
frenética, no sólo en la calzada, donde cruzar una calle tiene su técnica y
supone un salto de fe, sino también sobre las aceras. Las aceras no son aceras,
tienen pinta de aceras con sus baldosines y su escalón, pero no son aceras. Al
menos lo que nosotros consideramos como acera, y copio textualmente la
definición que da la Real Academia:
“Orilla de la calle o de otra vía pública,
generalmente enlosada, sita junto al paramento de las casas, y particularmente
destinada para el tránsito de la gente que va a pie.”
Y es que en Hanoi no esta destinada
para el tránsito de la gente, más bien está destinada a aparcar motillos, a
terrazas de pequeños taburetitos de plástico azul, a improvisados talleres,
mercadillos, cocinas o cualquier otra actividad que requiera algo de espacio
adicional.
Ya sabéis, los que tengáis un piso minúsculo o
los que no queráis que os huela a fritanga toda la casa, bajaros a la acera.
Entre todo este jaleo andamos patosamente los
turistas, que no pasamos físicamente desapercibidos entre los vietnamitas, pero
sorprendentemente nadie se acerca en plan pesado, como ocurre en otros países,
intentando vendernos algo o llevarnos a su hotel. En una ocasión se me acercó
un limpiabotas, me hizo un gesto como ofreciéndose a limpiar mis zapatos, yo me
miré los pies, vi mis viejas zapatillas de trekking y le devolví la mirada como
diciendo: no hace falta que me limpies las zapatillas que es el primer día y
les quedan mucho tute. Pero en cambio no se marchó, sino que se acercó. Yo
imaginé lo típico, el primer pesado que quiere sacarme algún dólar. Mi sorpresa
fue cuando en un sigiloso y rápido movimiento Ninja sacó un botecito de
pegamento, se agachó, me sujetó el pie y me pegó un trocito de goma que tenía
suelta. Apenas me dio tiempo a reaccionar cuando ya se estaba marchando con una
sonrisa en la boca. Todo un ejemplo de lo agradable que es la gente en esta
ciudad del norte de Vietnam. Ni que decir tiene que el trocito que pegó sigue
en perfecto estado, y seguramente el día en que la zapatilla se desintegre lo
seguirá estando.
Los clásicos postes de cableado |
8-11-14.
HANOI – BAHÍA DE HALONG.
Bien prontito por la mañana nos recoge un pequeño
autobús que nos llevaría hasta el puerto de Halong, de donde sale el crucero que habíamos contratado desde casa
por la famosa Bahía de Halong. Esta bahía es la atracción turística por
excelencia del norte de Vietnam, y para muchos lo mejor de todo el país. Al ser
tan popular hay muchísima oferta de circuitos para visitarlo. Lo normal es
hacer un crucero de una o dos noches en la bahía (yo recomiendo dos). Los que
habéis sido valientes y os habéis leído alguno de mis otros viajes, os habréis
dado cuenta que rara vez recomiendo un hotel o un restaurante en concreto, ya
que soy de la opinión de que merece la pena que cada uno se las apañe en ese
sentido, que considero parte de la gracia de viajar. Pero en este caso, ya que
hay que pasar por el aro de una agencia de viajes que organice el crucero y,
por lo que leí en algunos foros, se dan algunos casos de engaño, me atreveré a
recomendar la agencia en donde lo reservamos nosotros, ya que funcionó
perfectamente y recibimos un trato extraordinario. www.classytravelvietnam.com
De Hanoi a Halong hay aproximadamente 160
kilómetros. Viajamos en un pequeño autobús de unas 20 plazas, que tras pasar
por diferentes hoteles a recoger turistas enfila la “autopista”, es decir, esa
línea que es de un rojo más grueso que las demás en el mapa, pero que de
autopista tiene poco. El tráfico es de locos también fuera de la urbe, vale
todo. Un pelo. Esa es la medida que separaba nuestro autobús de bicis y motos, después
de haberles fundido los tímpanos a pitidos para decirles que se echaran ese
pelo a un lado. Rocío intentó echar algún sueñecillo apoyada contra la
ventanilla, pero cada pocos minutos era sobresaltada por algún pitido loco o
alguna maniobra brusca. La verdad es que las 4 horas que duró el trayecto
fueron la mar de entretenidas.
Durante la primera hora del viaje la guía, una
chavalita de escasos veinte años con una incombustible sonrisa profident nos
soltó una chapa de mucho cuidado. Hasta el punto de tener que irnos presentando
uno por uno a los demás, como si de un tratamiento de terapia grupal se
tratase. Pero cualquiera le llevaba la contraria, menudo genio tenía, nos
mantuvo a raya todo el viaje. En cambio, la tontería de presentarnos nos sirvió
para saber que había otra pareja de españoles.
En el puerto había un follón de narices. Cientos
de pequeños buses Hyundai, todos de color arena, de las diferentes agencias se
aglomeraban en el aparcamiento del puerto. En el agua otra aglomeración
parecida de pequeñas barquitas, que nos transportarían a otra aglomeración
similar de viejos barcos de madera.
Una vez en el barco, mientras navegamos hacia la
zona interesante, llegó la hora de comer. Aprovechamos para sentarnos junto a
los españoles y poco a poco nos fuimos conociendo y descubriendo que teníamos
muchas cosas en común. Se trataba de una pareja de malagueños, Laura y David, más
majos que las pesetas, de edad similar a la nuestra y con gustos similares. No
tardamos en hacer amistad y al final acabamos viajando juntos varios días,
aportando mucho a nuestro viaje, sobretodo diversión.
Laura y David |
Prácticamente cada noche sigo dando gracias al
cielo por decirle a la guía cuando preguntó nuestras preferencias que no me
molaba el pescado, porque ¡menudo pescado asqueroso que pusieron para comer!
Los vegetarianos (debe estar de moda porque había mogollón) y los que pasábamos
del pescado nos estuvimos riendo un buen rato de los que tenían semejante bicho
encima del plato.
Aunque el día estaba nublado y brumoso disfrutábamos
del impresionante paisaje mientras navegábamos por la bahía, que está formada
por más de 2.000 islas.
La primera parada fue para visitar una cueva. El
lugar donde está situada es una maravilla, y la cueva en sí resulta bastante
curiosa. A mi me recuerda a la Cueva de Los Verdes en Lanzarote, pero más
grande.
Para terminar la tarde nos
dejaron unos kayaks, así que allá que fuimos los cuatro españoles a disfrutar
de semejante paisaje digno de cualquier película de piratas. Eso sí, con
cuidadín de no perdernos que todas estas islas son iguales y hay muchas.
Una vez de vuelta al barco por
fin tocó una ducha y un ratito de relax en nuestro súper camarote de madera con
terraza.
Durante la cena nos cebaron, literalmente, ya que nos trajeron como 10
platos diferentes. Una vez que tuvimos la panza llena, el personal del barco
intentó organizar una sesión de karaoke, pero la idea no triunfó y decidimos
salir a la cubierta a disfrutar de la noche. El lugar en el que nos encontrábamos
atracados era una maravilla, por lo que todos los barcos de los tours atracaron
ahí también. En ese trozo de bahía había más barcos que coches en el parking
del Corte Inglés en Navidad. En cambio, como había luna llena, se podían
distinguir perfectamente las siluetas de las islas, que junto con la verbena
luminosa de los barcos, creaban una atmósfera con cierto toque mágico.
09-11-14. BAHÍA DE HALONG.
Bien prontito por la mañana,
nuestra guía, cuyo nombre es Seven (siete en inglés), nos pone rumbo a un
museo/cultivo flotante de perlas. Allí nos enseñan los cultivos, las diferentes
tipos de ostras y con la ayuda de algunos operarios nos hacen alguna
demostración de cómo se sacan las perlas de las ostras. Ha resultado algo muy
curioso e interesante.
Cambiamos de barco a uno más
pequeño y sin camarotes para navegar por la preciosa bahía y su brumoso
ambiente hacia el lugar donde pasaremos la noche, una pequeña isla privada
donde han montado unos cuantos bungalows al borde de una bonita playita de
arena blanca.
La verdad es que las vistas desde
nuestra cabaña eran estupendas, y se respiraba una tranquilidad absoluta.
Un ratito de relax, una buena
comida y de nuevo al mar, esta vez en un barquito aún más pequeño, rumbo a la
isla de Catba, una de las habitadas, para hacer una excursión en bici.
Fue una excursión de lo más
divertida, y eso que nos llovió un ratillo, pero ¿acaso eso importa cuándo te
lo estás pasando como un enano?
Una vez de vuelta en la isla de
las cabañas, como los que en lugar de bici habían escogida kayak ya habían
vuelto, decidimos aprovechar el último rato de luz y salir a remar un rato por
la zona.
Como veis la calidad de estas
últimas fotos es bastante pobre. El motivo no es otro que la falta de luz,
porque al final ocurrió lo que no debía ocurrir, que se nos echó la noche
encima. En parte fue culpa de unos lugareños que aparecieron en una micro isla
con la intención de transportar un generador gigante en un kayak para cambiarlo
de isla, y David y yo nos quedamos cotilleando a ver si lo conseguían, mientras
las chicas se quedaron en los kayak dispuestas a salir remando a velocidad de
molinillo por si esos lugareños resultaban ser unos troceadores de personas o
algo similar. El caso es que se hizo de noche muy rápido. Pero habíamos sido
previsores y nos movimos por la zona de tal manera que siempre tuviésemos las
luces de los bungalow a la vista, ya que sino era muy fácil perderse y eso ya
no sería gracioso.
Peeeeeeero con lo que no habíamos
contado, y eso que nos advirtieron de ello, es con que la marea baja muchísimo
en cuanto cae la noche. Enseguida empezamos a dar con los remos en las rocas.
En pocos minutos empezamos a rascar el kayak con el fondo. Y al final tuvimos
que bajarnos y arrastrar el kayak por las rocas.
El día finaliza con una buena
cena y con un buen rato dedicado a la instalación de la agujereada mosquitera
sobre la cama.
10-11-14. BAHÍA DE HALONG – HOIAN.
Comienza el camino de vuelta a
Hanoi, es decir, de nuevo al barco pequeño, luego al grande, y luego al
autobus.
Durante el viaje en el barco
grande, los cocineros nos han deleitado con una exhibición y clase de cocina, y
hemos acabado haciendo los típicos rollitos vietnamitas. Me ha recordado mucho
a la clase de manualidades del cole, y estoy seguro de que mi rollito habría
aprobado el examen.
Hemos congeniado muy bien con los
malagueños, y teníamos intención de viajar juntos, pero ellos tenían comprado un
vuelo a Hoian, y nosotros un tren a Hue. Fuimos de nuevo a la agencia de viajes
a intentar cambiar billetes para poder acoplarnos unos a otros, pero al final
no pudo ser.
Pasamos un rato en lo que debe de
ser el bar de moda en Hanoi. Un pequeño local que desparrama su terraza de
diminutas mesitas y taburetitos azules por media calle, invadiendo medio cruce,
sin parecer que eso incomode a nadie.
Mientras nuestros compañeros
disfrutaban de una habitación de lujo a precio ridículo, nosotros nos dirijimos
a la estación de tren, donde nos esperaban un par de literas, sobre las cuales
nos despertaríamos a la mañana siguiente en la ciudad de Hue. Tuvimos suerte y
nuestros compañeros de habitación fueron un francés jubilado que viajaba solo y
un extraño aunque silencioso vietnamita, el cual sobre las seis de la mañana
nos invitó a desayunar una mazorca de maiz caliente.
11-11-14. HANOI – HUE.
La noche en el tren ha sido mejor
de lo esperado y hemos podido dormir más o menos comodamente.
Decidimos ir andando desde la
estación de tren hasta el hotel que habíamos reservado el día anterior. Al final resulta un paseo demasiado largo,
y aquí ya se nota un buen incremento de temperatura, lo que hace que lleguemos
al hotel sudando como pollos.
Al llegar al hotel nos
encontramos con la primera gran diferencia respecto a Hanoi. El botones o
ayudante de la recpción se pone muy pesado e intenta convencernos para que nos
lleve en su moto a comprar los billetes del tren de mañana, pero a un precio de
locos. Un tipo muy pesado y que no nos ha gustado nada.
Hue es una pequeña ciudad
colonial, imperial, situada a orillas del río Perfume. En seguida nos damos
cuenta de que aquí el principal negocio es el turismo, y esto a atraido a
numerosos charlatanes y vendedores de baratijas que incomodan levemente al
turista.
El primer objetivo del día es
visitar la pagoda de Bao Quoc. Para llegar contratamos una barquita que nos
llevará por el cauce del Perfume hasta la pagoda. Hay muchímas barquitas de
estas, bastante orteras, que intentan mantener una estética clásica y típica
del país, pero que han caido en las redes del plástico y el aluminio.
Esta pagoda data del año 1670,
esta situada en lo alto de un pequeño montículo, lo que hace que para llegar a
ella haya que subir por una bonita escalinata de tres puertas.
Esta pagoda además de ser un
templo religioso del budismo, tienen en su recinto una escuela de monjes.
Volvemos a la barquita, con su
malhumorada patrona, para que nos lleve de nuevo a la ciudad, para visitar La
Ciudad Imperial.
La Ciudad Imperial es una
ciudadela dentro de la ciudadela, es decir, lo que antiguamente fue la ciudad,
con sus edificios oficiales, la residencia del emperados y algunos palacios,
todos ellos resguardados detrás de una muralla.
Viajar sin reservas tiene sus
ventajas y sus inconvenientes. Para mí, sin duda alguna tiene más ventajas, y
una de ellas es que puedes cambiar la planificación del viaje sobre la marcha,
y eso hacemos esta vez. Decidimos variar el recorrido y coger mañana un tren
que nos llevará a Danang, para desde allí ir a Hoian de alguna manera, donde nos
encontraremos con nuestros amigos.
Pero para eso hay que ir de nuevo
a la estación de tren, y repetir el largo paseo que hicimos por la mañana.
Llevamos todo el día andando, así que esta vez negociamos un taxi-bici. Algo
muy típico, y también muy guiri he de reconocerlo, para volver desde la Ciudad
Imperial. Se trata de una bici que empuja un carrito donde va un pasajero, en
teoría. Nosotros acabamos negociando y fuimos los dos en uno. El exceso de peso
hace que disminuya nuestro ritmo en la subida del puente, y somos adelantados
por la competencia, pero nuestro chófer ciclista aguanta el ritmo como puede y
en cuanto llega la bajada nuestros kilos y la gravedad unen fuerzas y
recuperamos la primera posición.
Aquí siendo adelantados por la competencia |
Y aquí ya de nuevo a la cabeza del pelotón |
Hemos cenado en un bonito y
delicioso restaurante francés, muy recomendado en las guías, y por lo tanto
lleno de franceses. Después hemos dado el típico paseito para bajar la cena y
hemos entrado en una tiendecita en la que vendían objetos de bisutería y
decoración hechos a mano. Todos muy cucos, aunque algo más caros que el resto
de baratijas. Nos viene a atender la dependienta, una chica joven y sonriente,
y en seguida nos damos cuenta de que es sordomuda. Rebosa alegría y simpatía, y
en seguida nos hacemos entender mientras nos explica que es una tienda de una
asociación de gente con discapacidad, y que son ellos mismos los que fabrican
todo lo que venden. Resultó ser un lugar estupendo para hacerse con unos
regalitos originales y bonitos.
Llevamos pocos días en el país,
pero quitando los cuatro cazaturistas que hemos visto aquí, el pueblo
vietnamita esta resultando ser encantador. Todo el mundo sonríe, es amable e
intenta ayudarte. Incluso con el tráfico tan caótico que hemos visto en Hanoi,
no hemos visto a nadie enfadarse con alguien por alguna maniobra loca.
Lo que sí hemos encontrado aquí
en Hue por primera vez en el viaje, ha sido una persona con la pierna amputada.
Las putas minas. La puta guerra. Esa mujer debía de ser una niña cuando le
ocurrió aquello. Hasta ahora ni nos habíamos acordado de la guerra, y es que el
pueblo vietnamita ha conseguido recuperarse a una velocidad de vértigo,
reconstruyendo el país a base de trabajo duro y calidad humana. Pero aún así no
ha pasado el suficiente tiempo para olvidar que aquí, hace apenas 50 años, se
desarrollaba la guerra más absurda de toda nuestra historia, una guerra que, a
pesar de movilizar medio mundo y de catapultar el movimiento hippie con su lema
“paz y amor”, seguía enviando a miles de soldados a morir simplemente porque
ningún presidente estadounidense tuvo los cojones de pararla, por el qué dirán.
12-11-15. HUE – HOIAN.
Por la mañana cogemos el tren que
siguiendo la abrupta costa nos lleva hasta Da Nang. Tras duras negociaciones
con conductores, motoristas y taxistas poemos rumbo a Hoi An subidos en unas
motillos sobre las que recorreremos los 45 kilómetros de trayecto de una manera
más divertida.
En Hoi An nos volvimos a juntar
con los malagueños, con los que pasamos un par de días muy divertidos.
Hoi An es una ciudad muy
pintoresca y bastante tranquila. Originalmente tenía uno de los puertos más
importantes del país, pero debido a que el río Thun Bon se enceganó impidiendo
a los barcos llegar hasta el puerto, la importancia de la ciudad fue decayendo
hasta que en la década de los 90 apareció el turismo. Hoi An Fue una ciudad
importante en el comercio de China y Japón, lo que ha dejado claras reminiscencias
del paso de los comerciantes de dichas culturas. Actualmente es una ciudad muy
coqueta, que disfruta de una tranquilidad única en el país, llena de
restaurantes cucos, acogedores hotelitos y sastrerías, muchas sastrerías.
Puente japonés, uno de los iconos de la ciudad |
Al caer el sol, la ciudad se convierte en un enjambre de lucecillas de
colores.
Algunas de esas lucecitas provenían
de pequeños puestos de collares y pulseritas, que provocaron el efecto
luciérnaga en las chicas y allá que fuimos. Y aquí empezó el juego del regateo,
un partido en el que Rocío suele ganar, aunque sea a base de prórrogas.
13-11-14. HOIAN.
El plan para hoy era alquilar un
par de motillos y dirigirnos a las ruinas de My Son, que estan a unos 55 km de
Hoi An.
David y yo no tardamos en
mimetizarnos con el tráfico vietnamita, pero como suelo llevarme a Murphy de
viaje allá donde voy, no habíamos ni salido de la ciudad cuando empezó a llover.
Paramos a repostar en un surtidor que no es más que un bidón con una bomba
manual y aprovechamos a comprarnos unos chuvasqueros de esos tipo bolsa.
Mientras la lluvia pasaba a ser
superlluvia y recordábamos el mapa que habíamos memorizado en el hotel, íbamos
acercándonos poco a poco a My Son.
My Son es el yacimiento con más
restos de templos chams de Vietnam. Aunque el sitio en el que estan es una
pasada, la verdad es que los templos en sí estan bastante derruidos, en parte
gracias a los bombardeos de los Norteamericanos. Estando allí vuelve a diluviar,
lo que es muy incómodo e imposibilita hacer fotos, pero a cambio hay menos
gente.
La vuelta a Hoian la hacemos con
más viento que lluvia. Una vez en la ciudad es Rocío la que se encarga de
pelearse con el tráfico a los mandos de la pequeña Honda, a base de pitidos
para llegar hasta la sastrería donde la noche anterior había encargado un
abrigo a medida de una calidad-precio inigualable.
A última hora de la tarde cogemos
un vuelo de vuelta a Hanoi, en donde nos despedimos de los malagueños, esta vez
definitivamente. Bueno, definitivamente en Vietnam, porque compartir parte del
viaje con ellos ha sido una experiencia sobresaliente y esperamos poder volver
a vernos.
Además, ellos son los culpables
de que en lugar de ir hacia el sur como lo habíamos planeado desde casa, ahora
vayamos hacia el norte, hacia las montañas de la región de Sapa. Una vez más
salen a relucir las ventajas de viajar sin reservas, ya que así podemos seguir
las recomendaciones de nuestros amigos. Aquellos que no os atrevéis deberíais
probarlo, de verdad, no es tan dificil irse buscando la vida día a día y dará a
tu viaje un toque de libertad y os acercará a la gente.
14.11-14. SAPA.
Sapa esta situada en las montañas
al noroeste del país. Para llegar hasta allí cogemos un autobús-cama nocturno.
El autobús es más o menos moderno y tiene tres filas de dos alturas de asientos
cama que no estan mal.
Al poco rato de salir de la
ciudad, cuando todos empezabamos a estar medio dormidos el conductor mete un frenazo
en seco hasta pararse que provoca que a todos nos de un vuelco al corazón. El
conductor se bajó corriendo el autobús y nos temimos lo peor, que hubiese
atropellado a alguna bici o motillo. Pero no, todos los pasajeros asustados
tuvimos el placer de contemplar como el conductor orinaba en la cuneta antes de
volverse a poner al volante.
Las horas van pasando y todos
caemos dormidos. Al cabo de unas horas empiezo a notar el vaivén de las curvas,
algo normal ya que para llegar a Sapa hay que recorrer carreteras de montaña.
Pero se me ocurrió sacar la cabeza de mi pequeño habitáculo y mirar hacia
delante por el pasillo, y lo que vi fue que había una niebla del carajo, que una curva cerrada apareció de
repente y que el autobús la tomaba usando los dos carriles a una velocidad
endemoniada. Volví a esconderme debajo de la cochambrosa manta y no quise saber
más.
Finalmente llegamos a Sapa como a
las cinco de la madrugada, con bastante antelación sobre el horario, por lo que
el conductor nos encerró en el autobús y se echó a dormir. Un par de horas
estuvimos durmiendo en el autobús aparcado en la plaza del pueblo. Resulta que
los conductores tienen que hacer el trayeco de vuelta a las ocho, por lo que el
viaje de ida lo hacen a toda velocidad para poder dormir un poco antes del
viaje de vuelta.
Cuando somos liberados del
autobús la ciudad ya tiene algo de vida. A todos los que bajamos del autobús
nos abordan grupitos de niñas campesinas de las aldeas cercanas ofreciéndose
para guiarnos en una excursión por las montañas y arrozales y comer en su casa
con su familia. Un par de ellas resultan muy majas y nos acompañan hasta que
encontramos nuestro hotel. Al final negociamos el precio y aceptamos ir de
excursión con ellas al día siguiente. Ellas tan contentas nos ponen una
pulserita muy mona que sirve para indicar a las demás que ya estamos cogidos.
Sapa es una pequeña ciudad que
actualmente vive del turismo de montaña y que esta en pleno apogeo de la
construcción de hoteles. Esta situada en lo alto, dominando un valle plagado de
campos de arroz, desde donde se puede disfrutar de unas vistas espectaculares.
Eso si se tiene el privilegio de disfrutar de una día soleado, porque parece
que Sapa vive dentro de una nube, porque la niebla y la lluvia suelen ser
omnipresentes.
Pasamos el día recorriendo las calles del pueblo, en la que
abundan los restaurantes de todo tipo y las tiendas de articulos de Noth Face.
Visitamos el mercado, el cual esta lleno de vida.
Mantienen los peces vivos poniendo en cada barreño un tubo con oxígeno |
Después de comer nos vamos a
visitar la aldea de CatCat. Se trata de una pequeña aldea situada a tan sólo 3
kilómetros de Sapa, que se mantiene muy tradicional y que esta enfocada al
turismo, hasta el punto de tener que pagar una entrada. Tiene marcado un sendero
circular que recorre sus calles, su río y su cascadita.
15-11-14. SAPA.
Sapa amanece una vez más dentro
de la nube. Acudimos a la plaza en donde habíamos quedado con las campesinas
para la excursión. Hay decenas de personas entre campesinas y excursionistas.
Es todo un negocio. Localizamos a las simpáticas campesinas del día anterior y
lo que ayer eran dos chicas alegres e inocentes hoy son dos mujeres de negocios
de duro trato. Al final las cosas han cambiado y no llegamos a un acuerdo, por
lo que decepcionados por su comportamiento comenzamos a buscar un plan B.
Acudimos a una agencia que
organiza trekkings por la zona, pero el grupo ya ha partido. Aún así el
encargado nos explica muy amablemente toda la ruta en su mapa, a lo que presto
mucha atención. Tanto que llego a memorizar un poco la ruta, con intención de
buscar un sitio con wifi y buscarla en Wikiloc (App de rutas por todo el mundo
altamente recomendable). Resulta que hay una ruta muy parecida, por lo que la
descargo en el móvil y más felices que unas perdices nos vamos de ruta nosotros
solos.
Abandonamos el pueblo por un
bonito caminito que discurre por frondosas montañas verdes. El día está brumoso
y las vistas de los campos de arroz son más bonitas de lo que consigo sacar de
la cámara.
No hace falta comentar que el gps
del móvil perdió covertura a los diez minutos de abandonar el pueblo, pero como
el camino estaba bien definido decidimos continuar “a ciegas”. Hasta que el
camino se difumina y desaparece en el barro. Habría dos opciones, o montaña
arriba que no parecía muy probable, o montaña abajo hacia lo que parecía una
aldea. Suponemos que la ruta iría hacia abajo, por lo que comenzamos un
imposible descenso hacia el poblado. Una vez en él comenzamos a “andar” por sus
“calles”. Y lo escribo entre comillas porque aquello ni eran calles ni se podía
andar por ellas de lo empinadas y embarradas que estaban.
La aldea no es más que un
conjunto laberíntico de cabañitas de madera sobre una densa capa de barro
arcilloso por la que las gallinas, los cerdos y los niños chapotean de un lugar
a otro. No os podeis hacer una idea de lo difícil que era caminar por los
empinados huecos embarrados que quedaban entre las cabañas. Muchas veces
teníamos que ir agarrándonos a las paredes en plan Spiderman para poder
mantenernos en pie en el resbaladizo barro.
Estuvimos más de una hora
buscando la salida de aquel lugar. Cuando conseguíamos llegar al final de una
de las calles aparecíamos en el establo, en el comedor o en la cocina de alguna
familia. Al final a base de hacer gestos con las manos de mover un volante nos
fuimos haciendo entender y nos fueron guiando hacia la carretera más cercana.
La plaza del pueblo |
Al final, desde lo alto en la
aldea vemos como se acercan desde lo lejos un par de campesinas de las que iban
con el traje típico y la cesta típica de vender cosas en el pueblo. Vienen de
donde se supone que esta la carretera, pero hay un laberinto de campos de arroz
y un rio por medio, por lo que nos quedamos observando por donde cruzan ellas y
cuando llegan les preguntamos si vienen del Sapa, Nos dicen que sí y cruzamos
por donde han venido ellas hasta que conseguimos llegar hasta la carretera.
Una vez sobre la firme carretera
nos relajamos y nos comemos unos sabrosos mini plátanos de esos que venden por
allí. Ha sido toda una experiencia la verdad, pero hubo un rato de cierta
tensión porque andábamos perdidos y no conseguíamos salir de aquella aldea.
Menos mal habíamos salido por la mañana temprano, porque no me quiero imaginar
lo que tiene que ser que se te haga de noche en ese lugar.
Después de una larga caminata por
la carretera llegamos a Sapa y nos damos un merecido masaje de piernas antes de
volver al autobús nocturno que nos dejará a la mañana siguiente en Hanoi.
16 al 19 -11- 14. – HO CHI MIN.
Llegamos a Ho Chi Min (HCM) y nos
instalamos en nuestro super hotel de precio super reducido, ventajas de Asia.
Pasamos el día paseando por la ciudad y alucinando con la cantidad de motos que
hay en esta ciudad. Según nos dijeron esta ciudad tiene como 9 millones de
habitantes y 6 millones de motillos, y según Google es la ciudad con más motos
del mundo.
Al día siguiente nos vamos de
visita a los famosos túneles de Cu Chi. Se trata de una extensa red de túneles,
unos 250 kilómetros, que permitió al Vietcong controlar una extensa área rural
a escasos kilómetros de la capital survietnamita, HCM. Estos túneles permitían
la comunicación entre diferentes enclaves del Vietcong, que estaban aislados en
la superficia por las fuerzas estadounidenses y survietnamitas.
Ahora está adaptado como visita
turística y un guía disfrazado de soldado te va mostrando diferentes partes,
entradas, trampillas, y trampas que se usaban en esa zona.
Una parte de este circo turístico
que han montado es un campo de tiro, en el que el turista puede hacer prácticas
de tiro con diferentes armas, incluso las genuinas ametrelladoras AK47. Y se
paga por bala disparada, y un AK47 dispara muy rápido…
Personalmente me parece una actividad de mal gusto, sobretodo
teniendo en cuenta su situación y lo ocurrido allí apenas hace unas pocas
décadas.
También se puede recorrer una
porción de los famosos túneles. Éstos son verdaderamente angostos, habiendo
zonas en las que para pasar hay que tumbarse y quitarse la mochuila. Y eso que
esta parte ha sido ensanchada y provista de una pobre iluminación para el uso
turístico.
La tarde la pasamos disfrutando
de las calles de la ciudad.
El día siguiente lo pasamos
haciendo un tour por el delta del Mekong. Aquí la vida se principalmente en el
cultivo de arroz, produciendose anualmente en este delta más arroz que Japón y
Corea juntos. Como muchos de los pueblos de esta zona son sólo accesibles por
barco a través de sus canales decidimos invertir un poco más de dinero y
contratar un tour en barco en lugar de minibus. Todo un acierto, ya que eramos
un grupo de unos 8 turistas y en todo el día no nos cruzamos con ningún otro
grupo turístico.
La salida de HCM por el río
impresiona al ver la parte trasera de las viviendas. Por un lado dan a la
calle, teniendo un aspecto normal, pero por el otro se han ido ampliando
ganando espacio habitable a base de ir construyendo sobre palillos en el agua.
La primera parada del día es en
un mercado tradicional.
Pasamos la mañana navegando por el delta y visitando algunos pueblos y
templos.
La comida estaba organizada en un
orfanato de un pequeño pueblo, lo cual fue una experiencia bastante
interesante.
Por la tarde paseamos por los
arrozales, visitamos una familia que tenía una serpierte enorme para disfrute
de los turistas y tuvimos la ocasión de tomarnos un coco natural en una granja
de unos lugareños la mar de simpáticos.
Y llegó nuestro último día en
Asia. Como el vuelo de vuelta sale por la noche pasamos la mañana visitando el
Museo de Recuerdos de la Guerra. En la parte exterior se encuentran diversos
aviones, helicópteros y tanques. En el interior hay una parte dedicada a
recrear como eran las cárceles survietnamitas, armas y bombas. Pero lo que más
impresiona es la gran exposición de fotografías realizadas por los mejores
fotógrafos de guerra como Capa o Burrows. Después de ver esas imágenes de lo
ocurrido allí me parece aún más terrible el mercadillo de balas que tienen
montado en el complejo turístico de los túneles de Cu Chi.
Y unas horas después y gracias a
la magia de la aviación nos encontramos de nuevo en nuestro salón.